La barrera de los 20 escaños o el techo electoral de las izquierdas en Andalucía (unidas y divididas)
El intento frustrado de una candidatura unitaria entre los cuatro partidos progresistas obliga a revisar el margen de éxito que deja el sistema electoral: el mejor resultado (20 escaños) lo lograron cuando estaban más unidos y cuando estaban más rotos
Este 28 de febrero, Día de Andalucía, expiró el plazo autoimpuesto por los partidos de izquierdas para consensuar una candidatura unitaria que evite la dispersión del voto progresista en las próximas elecciones. El plan era llegar al 28F con un comunicado pactado por las cuatro formaciones -Unidas Podemos, Adelante Andalucía y Andaluces Levantaos-, que los cuatro líderes reapareciesen juntos ante la prensa y presentasen la precampaña electoral. A estas alturas, ninguno de los actores implicados en este proceso lo ve factible.
Teresa Rodríguez se ha desmarcado de sus compañeros y busca revitalizar la marca Adelante Andalucía como alternativa a otras izquierdas, más próximas a entenderse con los socialistas. Su espacio político propio, el único que le distingue de los demás, es la crítica dura al Gobierno de PSOE y Unidas Podemos y sus incumplimientos con Andalucía.
A partir de aquí, cabe preguntarse cuáles son las expectativas de estas izquierdas para disputarle el Gobierno andaluz a la tríada PP-Ciudadanos-Vox; si la ley electoral penaliza sus divisiones internas o, por el contrario, si concurrir por separado les permitirá acaparar más espacio político, con un resultado similar al que lograron las tres derechas en 2018.
La negociación frustrada de las izquierdas ha contado con los datos demoscópicos de los últimos 40 años de elecciones autonómicas. La clave era encontrar un escenario que rebasase el umbral de los 20 escaños, que es lo máximo a lo que han llegado jamás los grupos a la izquierda del PSOE, juntos y separados. Juntos, bajo las siglas de IU, en 1994; y divididos, en 2015, cuando irrumpe Podemos en la escena política y a punto está de borrar del mapa a los comunistas.
20 escaños, más los 33 que tiene ahora el PSOE en el Parlamento, no alcanzan los 55 de la mayoría absoluta para gobernar. De modo que no existe un bloque unitario de izquierdas en un contexto de fragmentación política donde sólo gobiernan quienes suman dentro de un bloque.
De 400.000 a 800.000 votos para Vox
Las izquierdas coinciden en el diagnóstico de la situación política actual: la tendencia al alza del PP y el auge de la marca personal del presidente andaluz, Juan Manuel Moreno; el estancamiento del PSOE, con un candidato, Juan Espadas, desconocido en gran parte de Andalucía; el hundimiento de Ciudadanos, que vaticinan los sondeos y constatan los últimos procesos electorales; y la fortaleza de Vox, que oscila entre los 395.000 votos que obtuvo en 2018 y los 870.000 que reunió en Andalucía en las generales de 2019.
El declive de Ciudadanos es el factor que más agitará el tablero electoral. Ahora tiene 21 diputados y los sondeos le restan, como mínimo, 15, que se repartirán el resto de fuerzas. La dispersión de votos tamizada por la ley D'Hont beneficia en esa prima de escaños a los dos mayoritarios, PP y PSOE.
Las izquierdas que defendían la candidatura unitaria argumentan que con el mismo porcentaje de votos que logró Adelante Andalucía en 2018 (16,18% del escrutinio y 17 escaños), “tendríamos más diputados en las próximas elecciones” y “podríamos disputar el tercer puesto a Vox” en algunas provincias. “Una sola papeleta nos permite pujar con los grandes por la bolsa de restos”, dicen.
La ley electoral andaluza está basada en circunscripciones provinciales en cada una de las cuales se aplica la fórmula D'Hondt. Es un sistema de representación proporcional en el que el número de papeletas necesarias para conseguir un diputado varía en cada provincia en función de su población. Los partidos que concentran más votos en cada circunscripción salen beneficiados y los más damnificados son los que tienen a sus votantes dispersos por Andalucía.
En 1986, siendo candidato Julio Anguita, IU logró 19 escaños con 598.889 votos. En 1994, con Luis Carlos Rejón, IU obtuvo 100.000 votos más -689.815 papeletas; 19,14% del escrutinio-, que se tradujo en un escaño más: 20 diputados. En 2015, con Podemos e IU concurriendo por separado, acapararon 864.529 votos, un 21,66% del escrutinio. Los morados capitalizan toda la indignación y la pulsión de cambio del 15M -590.011 votos; 14,8% del escrutinio [15 escaños], y la vieja IU, castigada tras un Gobierno de coalición con el PSOE, se queda con 274.518 votos (6,86%) y cinco diputados, su mínimo histórico.
La paradoja: sumar más divididos
Aquí está la paradoja: la izquierda dividida en dos candidaturas logró 864.529 papeletas, 174.714 más que la izquierda unida de 1994, pero el mismo número de diputados: 20. Es más, la izquierda dividida en dos candidaturas en 2015 -Podemos e IU- logró 115.200 votos más que los que obtuvo el PP de Moreno en las elecciones de 2018. Pero los populares, con el peor resultado de su historia -749.275 papeletas, un 20,75% del escrutinio- se beneficiaron de la concentración del voto, y con un resultado inferior, lograron seis diputados más (26 escaños).
¿Cómo se explica esto? Hay dos razones fundamentales: la primera es que la ley electoral penaliza la dispersión del voto en las circunscripciones más pequeñas, donde un escaño cuesta más votos. La segunda razón, más compleja, es que Podemos no se presentó a los comicios de 2015 como una fuerza tradicional de izquierdas, y eso le permitió ensanchar su base social con un electorado más heterogéneo: desde antisistemas y descreídos de la política hasta votantes de centro o decepcionados con el PSOE.
El equipo fundacional de Podemos, un puñado de profesores universitarios de Ciencias Políticas de Madrid, habían introducido un nuevo lenguaje político, daban por superado el eje tradicional izquierda-derecha, y empezaron a hablar de “los de arriba y los de abajo”, apelando a la “centralidad”, y así lograron trascender el espacio tradicionalmente reservado a la izquierda del PSOE.
El problema es que ese instrumento político se estrenó en Andalucía de manos de una dirigente genuinamente de izquierdas, que bebe de la acción protesta y el activismo, el andalucismo ortodoxo y la tradición anticapitalista. Con Teresa Rodríguez, Podemos Andalucía nunca llegó a ser el Podemos que preconizaban los Iglesias o Errejón. Tres años después de su irrupción en el Parlamento, la gaditana regresa al marco tradicional de la izquierda andaluza, pacta una reunificación con el líder de IU, Antonio Maíllo, y lanzan la confluencia Adelante Andalucía, primera escisión no oficial y no reconocida del partido morado.
El precio del escaño por provincias
¿Cómo se repartieron los restos de votos en las últimas elecciones andaluzas? Esta pregunta es clave para saber si el último y frustrado intento de coalición de izquierdas -Adelante Andalucía- se quedó cerca del reparto de los últimos escaños en liza en las ocho provincias. En Sevilla, el último diputado se lo disputaron Adelante y Ciudadanos y los restos fueron para el cuarto diputado de la coalición por 9.878 votos, convirtiéndose en segunda fuerza, por detrás del PSOE. En esta provincia es donde Adelante logró más apoyos, un 18,88%, por encima de su resultado en toda Andalucía.
En Málaga, los restos fueron para el cuarto diputado de Ciudadanos, que se lo arrebató al PSOE por 3.438 votos; en Cádiz, donde la marca personal de Teresa Rodríguez era más fuerte [Adelante obtuvo su mejor nota provincial: 19,19%], los restos fueron para el segundo diputado de Vox por 8.288 votos, por encima de Ciudadanos; en Granada, los naranjas también se quedaron los restos y sumaron su tercer escaño por 3.681 votos sobre Vox.
En Córdoba la bolsa de restos fue para el PSOE por 16.274 votos, seguido de Ciudadanos; en Almería, fue el PP quien se quedó los restos y sumó un cuarto escaño por 3.417 papeletas; en Jaén, los populares también le arrebataron los restos al PSOE y lograron su tercer escaño por 10.215 votos; y en Huelva los restos se los quedó el PP por una diferencia de 1.698 votos sobre Adelante, consiguiendo así su tercer diputado.
Según estos datos, la coalición de izquierdas no estuvo cerca de sumar escaños gracias a la bolsa de restos en ninguna provincia, salvo en Huelva, donde le disputó el último diputado al PP. Pero tampoco estuvo lejos de perder su cuarto escaño en Sevilla en favor de Ciudadanos.
Cuando la unidad no suma
En 2015, IU obtuvo 274.000 votos, un 6,89% del escrutinio y cinco diputados: el de Sevilla le costó 70.064 votos (un 7%); el de Málaga 49.502 votos (un 7,37%); el de Cádiz 37.986 votos (un 6,69%); el de Granada 27.581 (un 6,09%) y el de Córdoba 42.289 votos (10%). En las provincias más pequeñas no logró representación, pese a obtener un 4,18% en Almería, un 5,73% en Jaén y un 6,25% en Huelva. El achicamiento de esta formación, en competencia directa con Podemos, hizo que miles de votos fueran a parar a la papelera.
En 2018, la unidad de la izquierda [Podemos-IU] no se traduce en la concentración del voto progresista, como todos esperaban. Adelante Andalucía no convence como alternativa del PSOE más desgastado de la historia, pierde tres escaños y 300.000 votos (un 32,4%). El número de papeletas -585.949- hace retroceder a la izquierda al espacio electoral que siempre había ocupado IU en su mejor momento -un 16,19% del escrutinio-, y convierte el resultado de 2015 en un tremendo espejismo.
Ante las próximas elecciones, previstas para el mes de junio u octubre, Teresa Rodríguez se aferra a los resultados de 2015 para defender que las izquierdas separadas pueden sumar más que las izquierdas unidas. “Las derechas han sumado más separadas que juntas”, ha advertido la gaditana.
Distintos porcentajes por provincia
Los mediadores que han peleado por una candidatura unitaria le advirtieron que el escenario no podía extrapolarse. El PP logró 749.225 votos (20,75% del escrutinio) y 26 diputados; Ciudadanos 659.631 votos (18,27%) y 21 escaños; y Vox se estrenó con 395.978 votos (10,97%) y 12 diputados. Los tres superaron el 10% en Andalucía y en todas sus circunscripciones (exceptuando Vox en Jaén y Huelva) y quedaron por encima de los mínimos para obtener escaños en todas las provincias. “Optimizaron como nunca los efectos de la ley d'Hont”, advierten. Es poco probable, añaden, que Unidas Podemos, Adelante Andalucía y Andaluces Levantaos “pudieran conseguir ese resultado en las circunscripciones más favorables por el mayor número de diputados elegibles (Sevilla, Málaga y Cádiz), y mucho menos en las restantes”.
El problema que tiene la dispersión de voto en la izquierda es que la barrera legal para entrar en el reparto de diputados por circunscripción -un mínimo del 3% del escrutinio por provincia- no garantiza la presencia en el Parlamento al que obtenga ese 3%. Los porcentajes para lograr diputados por resto mayor son mayores en todos los casos: Sevilla (4,6%), Málaga (4,7%), Cádiz (5%), Granada (6%), Almería (6,4%), Córdoba (6,6%), Huelva (6,7%) y Jaén (6,8%).
Con esta cota provincial, cada formación política debe medir su capacidad y sus expectativas de representación. De lo contrario, el día después de las elecciones, podrán presentar la suma total de votos obtenidos en toda Andalucía y comprobar el desequilibrio que hay respecto al número de diputados que han logrado. El sistema electoral no entiende de líos endémicos en la izquierda, pero la izquierda puede prever a priori en qué se traducirá su eterno guirigay.
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