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Roser Buscarons, pionera de las cooperativas lideradas por mujeres: “Hemos tenido que trabajar mucho para que nos escuchen”

Sara Rojas

4 de octubre de 2024 19:18 h

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Roser Buscarons lleva los valores del cooperativismo en el ADN. Por eso, cuando tan solo tenía 23 años, decidió dejar un trabajo estable como administrativa en un instituto de Formación Profesional de Granada para aventurarse a impulsar su propio proyecto empresarial, acompañada de otros siete jóvenes “con muchas ganas” de crear su “propio puesto de trabajo, vivir en el campo y educar en materia medioambiental”.

Fue en 1982, en los albores de la democracia, cuando Roser Buscarons se lanzó a fundar la cooperativa Huerto Alegre de la mano de Mariluz Díaz, dos mujeres que son hoy referentes de la economía social y solidaria en España por todo lo que han aportado –a nivel político y social– para el impulso de su desarrollo. Entonces no lo sabían, pero estaban dando continuidad al legado de cooperativistas pioneras como Regina de Lamo, quien en los años 20 y 30 del siglo XX luchó por causas sociales como los derechos de las mujeres, pero cuyo ejemplo quedó sepultado bajo el olvido que impuso la dictadura franquista.

Con la puesta en marcha de Huerto Alegre, las ocho socias y socios fundadores no solo estaban dotando a la escuela del municipio granadino de Albuñuelas “de un recurso para que los niños pudieran salir del centro y relacionarse con la naturaleza fomentando su autonomía personal”, sino que estaban creando la primera Granja Escuela de Andalucía y sembrando el germen de una pedagogía innovadora, que ha inspirado proyectos como el Parque de las Ciencias de Granada.

La igualdad en los cimientos

Mientras que la sociedad española de entonces aún tenía arraigados los valores del franquismo, la cooperativa Huerto Alegre echó a andar a contracorriente, colocando en sus bases los principios de “un trabajo igualitario”. La vocación feminista con la que surgió esta organización –compuesta en sus inicios por cuatro chicos y cuatro chicas– ha llevado a sus socios y socias a contar hoy con una plantilla formada en un 80% por mujeres y a encomendar a ellas el 100% de los puestos directivos y de coordinación, algo inusual en el sector de la economía social hasta hace pocos años, como reconoce la propia Roser Buscarons.

“Todos queríamos participar e implicarnos desde el principio, tanto en el desarrollo del proyecto como en el trabajo sobre el terreno”, recuerda ahora la socia fundadora de esta empresa pionera en apostar por el liderazgo de las mujeres. La igualdad se asentó desde sus inicios en los cimientos de Huerto Alegre, pues los ocho jóvenes se pusieron manos a la obra “a hacer cemento y levantar muros”, al tiempo que derribaban los roles de género.

“Las mujeres que trabajamos aquí somos muy feministas y siempre hemos tenido esa motivación de participar y ocupar cada uno su puesto defendiendo el trabajo en equipo”, asegura Buscarons, quien explica que los primeros años en los que pusieron en marcha el proyecto de la granja escuela se plantearon “rotar por cada puesto, pasando por la dirección, la limpieza y la cocina, tanto chicos como chicas”.  

Impronta en la educación ambiental

No obstante, “la granja escuela fueron los inicios”, indica quien ha desempeñado hasta su jubilación la gerencia de Huerto Alegre, hoy en manos de su compañera Mariluz Díaz. “Luego nos centramos en la educación ambiental, siempre con los niños como protagonistas, y más adelante vimos que era necesario educar medioambientalmente también en la ciudad, así que iniciamos un aula de educación ambiental en el medio urbano con el Ayuntamiento de Granada”, explica Buscarons.

Así echaba raíces una de las primeras empresas en impulsar la cultura medioambiental en el territorio español, gestionando, entre otros proyectos, el aula de Naturaleza Ermita Vieja –propiedad de la Junta de Andalucía– o el programa educativo La Alhambra Educa, del que se ha hecho cargo durante 24 años.

Desde ese rincón de Andalucía, Buscarons ha participado además en el diseño de programas y materiales didácticos de educación ambiental y cultural, así como en la impartición de cursos, seminarios, encuentros y otras actuaciones formativas, promoviendo la creatividad y la innovación en el aprendizaje desde los valores del cooperativismo.

Ese compromiso con la educación ambiental ha llevado a esta empresaria afincada en Granada a implicar a Huerto Alegre en numerosas redes a nivel europeo, que trabajan por incorporar la dimensión medioambiental en el programa curricular de los niños y niñas de todo el continente.

Voces femeninas frente a un sector masculinizado 

La perspectiva educativa, medioambiental y de género que incorporó Buscarons en Huerto Alegre la aplicó también en las diversas organizaciones empresariales en las que se ha implicado, con el afán de defender y promocionar el cooperativismo andaluz en el que cree firmemente. Entre otros cargos, ha sido consejera de FAECTA (Federación Andaluza de Empresas Cooperativas) y como presidenta de AMECOOP (Asociación de Mujeres Empresarias Cooperativistas), logró que la voz de las cooperativistas resonara por primera vez en el Parlamento andaluz por boca de una organización específica de mujeres. Desde su jubilación, colabora con el proyecto WeCoop Mujeres ESS, como mentora de la red, dada su condición de empresaria referente del cooperativismo andaluz.

Gracias a esa batalla que libró Roser Buscarons, junto a otros nombres destacados como Ángeles de la Plata, de la cooperativa Sierra Nevada también en Granada, la voz de las mujeres logró alzarse al nivel de los hombres en un sector que hasta hace unos años “estaba muy masculinizado”. “Nosotras hablábamos y era como si no tuviéramos voz, no nos escuchaban”, recuerda esta pionera de las cooperativas lideradas por mujeres, después de 40 años de experiencia en el sector de la economía social y solidaria.

“Hemos tenido que trabajar mucho, demostrar nuestra seriedad con el trabajo, desarrollar proyectos sólidos y hasta que no encuentras tu espacio, no sientes que te empiezan a respetar y a prestar atención”, manifiesta ahora Buscarons, reconocida con el Premio de Excelencia Mujer Rural 2011 del Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, por la trayectoria empresarial de Huerto Alegre, así como con el Premio Andalucía de Cultura y Medio Ambiente de 1994, entre otros reconocimientos.

Quienes conocen su trayectoria destacan que gracias a su compromiso por defender los intereses comunes y los valores del cooperativismo, Buscarons ha logrado influir en el desarrollo legislativo de la economía social y solidaria, impulsando cambios en las leyes andaluzas del cooperativismo social. Sin embargo, su humildad y filosofía enfocada en el equipo la llevan a difuminar sus logros personales tras del nombre de su cooperativa.

Lo cierto es que ejemplos como el de Huerto Alegre –que lleva 34 de sus 42 años presidido por mujeres– han contribuido a cambiar el panorama del cooperativismo en España, potenciando el “empoderamiento de las empresarias cooperativistas” y animándolas a asumir “papeles de liderazgo, de organización y dirección”.

Si Roser Buscarons y su equipo apostaron en los años 80 por el modelo cooperativo era porque “creíamos en que lo importante es el capital humano y no el económico, aunque el proyecto tiene que ser rentable”. Hoy continúa defendiendo un concepto de empresa “inclusivo e integrador”, regido por la filosofía de que “sólo desde la estructura relacional y profesional absolutamente cohesionada y dinámica es posible afrontar las dificultades y los retos, educativos y profesionales que son necesarios para contribuir al desarrollo de una sociedad más justa, equilibrada y sostenible”.

Por eso, considera que sigue mereciendo la pena que mujeres y hombres den el salto a liderar un proyecto empresarial propio bajo el modelo de la economía social y solidaria, pues es el que “coloca en el centro al capital humano, su valor y tiene en cuenta sus circunstancias personales”.

Roser Buscarons lleva los valores del cooperativismo en el ADN. Por eso, cuando tan solo tenía 23 años, decidió dejar un trabajo estable como administrativa en un instituto de Formación Profesional de Granada para aventurarse a impulsar su propio proyecto empresarial, acompañada de otros siete jóvenes “con muchas ganas” de crear su “propio puesto de trabajo, vivir en el campo y educar en materia medioambiental”.

Fue en 1982, en los albores de la democracia, cuando Roser Buscarons se lanzó a fundar la cooperativa Huerto Alegre de la mano de Mariluz Díaz, dos mujeres que son hoy referentes de la economía social y solidaria en España por todo lo que han aportado –a nivel político y social– para el impulso de su desarrollo. Entonces no lo sabían, pero estaban dando continuidad al legado de cooperativistas pioneras como Regina de Lamo, quien en los años 20 y 30 del siglo XX luchó por causas sociales como los derechos de las mujeres, pero cuyo ejemplo quedó sepultado bajo el olvido que impuso la dictadura franquista.