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Canal Sur: la apropiación cultural en el Karaoke del PP

24 de octubre de 2024 20:19 h

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Ahora me ha dado por entrenar a niños a jugar al fútbol. Nunca he sido futbolista. De hecho, mi bagaje deportivo pivota descoordinadamente entre las muchas cosas que hay entre el baloncesto y las magics. En cualquier caso, siento la necesidad, en mi precariedad familiar heredada de estos eventos canónicos que disfrutamos nuestra generación, de que alguien me escuche y poder transmitirles a los chavales valores que para mí son importantes. Quizás soy ajeno al fútbol, pero no al deporte, a la deportividad o al reponerse, con un mínimo de dignidad y no sin hacer “el gamba”, a los goles de la vida.

Para una charla que tengo que darles hoy reflexionaba sobre qué hubiera querido, gustado o necesitado yo que me dieran, como niño de 12/13 años que acaba de perder un partido injustamente. Lo encontré. Y luego me llevé el mismo ejercicio a lo andaluz y ahí me choqué de cara ridículamente contra la puerta automática que es Canal sur.

En Andalucía, el papel de contarle las cosas a los andaluces es -al menos me parece argumentable- de Canal Sur, quien bajo el gobierno regional actual del Partido Popular plantea una encrucijada fascinante entre los deberes de un medio público, la influencia política que sufre cualquier medio, y su rol social y representativo de lo propio, que deben tener los medios con cierto peso periodístico o informativo.

Para los que nos dedicamos a la comunicación, no es difícil percibir un tufillo potentón, como de boquerones en adobo, pero mal, de cómo la emisora pública se ha convertido en la furgoneta del tapicero del PP en su lucha por promover sus marcos de pensamiento en un espejo plural de la diversidad andaluza. Canal Sur, originalmente concebido como un pilar de la comunicación y el pluralismo para promover la cultura, la lengua y la identidad de Andalucía. En definitiva, dar esa voz a un territorio especialmente afectado por la colonización de la conquista y el fascismo. Sin embargo, parece haberse desviado al borde del terraplanismo.

Tertulianismo descarado. Contenido de infumables horas de cocina non-stop. La banalidad de que den las migajas de la transformación digital por tener sueldo del sur de Europa. Y de los informativos qué decir… La parcialidad informativa de esta época dejan en autentic-mega-pelota-picada a los del PSOE, que también se las traían con lunares. Una idea, unos valores y unos mensajes dirigidos a una Andalucía a la que nos sentimos ajenos desde los 60. Dócil y acomplejada, con su guitarrita en ristre cantándole a Madrid, que también da la razón a los ignorantes que me he encontrado por el camino, que siguen teniendo la imagen de posguerra que vi en las metrópolis y que también llevaron los migrantes de los 50 y los 60 a L’Hospitalet de Llobregat.

Del andalucismo moderno, digno y contestatario que pueda dar pie a una juventud empoderada... ni rastro. Seguimos ahogados en alcohol y fiesta baratita, para evitar que los jóvenes se miren unos a otros en universidades públicas, y no en chiringuitos privados a las afueras. La juventud que lucha por sus derechos en acampadas o que simplemente pueda oponer resistencia al nuevo colonialismo que representa el turismo y que la ahoga en miseria. De que los jubiletas se levanten, como en el País Vasco, pa qué os voy a contar ná.

Que bueno, también te digo, si lo hiciera Atresmedia sería igual de escandaloso, con la salvedad del poso ideológico que te da estar fundado por el ilustre pedroseño, José Manuel Lara Hernández, legionario y franquista. Alguien dotado con “la listeza del que había pasado hambre, pero con la cólera de un legionario” que aún marca los designios de España patrocinados por Prosegur, el Real Madrid del tito Floren, con personajes como Ferreras, Inda o el de Desokupa, pues venga vale. Me aguanto. Aceptamos barco. Pero un ente público, hijo del pluralismo y la democracia, fundado a las luces de la Constitución debería ser otra cosa.

Son serios los audios de Bárbara Rey. Es serio lo que el PP piensa de lo que es un medio de comunicación. Es serio también que sigamos viviendo con leyes de prensa vaciadas de los años 60. Es serio que no quieran una regulación moderna de los medios. Algo temerán.

Intentar convencernos de que el Andalucismo es una cosa hueca, que se le ha ocurrido a Moreno Bonilla, para difundir ese relato centralista que lucha contra la ruptura de España y que, por lo visto, representa la pluralidad de España

En su deriva mafiosa de, “Pedro Sánchez cuando dimitas dejaremos de acosar a tu familia”, se llevarán por delante lo que sea, porque se creen que to esto es suyo. Incluidos los medios de comunicación de todos. La voz de la conciencia, a veces ebria, de Andalucía. Esta apropiación cultural, porque la televisión no deja de ser cultura y más si la pagamos todos, no solo plantea un dilema ético, sino que pone en jaque la función fundamental de Canal Sur: ser un foro plural, crítico y representativo de la realidad andaluza.

Lo que antes era un símbolo, por supuesto hiper-mega-super criticable, de la riqueza cultural de Andalucía, al menos en esencia, ahora se desfigura entre recortes y reformas. Para apropiarse de cuatro chascarrillos para intentar convencernos de que el Andalucismo es una cosa hueca, que se le ha ocurrido a Moreno Bonilla, para difundir ese relato centralista que lucha contra la ruptura de España y que, por lo visto, representa la pluralidad de España. Pienso en los profesionales del ente, en la censura que tienen que estar viviendo los que sobreviven a la limpia, en lo que tiene que ser trabajar para el gabinete de comunicación de Moreno Bonilla. En este movimiento, no tan poco a poco, se ataca al pluralismo, la pluralidad y la diversidad, pilares fundamentales de la democracia. Se apaga la voz y la mirada de Andalucía, aunque mediáticamente fuera bizca y tuviera voz de pito. Estamos en la irrelevancia previa a la desaparición de las cosas.

Y al final, ¿qué creo que le estamos diciendo a los andaluces? Pues que vale cualquier cosa, que el pluralismo es malo, que la democracia además de ser mala es mucho para nosotros. Que el turismo de masas es regular, el turismo sin masas a tope de gama, pero que el malo malísimo es el presidente del Gobierno y las estructuras del Estado que, de nuevo muy criticablementes, son la última barrera contra la barbarie que representa la desregulación del mercado de la mano no tan invisible. Que la mano que tienen que ver es la de un señor cocinando, que no valen pa otra cosa. El PP andaluz canta y se apropia por Rosalía en sus tiempos, “trahtrah”, con las dos manitas padentro. ¿Le dirá la Rosalia a Jeremy Allen White “Kiyo” como se lo dice el PP a Vox?

Mientras, se cumple la profecía de Carlos Almansa: “Estén ustedes seguros que más tarde o más temprano nos acabaremos extinguiendo”. No lo dejen, estén atentos, duerman bien, aprendan Excel, no rueguen, tengan amor propio y beban mucha agua. Tampoco le quiten un ojo a los medios de comunicación. Lo que está en riesgo no es solo su papel como difusor de contenido cultural, sino su integridad como medio público libre e independiente, su rol como proveedor del derecho a la información para ejercer en democracia decisiones informadas y en ella nuestra supervivencia como cultura autónoma, abierta, acogedora y rebelde.

Ahora me ha dado por entrenar a niños a jugar al fútbol. Nunca he sido futbolista. De hecho, mi bagaje deportivo pivota descoordinadamente entre las muchas cosas que hay entre el baloncesto y las magics. En cualquier caso, siento la necesidad, en mi precariedad familiar heredada de estos eventos canónicos que disfrutamos nuestra generación, de que alguien me escuche y poder transmitirles a los chavales valores que para mí son importantes. Quizás soy ajeno al fútbol, pero no al deporte, a la deportividad o al reponerse, con un mínimo de dignidad y no sin hacer “el gamba”, a los goles de la vida.

Para una charla que tengo que darles hoy reflexionaba sobre qué hubiera querido, gustado o necesitado yo que me dieran, como niño de 12/13 años que acaba de perder un partido injustamente. Lo encontré. Y luego me llevé el mismo ejercicio a lo andaluz y ahí me choqué de cara ridículamente contra la puerta automática que es Canal sur.