El diseñador de moda andaluz Antoné Ballesteros solo tiene algo en la vida que le obsesiona, y para bien: Eurovisión. Se celebre donde se celebre la final del concurso, desde 2009 no falla. Este año vuelve a estar en la cita, pero asegura que es distinta. Afirma que nunca ha visto tanta seguridad en torno a la cita eurovisiva como durante esta semana en Malmö (Suecia).
Ballesteros, que nunca ha dejado de acudir a la final del concurso de la canción europeo desde que lo hizo por primera vez en Moscú, ha señalado que en las calles de la ciudad sueca “es muy fuerte ver la presencia policial de agentes de Suecia, Dinamarca y Noruega”.
Una presencia que se aprecia en todos los rincones de la ciudad, incluido el interior del auditorio donde han tenido lugar esta semana las semifinales y se celebra este sábado la final. “En la calle hay francotiradores, drones y todo está vigilado”, apunta.
Pitos y aplausos para Israel
Al tiempo que ha destacado que la actuación de la representante de Israel es acogida entre los eurofans con “pitos y aplausos por igual”, sí ha explicado que son “muchísimas” las manifestaciones de apoyo a Palestina que ha podido ver desde que llegó el pasado lunes.
A sus 37 años, este diseñador que lleva varios años viviente entre Jerez de la Frontera y Sevilla ha hecho de Eurovisión su forma de vida, desde que en 2002, con Rosa López, “comenzó mi pasión”. Eso sí, era demasiado joven y no pudo ir a verla en vivo al Saku Suurhall de la capital de Estonia, Tallín.
Fue delegado provincial de su club de fans durante dos años, “y recuerdo esa época con muchísimo cariño”. Fue ya en 2009 cuando decidió intentar por primera vez acudir al festival, llegando al estadio Olimpiski de Moscú, donde Soraya Arnelas representó a España con La noche es para mí.
Miles de kilómetros
Desde entonces ha hecho miles de kilómetros en avión, aunque en algunas ocasiones ha podido hacer el viaje en coche, gracias a que Salvador Sobral, con Amor pelos dois, ganó Eurovisión en 2017. Eso le permitió que en 2018 solo tuviese que ir a la no muy lejana Lisboa para cumplir con su cita.
Antoné asegura que “igual que la gente se va de vacaciones a la playa o de romería a El Rocío”, toda su vida durante el año está pendiente de Eurovisión, para comprar las entradas desde que salen. De hecho, el hotel lo reserva nada más anunciarse la fecha, ya que siempre se sabe con un año de antelación en qué ciudad tendrá lugar la siguiente edición.