Las bombas sobre Gaza despiertan la memoria de las últimas 'huías' de Franco en Andalucía: “Nos hicieron lo mismo”
La Marcha Las Huías es una ruta senderista que revive el éxodo de refugiados españoles desde septiembre de 1936 por los ataques fascistas en las sierras de Cádiz y Málaga, un capítulo anterior al mayor crimen de guerra del franquismo, la conocida como Desbandá.
Dicen que, siendo niños, sufrieron “lo que viven ahora en Palestina”. En la memoria retumban los bombardeos contra la población civil indefensa. Y los muertos, el hambre, el miedo. Jorge Cordón (95 años) y Salvador Rosado (94) ven “por la tele” episodios calcados. Casi en directo. Ellos son supervivientes de uno de los mayores éxodos de refugiados en el sur de Europa: las huías (huidas) por los ataques fascistas en las sierras de Cádiz y Málaga desde septiembre de 1936. “Que no haya más guerras en la vida”, reclaman.
El avance a sangre de los golpistas encapsula en la capital malagueña a la población que huye. El traslado forzoso suma 300.000 desplazados a partir de febrero del 37 en dirección a Almería con hasta 5.000 asesinados en ataques por tierra, mar y aire de fascistas apoyados por la Alemania nazi. Una ratonera que toma desde entonces el sobrenombre de carretera de la muerte.
Las Huías desvelan el terror en los pueblos antes de la Desbandá. Una diáspora interior menos conocida y que revive por segundo año una marcha que ha reunido a más de medio millar de personas en Cuevas del Becerro (Málaga), donde confluyen cuatro columnas que suman caminantes de Alcalá del Valle, Arriate, Cañete la Real, El Burgo, Setenil de las Bodegas, Serrato y Teba. Como dijo alguien en la “especial” jornada de memoria: “Quisieron matarnos a todos y hasta los huesos de nuestros muertos se convirtieron en semillas”.
Supervivientes del terror
El noroeste de la provincia de Málaga y la Sierra de Cádiz bulle. Miles de refugiados intentan escapar de la violencia rebelde a apenas dos meses del fallido golpe de Estado contra la democracia de la II República. El trajín arrastra a puñados de niños. Caso del cueveño Salvador Rosado Nieblas, que arranca así: “Soy un superviviente de las huías”.
El relato dibuja el trayecto que su familia recorre por la sierra para escapar de los golpistas. El grupo lo forman sus padres, Teresa y Salvador, con sus hermanas Ana, Margarita y Emilia, de entre 16 y 11 años, y están ocultos unos días en un cortijo. Hasta que deciden regresar al pueblo. “Estas rojillas ya andan preñadas de los rojos”, escupen unos guardias civiles que topan por el camino en un puesto de control de los sublevados.
“Y a mi padre le decían palabrotas”, subraya. “Los fascistas disfrutaban haciendo sufrir a las familias hasta no poder más”, dice. Como en una retahíla enumera a renglón seguido varias decenas de nombres y apellidos de paisanos asesinados. Y apunta, desde las luces de una memoria privilegiada, estado civil y descendencia: “deja cuatro hijos”.
“Claro que participé en las huías y tengo muy malos recuerdos, éramos muchas familias que pasamos miseria, hambre y mucho miedo”, recuerda Jorge Cordón Ledesma, natural de Teba y que ha recibido un homenaje como superviviente en la II Marcha Las Huías, organizada por asociaciones memorialistas y los ayuntamientos implicados. En aquel trasiego vio “muchos muertos” y también en la Desbandá, que vive con siete años de edad.
“Recuerdo los pueblos donde estuve en la zona roja, en aquel lado, y cómo llegamos a Almería y pegaron un viaje de cañonazos contra un cine, que nos metieron allí a los refugiados y resulta que el cine ardía como dios, después de tanto miedo como llevábamos”, cuenta. “La guerra fue muy mala y después fue hambre y miseria por todos lados” y por eso, incide: “Le pido al mundo que no haya más guerra en la vida”.
Los ecos de la historia
Centenares de personas recorren las mismas sinuosas carreteras 87 años después de las huías. Es una “senda que aún resuena con los ecos de la historia”, dicen los organizadores. Los grupos serpentean entre la reivindicación y el ambiente festivo. Al punto central de este año, en Cuevas del Becerro, explota una jornada de convivencia con conferencias, música y comida.
E ideas, reflexiones compartidas, derechos colectivos, utopías, esperanzas. Todo forma una suerte de consumación del derecho a la memoria desde la base y el reclamo común: verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición. Y también un apoyo solidario a los pueblos “hermanos” de Palestina y la República Saharaui.
“Lo que viven ahora en Palestina es lo mismo que nos hicieron, por eso me da tanta pena, que los bombardeen, que los maten”, refiere Salvador. En el salón de su casa atiende a elDiario.es Andalucía y señala: “Yo lo veo ahí, por la tele, los de Israel que hagan eso después de lo que sufrieron, no tienen vergüenza”.
“Nosotros no pasamos de Cártama, el bombardeo de Málaga lo escuchamos desde allí, era diariamente, a las 11 de la mañana venía la aviación desde Sevilla a bombardear y se iban”, narra el superviviente del terror. “Que la gente abran los ojos bien, que en las escuelas tenía que haber una asignatura donde se recuerde la memoria histórica pero cumplida, que se diga la verdad, porque la mayoría que están en las escuelas no saben lo que pasó en la guerra”, aconseja Jorge.
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