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Envidia insana

Juan Lugo Brenes

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Circula por ahí un cuento de dudosa procedencia que dice que la envidia es uno de los peores pecados. También cuenta algo de una paloma, no sé, unas historias raras. Puede que tengan razón, la envidia es mala, pero es mala según se vea. Puede darse la situación en la que tu colega aprueba el examen que habéis estado los dos estudiando y que tú has suspendido, caso en el que lo normal es sentir envidia “sana”. Por el contrario está el caso en el que ves cómo alguien lucha por algo y lo consigue, y tú, que no luchas porque no te da la gana, no consigues nada. Podría esto despertar un sentimiento de envidia “insana”.

Últimamente estoy acostumbrándome a experimentar más el segundo de los casos cada vez que enciendo la televisión al mediodía y aparece en el telediario algo de política. Porque si aparece algo de política ahí están los de siempre, los vascos y los catalanes. Esa España menos España debido a la pronunciada escasez de banderas rojigualdas en sus atuendos.

Vaya tela picha que cabrone son, no paran de pedir, hay que ver lo que están haciendo con España, si se quieren ir que se vayan ar carajo, onde va cojone, darle un tronco que lo parta con la cabesa.

Esta prosa hilada con aguja, o más bien con un palillo dientes, puede ser escuchada en cualquier barra andaluza junto a un vaso escarchado de malta a muy baja temperatura. No entienden que si exigen es porque pueden, porque se lo han ganado mediante sus votos, porque luchan por lo suyo y por lo que creen que se merecen. Nuestras urnas duermen con la luz encendida, las suyas dan bocados.

Aquí se solucionan las cosas con una jarra de rebujito y cuatro palmadas ajín con mucho arte, pero después la cita del médico me la dan para dentro de tres meses. Nuestra Doñana al servicio de los campos de golf y las fincas, pero después para trabajar hay que irse fuera. “Esto que lo solucione otro, pa tres días que voy a estar aquí no me meto en lío”. Es una postura muy válida, tanto, que no tiene forma de ser atacada, pero tampoco la tiene de ser defendida. Solamente pierdes el derecho a la queja. Al andaluz le gusta la vida de rico sin tener un duro. Se conforma con ir a ver a su equipo los fines de semana, pegarse sus diez días en Matalascañas y comerse un “sashimi de salmón noruego con erasmus en Letonia semicrudo con alga wakame” (que no sabe lo que es, pero suena un montón de caro). Esas “pequeñas cosas” que suelen ser emitidas en vivo y en directo por los estados de WhatsApp, siendo instantáneamente criticadas por sus ávidos espectadores.

La llave del cambio está en nuestras manos, si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer? Luchemos por lo nuestro, afilen las lenguas y salgamos a las calles con nuestra bandera como ya se hizo antaño. Que se escuche nuestra voz en la calle para que se escuche en el Parlamento de una vez por todas

¿Pa qué queremos unas condiciones laborales dignas en las que el trabajador no es explotado por su jefe con jornadas de trabajo ilegales y sin contrato a cambio de cuatro duros? ¿Pa qué queremos un turismo sostenible en el que Andalucía sea algo más que un parque de atracciones dónde hacer todo lo que no te dejan hacer en tu casa? O una sanidad pública a la que todo el mundo tenga acceso y sean atendidos lo antes posible ¿Pa qué? Esas son paranoias de rojo, yo me quedo con mi semana en Matalascañas. Mientras, Euskadi, de las comunidades con menos lista de espera en sanidad. Cataluña batiendo récords históricos siendo una de las comunidades con mayor ocupación laboral. A nosotros que nos dejen con nuestra lucha por crear el camino de Santiago versión “rociero” hecho a mesa y mantel para los tres o cuatro de siempre. Porque aquí si vienes en Porsche no tendrás problema, los cojones nos los guardamos para los que vienen en patera. No se trata de que el norte ande en un sendero espiritualmente divino que divaga por encima del bien y del mal, lo que ocurre es que aman su tierra por algo más que por sus fiestas y sus tradiciones.

¿Cuándo nos daremos cuenta que hasta aquí llegó la broma? ¿Qué tiene que ocurrir? ¿Tiene que aparecer un Che de la Alameda para que se arme la revolución?

La derecha sabe bien cuál es el pienso que le gusta al andaluz borrego y cuando quiere se lo pone en la boca. Mientras tanto nuestra izquierda, cada vez menos unida, sale con el cuchillo de untar entre los dientes, que no sirve más que para eso, para untar. Nos queda una Andalucía dócil, conformista, maleable según les convenga a los de siempre. Los cascos históricos de nuestras ciudades estarán prostituidos al apartamento turístico (más todavía); la pérdida de identidad se propagará por la calles de forma epidémica; las industrias las veremos cada vez más de lejos y las condiciones laborales serán cada vez peores; la sanidad, la educación sólo emergerán en el ámbito privado; los ricos serán cada vez más y más ricos, mientras que los pobres sólo serán ricos si se van a labrar su futuro en tierras forasteras. Pero oye, que mi virgen es más bonita que la tuya, y mi feria es la mejor y la más grande ¿te has enterao, no?

La llave del cambio está en nuestras manos, si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer? Luchemos por lo nuestro, afilen las lenguas y salgamos a las calles con nuestra bandera como ya se hizo antaño. Que se escuche nuestra voz en la calle para que se escuche en el Parlamento de una vez por todas.

Circula por ahí un cuento de dudosa procedencia que dice que la envidia es uno de los peores pecados. También cuenta algo de una paloma, no sé, unas historias raras. Puede que tengan razón, la envidia es mala, pero es mala según se vea. Puede darse la situación en la que tu colega aprueba el examen que habéis estado los dos estudiando y que tú has suspendido, caso en el que lo normal es sentir envidia “sana”. Por el contrario está el caso en el que ves cómo alguien lucha por algo y lo consigue, y tú, que no luchas porque no te da la gana, no consigues nada. Podría esto despertar un sentimiento de envidia “insana”.

Últimamente estoy acostumbrándome a experimentar más el segundo de los casos cada vez que enciendo la televisión al mediodía y aparece en el telediario algo de política. Porque si aparece algo de política ahí están los de siempre, los vascos y los catalanes. Esa España menos España debido a la pronunciada escasez de banderas rojigualdas en sus atuendos.