ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
Andaluces, ¡feliz Diciembre Nacional!
He elegido conscientemente el titular con la esperanza de que alguien me espete el mal gusto de felicitar y rebautizar el día de la reivindicación popular masiva de 1977 que desembocó en el referéndum por la autonomía andaluza, teñido con la sangre de Manuel José García Caparrós entre el cruce de la Alameda de Colón y la Alameda Principal de Málaga. Lo he querido hacer de esta forma por alinear mi enfoque con el del Consejero de Presidencia de la Junta de Andalucía, Antonio Sanz Cabello, durante la institucionalización del “Día de la Bandera” el pasado 2022. Sin embargo, este 4D no es para los populares andaluces un año de felicitación aséptica y despolitizada como lograron los socialistas con el día de aprobación del estatuto, sino una oportunidad para protestar al calor de los pactos de investidura del pasado 16 de noviembre. Desde las manifestaciones en la sede del PSOE de la calle Ferraz, el ejecutivo de Moreno Bonilla se ha apuntado otro tanto en el pulso territorial contra un gobierno de coalición apoyado en EH Bildu, PNV, BNG, Junts y ERC, representantes de las “nacionalidades históricas” con solvencia y músculo para imponer demandas y quitas de deuda en el marco del proyecto plurinacional de Estado.
Escribo estas líneas convencido de que, a pesar de los esfuerzos de Andalucía Viva y otras plataformas activas en las movilizaciones de cada año, la cesión simbólica del 4-D al ejecutivo de Moreno Bonilla es ya un punto de partida sobre el que operar. Esto es así, en tanto que, objetivamente, hay que concederle cierta razón al PP-A en los motivos para poner el grito en el cielo contra la España de las “dos velocidades”. Si bien, este marco de enfrentamiento interterritorial amenaza con engullir la reclamación de una promesa autonómica insuficiente para un pueblo sin peso real en la vida política española, a pesar de constituir uno de sus territorios más densamente poblados. El asunto del reparto de portavocías en Sumar supuso un precedente a un malestar enquistado que el ejecutivo de Sánchez y Díaz no parece querer abordar por el momento. El abandono político de las fuerzas a la izquierda del PSOE y la propia torpeza estratégica de las propuestas autonomistas del ciclo anterior deja campo abierto a la cooptación del agravio histórico por parte de un Ejecutivo que se sirve de él como oposición efectiva y constitución de un feudo electoral, amparado en una cómoda mayoría parlamentaria. Pero nuestros “benefactores” en el juego territorial tienen, por supuesto, una agenda propia.
Si algo han entendido los populares es que la disputa por el término se gana movilizándolo contra algo, pues es la andaluza una identidad siempre en movimiento, siempre en lucha por no quedarse atrás
Mientras que la apropiación del andalucismo por parte de los precedentes gobiernos socialistas se reservaba el 28 de febrero como fecha oficial, Moreno Bonilla ha confirmado su asistencia para las movilizaciones del 4D, llamando a tomar las calles, “como nuestros padres y abuelos” para no ser considerados españoles de segundo orden. Recordemos que no hace ni un mes, el presidente autonómico hizo acto de presencia en Sevilla para el “Noviembre Nacional” contra la Ley de Amnistía, y en esa misma clave se nos presenta el apoyo institucional brindado a unas movilizaciones coloreadas por arbonaidas pero con un contenido esencialmente rojigualda.
Todo esto venimos avisándolo desde la gala televisada del pasado 28F, desde las elecciones municipales y generales el pasado verano. La toma del 4D sitúa a los populares andaluces como la opción “andalucista” más solvente, ahora con el beneplácito de históricos como Rojas-Marcos que, recordemos, formalizaron la petición de instaurar el “Día de la Bandera” en tal fecha. La claudicación histórica a un “andalucismo de derechas” en la pretendida tradición de Clavero Arévalo trata ahora de reescribir la historia para arrastrar consigo las movilizaciones que se situaban históricamente a la izquierda del socialismo. En esta operación, cuesta ver la solvencia estratégica de parapetarse en que el andalucismo no puede ser “de derechas” por definición esencial, si es que quiere creerse en tales cosas. Si algo han entendido los populares es que la disputa por el término se gana movilizándolo contra algo, pues es la andaluza una identidad siempre en movimiento, siempre en lucha por no quedarse atrás, por transformar el modelo de Estado en su conjunto para evitarlo.
Por supuesto, fuera de los agravios comparativos y discrepancia de “velocidades” movilizadas por el Ejecutivo andaluz, queda todo lo relativo al dumping fiscal madrileño que abandera su correligionaria de partido, Isabel Díaz Ayuso, y que también influye sobre el balance de fuerzas territoriales en las que Andalucía, una vez más, sale mal parada. Queda fuera toda esa violencia institucional que el modelo urbanístico malagueño, exportado al resto de la comunidad, acomete contra los habitantes de sus propias ciudades y les fuerza a vivir a “dos velocidades”. Dos ritmos hay para quienes no van a heredar nada y para quienes van a hacerlo a coste cero por la supresión del impuesto de sucesiones aprobada por el Parlamento andaluz.
España está descompasada, pero también lo están los centros históricos de las ciudades andaluzas con respecto a sus barrios hartos, expuestos a permanentes cortes de luz. Tampoco las demandas de aquellas personas forzadas a aguardar listas de espera interminables quedan recogidas dentro de las protestas secundadas por los populares, quizá porque las “dos velocidades” en materia de sanidad sea algo que les compete directamente a ellos. Mientras tanto, conviene no olvidar que las actas en las que presuntamente figura el nombre de quién apretó el gatillo y acabó con la vida de García Caparrós siguen cerradas, con connivencia de la Junta y el sempiterno alcalde malagueño. El 4 de diciembre no puede ser el “Día de la Bandera”, sino el día en que, ante todo, las hermanas García Caparrós, Paqui, Loli y Puri, recuerdan cada año que en materia de reparación también se envejece a distintas velocidades.
El proyecto de la Junta para el 4D pasa por despolitizarlo del incómodo asunto de la memoria histórica y las promesas incumplidas de la Transición para reconducirlo en clave de agravio interterritorial, herramienta de envite de las derechas nacionales contra una precaria alianza progresista apoyada sobre un desequilibrio ya endémico. Este programa institucional pretende que, si salimos a protestar, sea como andaluces que se saben “verdaderos españoles”, la salvaguarda última de su unidad, y demandarle al presidente Sánchez más competencias para su propio expolio interior. El 4D del presente año 2023, se ha vuelto una jornada confusa cuando quienes nos dice “levantaos” son aquellos que nos quieren callados y serviciales, un attrezzo para los activos turísticos que Moreno Bonilla se aseguró en la World Travel Market de Londres el pasado noviembre, mientras nos decía que apuntásemos con el dedo a Madrid. No aclaraba, convenientemente, si debíamos señalar a Sánchez o a Díaz Ayuso. Por empezar a replantear objetivos, quizá debiéramos señalarle directamente a él.
He elegido conscientemente el titular con la esperanza de que alguien me espete el mal gusto de felicitar y rebautizar el día de la reivindicación popular masiva de 1977 que desembocó en el referéndum por la autonomía andaluza, teñido con la sangre de Manuel José García Caparrós entre el cruce de la Alameda de Colón y la Alameda Principal de Málaga. Lo he querido hacer de esta forma por alinear mi enfoque con el del Consejero de Presidencia de la Junta de Andalucía, Antonio Sanz Cabello, durante la institucionalización del “Día de la Bandera” el pasado 2022. Sin embargo, este 4D no es para los populares andaluces un año de felicitación aséptica y despolitizada como lograron los socialistas con el día de aprobación del estatuto, sino una oportunidad para protestar al calor de los pactos de investidura del pasado 16 de noviembre. Desde las manifestaciones en la sede del PSOE de la calle Ferraz, el ejecutivo de Moreno Bonilla se ha apuntado otro tanto en el pulso territorial contra un gobierno de coalición apoyado en EH Bildu, PNV, BNG, Junts y ERC, representantes de las “nacionalidades históricas” con solvencia y músculo para imponer demandas y quitas de deuda en el marco del proyecto plurinacional de Estado.
Escribo estas líneas convencido de que, a pesar de los esfuerzos de Andalucía Viva y otras plataformas activas en las movilizaciones de cada año, la cesión simbólica del 4-D al ejecutivo de Moreno Bonilla es ya un punto de partida sobre el que operar. Esto es así, en tanto que, objetivamente, hay que concederle cierta razón al PP-A en los motivos para poner el grito en el cielo contra la España de las “dos velocidades”. Si bien, este marco de enfrentamiento interterritorial amenaza con engullir la reclamación de una promesa autonómica insuficiente para un pueblo sin peso real en la vida política española, a pesar de constituir uno de sus territorios más densamente poblados. El asunto del reparto de portavocías en Sumar supuso un precedente a un malestar enquistado que el ejecutivo de Sánchez y Díaz no parece querer abordar por el momento. El abandono político de las fuerzas a la izquierda del PSOE y la propia torpeza estratégica de las propuestas autonomistas del ciclo anterior deja campo abierto a la cooptación del agravio histórico por parte de un Ejecutivo que se sirve de él como oposición efectiva y constitución de un feudo electoral, amparado en una cómoda mayoría parlamentaria. Pero nuestros “benefactores” en el juego territorial tienen, por supuesto, una agenda propia.