Los niños y niñas son un colectivo del que se habla pero al que no se le da toda la voz que debería. Cuando ellos utilizan los servicios públicos, son quienes más cerca disfrutan y padecen de la educación; son un colectivo al que les afecta cuando su familia se ve golpeada por dificultades económicas o sociales; a veces son víctimas; ellos y ellas se juegan su futuro y a la vez el de todos. Y tienen derechos y opiniones que hay que respetar. Y en elDiario.es Andalucía queremos contar con la infancia. Por eso este espacio.
La nueva vida de María con su familia de acogida: “Ahora tengo cariño de más, necesito repartirlo”
María fue menor en acogida. Ahora tiene 20 años, vive en Algeciras (Cádiz) y, cuando termine el Grado Superior en Mediación Comunicativa, lo tiene bastante claro: quiere hacer Educación Infantil “para trabajar con niños” y también como “forma de agradecer lo que han hecho por mí”. “Necesito poner ese cariño que a mí me han dado. Como me están dando cariño de más, pues yo tengo cariño para repartir ahora. Necesito repartirlo”. La vida le sonríe a esta joven que habla con una madurez propia precisamente quizás de todo lo que ha pasado. Siempre con un ojo en su hermana pequeña, que ahora tiene 17, no se ubicó en la vida hasta que le tocó “el Gordo de la Navidad” con Pepi y Juan, su familia de acogida, con quienes sigue creciendo como persona.
“Ahora sé lo que es una buena relación de un niño con sus padres, cómo es la convivencia con los hermanos, con los tíos o los abuelos. Eso yo no lo había visto en condiciones, no sabía lo que era, y gracias a ellos sé lo que es una buena relación entre padre y madre, sentarte con tu madre y contarle cómo te ha ido el día, contarle tus cosas. Eso yo antes no lo tenía. Ahora estoy cuidando un bebé y me siento como una acogedora más. Cuando tenga mi casa, mi trabajo y mis cosas, yo quiero ser acogedora también. Llevamos cuatro meses con un bebé, que vino con dos días a esta casa”, su casa, relata la joven. Un “hermanito” al que lleva de paseo, al que baña o al que lleva “donde haga falta” con su pareja, ayudando a su madre, que ha estado varias semanas con la pierna rota.
No podemos imaginar a Pepa, la madre de acogida de María, teniendo que estar sentada o tumbada por la lesión. Nada menos que 22 niños en acogimiento han pasado por su hogar. Como tantas cosas en la vida, de causalidad, hace unos 15 años dio con “un papelito de una peluquería” donde se informaba de los pasos principales para realizar un acogimiento familiar. “Mira, Pepi, esto te puede gustar”, le dijo su hermana. “Como siempre ha tenido esa ”inquietud por ayudar al prójimo“, dice de pasada, empezó a acoger junto a su marido. Uno de sus hijos biológicos ya estaba ”emancipado“ y se decidieron. Primero, una niña ”que luego se fue en adopción al año y medio“ y que ahora tiene 17 años. ”Conforme iban saliendo, iban entrando. Al principio, cogía uno nada más, pero como yo veía que se aburrían mucho y no se peleaban ni nada, quise acoger de dos en dos“, comenta con desparpajo.
Los platos rotos
“Mi María hizo el otro día 20 años”, presume Pepa Corrales, que en febrero cumple 62 años. “Llegó a casa con 14 y su hermana con 11”, recuerda. Ambas fueron desde un principio un acogimento permanente, una de las modalidades de acogimiento familiar en Andaucía. Tengo ahora una niña de 10 años en acogimiento temporal y otro de cuatro meses, explica. 'Su' María vivía antes en Sanlúcar de Barrameda. A los 12 años, su padre quería la custodia pero no la de su hermana. Lad administración determinó que ambas recalaran en el centro de protección de menores de San Carlos, en Chipiona, donde estuvieron años y medio. Se valoró a su familia biológica, tanto paterna como materna, pero “no eran aptos” para ello, explica María. “Ningún niño es feliz en un centro”, pero allí contaba con la compañía y “el cariño” de su hermana. Otra vez el cariño. María intuía que no podrían estar juntas ella y su hermana sin la tutela de la Junta. “Estuve mucho tiempo sin verla. Estábamos pagando los platos rotos. Éramos culpables de algo en lo que no teníamos nada que ver, porque de esas cosas son responsables los adultos. De eso me di cuenta cuando me hice mayor, porque antes creía que yo tenía parte de culpa”, señala con soltura.
Sin entrar en detalles, María explica que “la relación en casa con mis padres no era la más adecuada para unas niñas tan pequeñas como mi hermana y yo. Falta de cariño, falta de higiene... Unos menores no podían convivir así, teniendo en cuenta que la Junta les había dado a mis padres varias posibilidades de solucionar las cosas y no supieron valorar las oportunidades que se le estaban dando. Les ofrecieron ayuda económica para que pudieran tirar hacia adelante, le pusieron un piso, pero nada”, relata. Todos la avisaban de que era complicado que las hermanas siguiesen juntas en algún lugar.
En esas, llegaron “Pepi y Juan, que se ofrecieron a acogernos”. Todo bien a partir de entonces pero, cuando se acercaba la mayoría de edad, María temía tener que separarse de su nueva familia y de su hermana, algo que, junto a los “cambios bruscos de humor” propios de la edad, no le hizo pasar por buenos momentos. “¿Dónde voy yo ahora, sin nadie? No sabía qué iba a pasar conmigo”. Hasta que Pepa la cogió un día y le aseguró: 'Tú no te vas a ir de aquí hasta que te cases o te vayas a vivir sola'. “Y hasta ahora, con 20 años cumplidos y muy contenta”. María cree que hay muchas personas que no conocen este sistema de acogida y “es bueno que todos sepan cómo funciona”.
“Es díficil, pero merece la pena”
Miguel Ángel García Hidalgo preside la Federación Andaluza de Asociaciones de Familias de Acogida y Colaboradoras. Pese a llevar ocho años siendo padre de acogida, se emociona al otro lado del teléfono al hablar de Dani, “mi hijo aunque en los papeles tenga otros apellidos”. Convencido de que ser familia de acogida “merece la pena”, explica las bondades, y también las dificultades, de poder participar en el sistema de acogida. “Hay que estar convencido, es arriesgado, pero merece la pena”, insiste. “Es una disciplina que engancha. Hay muchas familias que lo harían una y mil veces más, porque ves la mejora desde el primer día. Nosotros no damos nada, nosotros recibimos mucho. Venimos a sumar”, resume.
Dani pasó un tiempo en un Centro de Acogida Inmediata, del que no tiene buenos recuerdos por una cuestión tan cotidiana para un niño como a quién llamar por la noche si el sueño se va. “¡Hasta qué punto eso no es un problema de todos! Cualquiera sabe que ahí están papá o mamá, pero estos niños tienen que pensar quién trabaja en el centro esa noche. Eso es muy signitificativo. Es una tranquilidad que tienen los nuestros en casa, pero allí no. ”Los padres somos muy pesados, pero muy necesarios“, comenta. ”Lo que nos han dicho a todos es lo que ahora repetimos nosotros“, como ahora hace María con su hermanito.
El portavoz de las familias pasa rápidamente de lo emocional a lo pragmático en cuestión de segundos durante la conversación. “Porque un niño es un bien de inversión. Si creamos buenos ciudadanos, sin traumas y sin problemas, en el futuro serán un aporte y no una carga”, dice “como economista”. “Es el futuro de la sociedad. Si invertimos en valores y en cariño y atención, que es lo que necesita un niño, habrá futuro”. El mismo cariño que recibe María y que ahora quiere empezar a ir devolviendo.
Aunque García insiste en que “la parte emocional y humana es la más importante”, sabe que la gestión detrás es muy importante. “En los últimos años hemos notado una apuesta importante de la Consejería de Igualdad por difundir y visualizar el acogimiento, y a las familias nos ha cambiado mucho la perspectiva con la nueva Ley de Infancia y Adolescencia de Andalucía, aunque ”aún está por desarrollar normativamente“. Segun la nueva norma, que dedica un extenso capítulo a la materia, ”el acogimiento familiar tiene por objetivo lograr la plena integración y participación de las niñas, niños y adolescentes en un núcleo familiar, adecuado a sus necesidades, para ofrecerles un entorno afectivo de convivencia“. De ello puede presumir María, la historia con la que arrancaba esta información.
Burocracia, protocolos, trámites
“Es verdad que recoge una serie de reivindicaciones históricas como el derecho subjetivo del menor por estar en la situción que está, es decir, que los beneficiarios de la ley sean los propios niños y niñas. Nosotros somos un vehículo y hasta ahora las medidas iban orientadas a las familias como destinatarios. La ayuda económica siempre la hemos desterrado porque somos voluntarios. No pedimos nada, no cobramos. Incluso en el presupuesto actual estamos como familias retribuidas, y eso nos escocía mucho, porque parece que cobramos por esto. Pude hablar con el consejero de Hacienda y le dije que ese capítulo había que modificarlo. La ayuda es de 320 euros y no se qué familia sacaría adelante a un hijo con ese importe”, explica.
El presidente de la familias acogedoras también tiene reivindicaciones. “Reclamamos medidas transversales, como que no sean las familias de acogida las que tengan que ir puerta por puerta para solucionar problemas, y más coordinación entre administraciones, unificando las medidas que se adopten en los servicios de protección en cada provincia”. Lamenta que “en muchas ocasiones las familias nos llevamos a casa a un menor que no conocemos de nada y que está en una situación de desamparo y no es rara la familia que en tres o cuatro meses se siente desamparada por una situación de burocracia, de protocolos. Garcia resalta el trabajo de la consejera de Igualdad, Rocío Ruiz, y de la directora general de Infancia de la Junta, Antonia Rubio, una persona ”admirable“ porque ”se está partiendo la cara“ con el movimiento familiar ”aunque tenemos mucho que andar todavía“, esperando que el desarrollo de la ley ”empiece cuanto antes“. ”Nadie nos ha dicho que no, pero pocos han hecho lo que están haciendo ellos“, destaca García.
“No todos tenemos que acoger, porque es muy difícil pero a la vez muy gratificante. Te hace sentir mejor persona, permíteme decirlo. Lo que hemos tenido la suerte de poder estudiar, tú sabes cuándo has hecho un buen examen”. E insiste: “Es una apuesta por el futuro de la propia sociedad”
El pasado mes de junio, la Consejería de Igualdad puso en marcha 'Súper Valiente busca hogar', una campaña para fomentar el acogimiento familiar de los 2.400 menores y adolescentes que residen en los centros de protección repartidos por toda la comunidad autónoma. Se trata de otorgar la guarda de un niño o una niña en situación de desprotección a una persona o núcleo familiar, con la obligación de proporcionarle los cuidados por un tiempo, explica la Junta . En Andalucía hay en estos momentos 2.510 menores y adolescentes en acogimiento familiar, ya sea con familias ajenas (697 menores) o familia extensa, que mantiene algún vínculo familiar (1.626 menores).
María fue menor en acogida. Ahora tiene 20 años, vive en Algeciras (Cádiz) y, cuando termine el Grado Superior en Mediación Comunicativa, lo tiene bastante claro: quiere hacer Educación Infantil “para trabajar con niños” y también como “forma de agradecer lo que han hecho por mí”. “Necesito poner ese cariño que a mí me han dado. Como me están dando cariño de más, pues yo tengo cariño para repartir ahora. Necesito repartirlo”. La vida le sonríe a esta joven que habla con una madurez propia precisamente quizás de todo lo que ha pasado. Siempre con un ojo en su hermana pequeña, que ahora tiene 17, no se ubicó en la vida hasta que le tocó “el Gordo de la Navidad” con Pepi y Juan, su familia de acogida, con quienes sigue creciendo como persona.
“Ahora sé lo que es una buena relación de un niño con sus padres, cómo es la convivencia con los hermanos, con los tíos o los abuelos. Eso yo no lo había visto en condiciones, no sabía lo que era, y gracias a ellos sé lo que es una buena relación entre padre y madre, sentarte con tu madre y contarle cómo te ha ido el día, contarle tus cosas. Eso yo antes no lo tenía. Ahora estoy cuidando un bebé y me siento como una acogedora más. Cuando tenga mi casa, mi trabajo y mis cosas, yo quiero ser acogedora también. Llevamos cuatro meses con un bebé, que vino con dos días a esta casa”, su casa, relata la joven. Un “hermanito” al que lleva de paseo, al que baña o al que lleva “donde haga falta” con su pareja, ayudando a su madre, que ha estado varias semanas con la pierna rota.