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Helena C. Miranda

13 de noviembre de 2023 20:20 h

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Hace unos días, la Junta de Andalucía presentaba su nueva campaña para incentivar el turismo en la región: Andalusian crush. Una producción que ha contado con el actor estadounidense Peter Dinklage (Juego de Tronos) para ponerle voz a un spot que se presenta no como anuncio sino como advertencia: “Viajar a Andalucía te transforma”. Sin embargo, no hay campaña que advierta del impacto y de la transformación que ya está viviendo Andalucía a causa del turismo masificado.

“No entendemos Andalucía sin los andaluces”, dictaba el briefing de la campaña. Los mismos andaluces que ya no pueden habitar sus propias ciudades, condenados a la periferia a causa del precio desorbitado de la vivienda y de la pérdida de tejido comunitario en los barrios.

El turista busca la experiencia y se encuentra con el decorado vacío. Con la tragicomedia de un centro hueco, carcomido de apartamentos turísticos, masificado de extranjeros con gafas de sol en un parque de atracciones marcadas en un mapa, en la búsqueda constante de la Andalucía prometida. Desesperación sofocada en un tablao donde se escenifica la vida de antaño en las corralas, con copa y cena antes de las nueve.

Andalucía ha recibido 8.300.000 turistas entre abril y junio de este año. Según Eurostat, es la 2ª región europea con más pernoctaciones en alojamientos reservados por plataformas en línea: 25 millones de noches registradas en 2022

Porque el turista viene a buscar “la experiencia, la exclusividad, la innovación y el crecimiento personal”, atributos que detalla el briefing de la Junta de Andalucía. Y lo hace en las terrazas de Santa Cruz, invadiendo entre otras la entrada del colegio San Isidoro, condenado a echar el cierre por la turistificación, y no tanto por falta de niños en el barrio. Aunque ya ni hay niños ni hay barrio que necesite colegio. Santa Cruz no los necesita; necesita camareros con experiencia.

“No preguntes por Paco, ni por Pablo, ni por Lola”, dice Peter Dinklage en el spot. Ni por todos aquellos andaluces que han tenido que buscarse la vida fuera de su tierra, en la que solo parecen abundar puestos de hostelería. Pregunta mejor dónde puedes comer tapas. Quizás Lorca esté en el Starbucks de la esquina o en el Hard Rock Café, buscando la inspiración con una Guinness en la mano.

Andalusian crush. Una campaña que vende un producto. Una tierra que vende sus intangibles por menos de 80 euros al día. Concretamente, 78,85 euros, según la encuesta de Coyuntura Turística de Andalucía del segundo trimestre de este año, 73 euros según la Encuesta de Turismo de Residentes (INE). Una cifra muy por debajo de otras comunidades autónomas que reciben menor afluencia de turistas, como Canarias o Madrid. La conclusión es clara: Andalucía se vende muy barata.

El turista no lo sabe, pero quizás sea víctima de publicidad engañosa. El verdadero Andalusian crush que busca, no está. Al menos no donde lo espera. Parece esconderse en las casetas privadas de la Feria, aún vírgenes. En las cenas de Nochebuena, alrededor de una candela, en los corrillos de vecinos, en los delantales que huelen a adobo, entre las hojas de las pilastras, en las cruces de mayo, en el redil de unos calentitos, en la perfecta afirmación de una triple negación, ’no ni ná’. En tantas y tantas cosas invisibles a los ojos, que no caben en un briefing ni en veinte temporadas de Juego de Tronos.

Ay, caballo grande. El claim que realmente grita hoy Andalucía ya lo firmó Lola Flores en 1983, sin necesidad de agencia de publicidad, ni de briefing alguno. Un claim tan desesperado como rotundo:

Si me queréis, irse. 

Hace unos días, la Junta de Andalucía presentaba su nueva campaña para incentivar el turismo en la región: Andalusian crush. Una producción que ha contado con el actor estadounidense Peter Dinklage (Juego de Tronos) para ponerle voz a un spot que se presenta no como anuncio sino como advertencia: “Viajar a Andalucía te transforma”. Sin embargo, no hay campaña que advierta del impacto y de la transformación que ya está viviendo Andalucía a causa del turismo masificado.

“No entendemos Andalucía sin los andaluces”, dictaba el briefing de la campaña. Los mismos andaluces que ya no pueden habitar sus propias ciudades, condenados a la periferia a causa del precio desorbitado de la vivienda y de la pérdida de tejido comunitario en los barrios.