Blas Infante está en la fosa de El Pico Reja. No resulta fácil imaginarlo, pero en el cementerio de San Fernando de Sevilla, además del Padre de la Patria Andaluza, hay enterradas unas 3.500 víctimas del fascismo español. Historias silentes que guardan el testimonio de otros tantos crímenes, impunes, contra la humanidad. El terrorismo fundacional del franquismo los enterró para siempre. Ahí están, repartidos en ocho fosas comunes, en una pura amalgama de 28.000 restos humanos.
Difícil que alguna vez se rompa esa tierra que grita en silencio. Como ocurrió en el camposanto malagueño de San Rafael, con 4.571 víctimas documentadas de las que 2.840 fueron rescatadas e inhumadas en un panteón común. Localizar y exhumar sería, en el caso sevillano, un trabajo arqueológico complicado. No imposible, aunque la voluntad política acerca ese adjetivo. Así fue hasta ahora, como indica el historiador José Díaz Arriaza, autor del más completo estudio sobre estos enterramientos.
Un libro 'recluido' en el Alcázar
En Un rojo amanecer. El Cementerio de San Fernando de Sevilla durante la guerra civil y la posguerra (Aula para la Recuperación de la Memoria Histórica, Ayuntamiento de Sevilla, 2011), Díaz Arriaza percibe el ejercicio paradigmático de la ocultación de este, hasta cierto punto, “desconocido” capítulo sangriento de la historia sevillana. Lo explica así: “Se publicó sin pruebas de corrección, sólo con tres o cuatro fotos cuando había muchas y planos que permitían identificar la situación de las fosas. Todo fue suprimido”.
Ocurrió “poco antes de las últimas elecciones municipales”. El libro quedó “guardado en cajas”. Llegó el cambio de Gobierno y, hace poco, se puso a la venta “en la tienda de recuerdos del Alcázar, y así estamos”. Sí aparece, negro sobre blanco, la división por provincias, un tétrico listado andaluz que encabeza Sevilla (2.221 ejecutados de 93 municipios diferentes) y siguen Huelva (123 enterrados de 28 pueblos), Cádiz (21 de 16 localidades), Málaga (20 de 12), Córdoba (12 de 8), Jaén (7 de 5), Granada (5 de 5) y Almería (3 asesinados de otros tantos municipios). Total: 2.412 personas de 170 pueblos.
La investigación –presentada en una conferencia titulada Cementerio de Sevilla: Cinco fosas desafían la memoria en el marco de la exposición Exhumando fosas, recuperando dignidades– trae el relato de enterramientos colmatados de cadáveres que daban paso a nuevas sepulturas. Todo bajo el mandato expreso de la autoridad golpista y una sutil preocupación: no dejar testimonio documental con la identidad de los ejecutados. Hasta conformar un puzle de fosas comunes y víctimas mezcladas con enterramientos comunes e inhumaciones gratuitas.
Ocho fosas para 3.500 asesinados
En las ocho fosas también existen enterramientos comunes, con más de 28.000 cuerpos entre los que se encuentran los de las 3.500 reconocidas como víctimas del franquismo. Era una de las estrategias para hacerlos 'desaparecer', mezclarlos con otros enterramientos.
El Pico Reja: Espacio triangular ajardinado, costado derecho del recinto. Cuatro metros de profundidad. Primera fosa donde se arrojaron cadáveres de víctimas de la sublevación fascista, 1.104 cuerpos desde julio a finales de agosto de 1936. Entre ellos, por la fecha de su ejecución, estaría Blas Infante. Causas de la muerte: normalmente aplicación de bando de guerra, también ejecutados por sentencia de Consejo, heridas de arma de fuego, bomba o metralla y enfrentamientos con tropas. El 6 de agosto, el administrador comunica al alcalde Ramón de Carranza que está próxima a llenarse y urge su ampliación.
El Monumento: La más conocida. Marcada por un monumento a las víctimas. Hay un homenaje cada 14 de abril. Medidas: 31,5 metros y 26,5 lateral, por 5,5 y 8 metros de base. En uso desde septiembre del 36 hasta finales del mes de enero de 1940. Contiene no menos de 7.401 cuerpos.
La Antigua: Extremo izquierdo del recinto, 45 metros de longitud por 7,5 de ancho. La falta de suelo hizo reutilizar esta sepultura de comunes (en desuso desde 15 años antes). De febrero de 1940 y hasta junio de 1942, con más de 5.600 personas (también muertos en cárceles, campos de concentración y hospitales).
La Rotonda de los Fusilados: Costado izquierdo de la gran explanada según testimonio “de quienes la vieron abierta”. 30 metros de largo, diez de ancho y tres de profundidad. De junio del 42 a febrero de 1952. Enterrados 10.838 cadáveres. Víctimas de la represión: 41 ejecutados por sentencia de Consejo, tres muertos por la Guardia Civil y 39 en prisión.
Primera de Ampliación: Zona sureste, costado izquierdo, 25 por 40 metros de superficie y tres de profundidad. De marzo del 52 a mayo del 55, 2.153 cuerpos, como los últimos ejecutados por actividades guerrilleras y cuatro en la cárcel por 'garrote'.
Segunda de Ampliación: Hasta diciembre del 58, 1.860 cadáveres.
Cementerio judío y de disidentes: El primero denominado Poza Antigua y el segundo Poza Nueva. Desde el 36 a los años 40, hay cuerpos de fusilados en las tapias colindantes.
La primera petición para exhumar restos de estas fosas fue en 1938, por los familiares de José Hernández Marín. No lo consiguieron. Tampoco otros dos intentos en 1940 y así, hasta hoy, allí siguen. Escribió entonces el poeta sevillano y falangista Joaquín Romero Murube: No te olvides, hermano, que ha existido un agosto / en que hasta las adelfas se han tornado de sangre… / No te olvides, hermano, que bajo las estrellas / los fusiles han dicho sus postreras palabras... “Ni localizados ni olvidados”, les llama Díaz Arriaza.