Días de Empresa es un espacio en el que eldiarioand quiere contar las historias de las empresas andaluzas. Cómo discurre sus días, cómo nacen y cómo se consolidan, y cómo, desde aquí, desde Andalucía se construye sociedad a través de las iniciativas empresariales.
Bioalverde, el huerto que siembra trabajo desde el consumo solidario
La rueda del consumo gira a un ritmo acelerado pero todavía “es posible otra forma de hacer las cosas”, dicen en Bioalverde, una empresa de inserción laboral “que antepone las personas, el medio ambiente y el desarrollo sostenible”. La teoría sirve para cumplir el objetivo principal del proyecto: la integración de personas en riesgo de exclusión social. Y la práctica llega a través de la agricultura ecológica y el reciclaje de ropa así como de un plan que siembra un nuevo modelo de producción de la entidad sin ánimo de lucro respaldada por Cáritas Diocesana de Sevilla.
“Empezamos en 2015 y por aquí habrán pasado unas 150 personas de inserción”, resume Manuel Hernández, responsable del departamento de Economía Social de Cáritas Diocesana de Sevilla. Una década para remover las raíces de la exclusión desde la Economía Social y Solidaria y que alcanza una plantilla de 47 trabajadores –más de la mitad acogidos al programa de integración, con un sueldo medio de unos 1.200 euros, y el resto fijos o de estructura– y un presupuesto anual que roza “los 1,8 millones de euros”.
En Bioalverde resalta una colorida tienda de productos ecológicos donde venden las ‘ecocajas’ llenas de “los mejores frescos” del campo y mieles, mermeladas, pastas, aceites, vinos… al lado hay una enorme huerta de 30 hectáreas enclavada en una posición estratégica, a la vera de la parada del Metro de Sevilla ‘Olivar de Quintos’ y pegada al barrio de Montequinto de Dos Hermanas. Ahí están las oficinas, un almacén para la logística y en la capital tienen otro comercio, en el barrio de Nervión, y un establecimiento de moda sostenible y solidaria, Tienda moda Re-, en la sevillana plaza del Salvador.
Pero la tierra labrada también acoge iniciativas variopintas que dan visibilidad a Bioalverde. “El Betis hace actividades: cuando juegan partidos de Europa el equipo contrario viene aquí y siembran un árbol. Hay árboles plantados por jóvenes japoneses de la Betis Academy, una caja de murciélagos del Copenhague… o jugadores... Viene Rafael Gordillo, y Bellerín, antes Fekir, o Gudelj del Sevilla”, enumeran. La empresa suma además convenios con la Universidad de Sevilla, la Pablo de Olavide y la Loyola para “distintos proyectos de investigación en cultivos”.
Un oasis de esperanza
La finca es un oasis donde crecen “historias para no dormir y para soñar; para decir, hay esperanza”, asegura Hernández, que enlaza así la mochila personal de quienes llegan “casi sin nada” y encuentran una salida. Como Katile Diamane, por ejemplo, que trabaja en la tierra. “Es el capataz de todo esto”, bromea Manuel. “Eso de mandar, mandamos poco”, ríe Katile antes de contar cómo emprendió una travesía desde Mali para llegar a Europa, en 2014, con 21 años de edad, “luchando para un futuro mejor”.
“Llegué aquí como la mayoría de los migrantes, cruzando el mar Mediterráneo”, explica. “Entré a nado por Melilla”, especifica Diamane. “El trayecto es una aventura complicada, teniendo en cuenta todo lo que puedes encontrar en el camino”, relata. Y a finales de 2015 conoció Bioalverde. “Somos la primera promoción, hicimos el curso y después me quedé aquí como trabajador de inserción y de ahí pasé a la estructura llevando un poco el campo con los trabajadores. Mi tarea es coordinar el día a día. Era una oportunidad y aquí estoy”, cuenta el maliense.
Ahora cuando ve a quienes entran nuevos “me veo a mí mismo”, dice. “Aquí no miramos de dónde viene una persona para ayudarle, solo la necesidad que trae; no miramos color, origen ni nada, simplemente somos humanos, como debe ser siempre”, en palabras de Katile. Los perfiles que llegan al proyecto de Cáritas son diversos, desde “mayores de 50 años con paro de larga duración a víctimas de violencia de género, expresos, los mal llamados MENA o mayores de 18 años que vienen de centros de acogida”, ejemplifica Manuel Hernández.
Ahí Bioalverde hace la conexión “del cuidado al medio ambiente” con soluciones de cercanía “a la pobreza en el mundo”, apunta. Un proceso que ofrece apoyo para la integración social y formación con un contrato de inserción de dos años. “A veces hay parte de la jornada que comparten con el área social, para el acompañamiento y la valoración de su trayectoria”, subraya Esther García, responsable de Comunicación y Marketing de Bioalverde. Al final del camino, “un 40 por ciento aproximadamente acaba entrando en el mundo laboral”.
Ropa y verduras
En la rueda del consumo masivo, que gira a ritmo de vértigo alrededor de la finca, destaca el pausado pero incesante trajín de cada jornada en la huerta ecológica donde se afanan braceros, tenderas, mozos de almacén… y trabajadores sociales, sicólogas, pedagogos. “Nuestro planteamiento es dar un servicio a la sociedad en dos líneas: primero, dar oportunidad a personas en riesgo de exclusión, que podemos ser cualquiera de nosotros en un momento de nuestra vida, y segundo objetivo, trabajar la tierra siendo respetuosos con el medio ambiente”, explican.
La explotación de la finca es un pilar de la misión que remata una tienda de productos ecológicos para venta directa y también desde su página web. “La comercialización nos sirve para pagar los sueldos y para reinvertir en el proyecto”, sostiene Hernández, dentro de un concepto de economía circular que teje redes de proximidad. “Distribuimos kilómetro cero, tanto a la ida como a la vuelta”, añade, para comprar, con empresas del entorno, y vender, solo en la provincia sevillana.
La otra vía principal está asociada a la vestimenta. “El área textil comienza en 2018 y se integra de la misma forma; hay personal en el centro logístico que envasa las donaciones para enviarlas y otros en la calle con furgonetas para recoger las donaciones de los contenedores rojos”, detalla Esther García. Cáritas, en este punto, funciona a nivel nacional con “una cooperativa donde estamos todas las empresas de inserción” y tres centrales –Barcelona, Valencia y Bilbao– que reciben y filtran el material.
“Si las prendas están en perfecto estado se vuelven a poner en circulación en tiendas abiertas al público, como la que tenemos en la plaza del Salvador”, en Sevilla. En esta parcela ofrecen ropa de vestir y del hogar, además de complementos como zapatos, bolsos e incluso bisutería. Si el material no es útil, “se recicla por separado” y, en última instancia, “se desecha de la manera más sostenible posible”.
¿Nuestra misión, visión y valores?, responden: “luchar por un trabajo que sirva para ayudar en la integración en la sociedad de las personas más desfavorecidas”. “Pensando siempre en que otra forma de hacer las cosas es posible”, subrayan. Casi nada. Ahí conectan “el cuidado al medio ambiente” con soluciones de cercanía “a la pobreza en el mundo”, dice Manuel Hernández. “Esto es una red al final”, una labor “comunitaria”, subraya Esther García. “Hablamos, pero andando, ¿podéis seguir mi ritmo?”, bromea Katile Diamane, el “capataz”, mientras deja sus huellas africanas en la tierra andaluza y solidaria de Bioalverde.
La rueda del consumo gira a un ritmo acelerado pero todavía “es posible otra forma de hacer las cosas”, dicen en Bioalverde, una empresa de inserción laboral “que antepone las personas, el medio ambiente y el desarrollo sostenible”. La teoría sirve para cumplir el objetivo principal del proyecto: la integración de personas en riesgo de exclusión social. Y la práctica llega a través de la agricultura ecológica y el reciclaje de ropa así como de un plan que siembra un nuevo modelo de producción de la entidad sin ánimo de lucro respaldada por Cáritas Diocesana de Sevilla.
“Empezamos en 2015 y por aquí habrán pasado unas 150 personas de inserción”, resume Manuel Hernández, responsable del departamento de Economía Social de Cáritas Diocesana de Sevilla. Una década para remover las raíces de la exclusión desde la Economía Social y Solidaria y que alcanza una plantilla de 47 trabajadores –más de la mitad acogidos al programa de integración, con un sueldo medio de unos 1.200 euros, y el resto fijos o de estructura– y un presupuesto anual que roza “los 1,8 millones de euros”.