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Sevilla y su capital: la cultura como riqueza en todos los sentidos

Sevilla —

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Cultura hasta debajo de las piedras

Si usted tuviera una vivienda en Santiponce y quisiera reformar el cuarto de baño, temblaría a cada golpe de piqueta por si aparecen unos restos romanos. Y es que se ve que la vega sevillana y su colina del Aljarafe llevan milenios sirviendo de hábitat a los humanos.

Resulta que Sevilla es multimillonaria en músicas, usos y costumbres. Y es curioso que lo que para una administración lenta sea una carga, resulte la gran potencia de una ciudad como Sevilla.

Esta realidad histórica convive con otra menos optimista: dos de los barrios más pobres de España están en Sevilla. Andalucía y su capital arrastran una desigualdad endémica y las políticas de empleo y de captación de capital han resultado frágiles. En medio de este sunami, cada ciudad, cada comunidad, busca desesperadamente fórmulas de supervivencia.

Que el turismo sea la solución es un problema

Y aquí el turismo aparece como la salvación y, al mismo tiempo, la amenaza. Con el turismo viene su burbuja y lo cierto es que la turistificación resulta una de las amenazas para ese capital inicial que es la cultura.

Hay que asumir que el turismo convence a los más descreídos de la inversión en aquello que siempre se ha considerado una actividad “María”. Mucho ha costado al sector cultural ser considerado como sector económico. A pesar de los muchos riesgos que la cultura comparte con otras actividades empresariales, hoy es más viable el modelo de las ciudades medianas europeas que las urbes híper-desarrolladas con el aluvión de aquellos que buscaban trabajo y hoy pueblan los suburbios y las cifras de desempleo.

Y no olvidar. Cuántas veces en los programas políticos, en los discursos económicos, se sigue situando la actividad cultural como la hermana sofisticada del ocio. Pero se olvida siempre la condición de trabajadores y empresarios de los artistas. El triunfo de las artes es un espejismo que opaca el auténtico éxito: la posibilidad de hacer un trabajo que te haga crecer y, ay, ser feliz.

Invertir para plantar, crecer y transformar

Resulta urgente jerarquizar aquellas inversiones que modulen una ciudad que viva con, de, y para la cultura. No se trata de desestimar esos proyectos de I+D, las nuevas tecnologías, la biomedicina o la genética. En cualquier caso, no resultan incompatibles.

Sevilla apostó por la industria aeronáutica, que funciona sujeta a los vaivenes de toda la producción europea, y a la inteligencia artificial con el nombre de Parque Tecnológico a la Isla de la Cartuja. El resultado no es desfavorecedor, pero curiosamente hay que recordarlo una y otra vez. Más que el río que separa la Isla de Sevilla es la ausencia de vivienda, comercio, restauración la que aleja el modelo de distrito de la ciudad. 

Por eso cuando se hable de cultura como motor e identidad, en este caso de Sevilla, hay que hablar de habitar las ciudades desde la sostenibilidad y también de “los cuidados”, concepto hijo del feminismo. Sevilla es una ciudad de calle, de zoco, de mercado y que se socializa siempre al aire libre. Cuando se habla de cultura hay que hacerlo de equipamiento, pero también de ocupación del espacio común.

Hay que vincular por tanto el desarrollo urbanístico de la ciudad a su manera de habitarla y de vivir la cultura, sin olvidar los públicos como elemento indispensable en el progreso cultural.

Se tiende a planificar una política de eventos, que liga la actividad cultural con el turismo, pero la ciudad no aparece como promotora sino como receptora. Es magnífico que instituciones internacionales trasladen sus galas a Sevilla, pero puede que tal como vienen se vayan.

Sevilla como conductora de sus propios recursos culturales

Otra cosa es cuando los eventos se producen desde la misma Sevilla y a la capital de Andalucía no le falta materia: la Bienal de flamenco, el Festival de Cine o el Mes de la Danza.

Y aquí es donde los públicos marcan un elemento primordial del modelo cultural. Cuando acudimos a espectáculos y citas de otros países lo hacemos por su calidad, pero también por el contexto. En estos casos el fondo es fundamental pero también la capacidad de innovar y redefinir esos fondos.

El fondo de los espectáculos es la calidad de su programación, pero también es la manera en que se oye, se vive, se celebra.

Una ciudadanía que se implica solo en cierta parte o a través del sector servicios convierte a la ciudad en únicamente en escenario vacío y no en un referente cultural.

Tal vez valga el ejemplo de Alberto Rodríguez y Rafael Cobos y su extraordinaria producción cinematográfica: ser universal siendo a la vez profundamente de tu tierra. Y dejar tu IVA, también el emocional, en la ciudad en la que has crecido y eres.

Cultura hasta debajo de las piedras

Si usted tuviera una vivienda en Santiponce y quisiera reformar el cuarto de baño, temblaría a cada golpe de piqueta por si aparecen unos restos romanos. Y es que se ve que la vega sevillana y su colina del Aljarafe llevan milenios sirviendo de hábitat a los humanos.