“Cádiz no quiere ser Benidorm”: pensionistas, estudiantes y sanitarios apoyan la protesta de los trabajadores del metal
“Dicen que somos violentos y yo les digo que tienen razón. Tenemos un arma peligrosísima, la organización de la clase trabajadora”. Jesús Galván, que se definió como trabajador del metal, concluía con estas palabras la manifestación que a lo largo de hora y media cruzó este sábado la avenida central de Puerta Tierra de Cádiz, desde la Plaza Ingeniero La Cierva, que está a punto de cambiar de nombre y que a las cinco de la tarde estaba llena de paraguas.
Como también dijo, “el metal está de moda”. Por las imágenes de los disturbios, eso sí, y no por las reivindicaciones de los trabajadores. Hoy, en el quinto día de la huelga general, no hubo neumáticos ardiendo ni barricadas. De hecho, lo más violento que se vivió a lo largo de la marcha fue un petardo de pólvora a la altura del Parque Varela y un niño de corta edad que arrolló a una reportera con un avión amarillo, de juguete, de los que regalaban en Airbus de Puerto Real antes de que lo chaparan.
Llovió poco pero llovía sobre mojado: “Aquí lleva lloviendo miseria y precariedad desde hace mucho, pero lo que cae esta tarde, como decimos en Cádiz tan solo es agüita pa los calvos”, había dicho Galván a comienzos de la movilización, cuando aún albergaban dudas sobre si merecía la pena o no tirar para adelante. Lo hicieron. Y había gente que miraba desde las ventanas, pero tampoco faltaron quienes salieron a aplaudirles, incluso desde la escalera de acceso al hospital Puerta del Mar: “¡Viva Cádiz!”, gritó allí a pulmón libre una señora.
“No estamos exigiendo nada que no sea nuestro”
Nadie daba un euro por el éxito de la convocatoria, que había partido de la Coordinadora de Trabajadores del Metal, la Confluencia Sindical Bahía de Cádiz y de la CGT, pero no así de los sindicatos mayoritarios, a los que recordaron algunos de los oradores: “Hay algún que otro medio que ha comentado que queremos ganar más dinero. Esto es una auténtica falacia, una auténtica mentira. Lo que queremos es lo que nos corresponde por derecho –dijo Antonio Muñoz Avecilla, de CGT, con la voz rozada--. Y si nos tenemos que dejar la piel en el día a día, nos la vamos a dejar. No estamos exigiendo nada que no sea nuestro. Que sepan los sindicatos que están en la mesa negociadora, que no se va a cerrar nada a espalda de los trabajadores. Cualquier decisión que se tome se tomará en asamblea democrática de los trabajadores. Con nuestro futuro no juega nadie. Si nadie trabaja por nosotros, nadie va a decidir nuestro futuro por nosotros. La lucha es el único camino y nos vemos en las calles”.
Cientos de personas, dicen. Miles, quizá. Al menos, un par, qué sabe nadie. Calma chicha y gritos de rigor, que riman metal con dignidad. Los convocantes no estaban solos: allí compareció la Marea Blanca, con el carismático Antonio Vergara detrás de la pancarta, la Marea de Pensionistas o el Sindicato de Estudiantes, que ha convocado huelga general indefinida a partir de este martes: “Queremos vaciar las aulas de toda la provincia. Y animamos a los sindicatos que pueden hacerlo, que convoquen también una huelga general”.
“La juventud de Cádiz estamos del lado de los trabajadores y trabajadoras del metal. Su lucha y la nuestra son la misma -aseguran-. Ellos y ellas salen hoy a la huelga para defender su presente, pero también por un futuro para nosotros el día de mañana. Frente al desmantelamiento industrial, frente al paro y la precariedad, frente a quienes solo buscan hacer beneficios millonarios a costa de nuestra explotación y nuestra miseria, es el momento de unir fuerzas”.
Entre los manifestantes, figuraban el flamante diputado de Unidas Podemos por Cádiz, el ex guardia civil Juan Antonio Delgado, pionero del sindicalismo en la Benemérita, o la secretaria de Organización de Podemos, Lilith Verstrynge. Pero, entre la muchedumbre, había mucho veterano de este largo concierto de heavy metal que se inició en 1977 con las primeras manifestaciones sofocadas a mansalva por los antidisturbios de la época, o las que siguieron a la reconversión naval de los 80: “Honor y gloria para ellos”, dijo Galván.
“Las primeras manifestaciones que recuerdo fueron las de los 90, cuando yo estaba en el instituto”, recuerda el escritor cantautor gaditano Fernando Lobo, que volvía a desfilar discreta y apaciblemente, entre una mesnada de gente de toda edad, donde cabían banderas de las Brigadas Amarillas del Cádiz C.F., o del PTA, del PCPA o la A encerrada en el círculo rojinegro de la acracia.
Otros escritores discurrían también entre los manifestantes: el poeta, narrador y gastrónomo Manuel Jesús Ruiz Torres o el poeta, novelista y autor carnavalesco Miguel Ángel García Argüez, que buscaba al resto de su chirigota callejera. La cineasta Mercedes Moncada hacía las veces de sonidista para ayudar al cámara con el que graba un documental sobre la crisis industrial de la Bahía de Cádiz: “Tengo ya una hora de montaje”, asegura como resumen de un largo trabajo de meses.
“Esto es un punto de no retorno. Y se lo vamos a decir claramente a la patronal. Si quieren sopa, van a tener tres platos todos los días. Y hoy se lo volvemos a decir. Con el pan de casa, eso sería más profundo pero vamos a resumirlo así, no se juega”.
En los discursos, hubo referencias a los ausentes. A Daniel o José Luis, “compañeros que perdimos en los tajos por la deriva de la precariedad que estamos sufriendo”. Pero, también, en palabras de Jesús Galván, “están los compañeros que debido a las tasas de desempleo que sufrimos en la provincia de Cádiz lo tenemos exiliados en Francia, en Escocia, en Alemania, repartidos por todo el globo terráqueo, y por el País Vasco, por Galicia, por el Ferrol, por Alicante…”.
Lo que hay detrás
“Cuando se va a una batalla, cuando ocurre un conflicto de las dimensiones que está ocurriendo aquí en Cádiz, hay que saber por qué se va a esa batalla. No es, que -también- por la subida del IPC, o por el plus que perdimos, porque hace años que se firman a la espalda de los trabajadores -afirmó Galván, desde el micrófono-. Este año, no. Cuando se va a la batalla, la negociación ha sido el detonante, pero detrás y detrás hay décadas y décadas de precariedad, de pérdidas de derecho, de compañeros y compañeras en los tajos que, por ganar el pan, no llegan a casa”.
UGT había denunciado amenazas de las empresas a los trabajadores para que acudieran al tajo en el fin de semana, a pesar de que se mantiene la convocatoria de huelga general. Durante el resto del día, hubo piquetes en los alrededores de Navantia, en San Fernando, también en Navantia Cádiz o en Puerto Real, pero ahí reinaba la calma chicha. Fue un paseo familiar, de grandes alaridos y pancartas, pero sin el más mínimo atisbo violento, aunque la policía había realizado un amplio despliegue para sofocar cualquier incidente. Sin embargo, Jesús Galván también aprovechó su voz en el micrófono para rendir honor “a los compañeros que día a día están en la barricada”.
“Si los astilleros están abiertos es por los compañeros que se echaron a cortar el puente carranza, la barriada Bazán, en Cádiz, y seguro que están aquí algunos de ellos –rememoró--. Seguro que tienen su jubilación, pero nadie se la regaló ni la consiguieron repartiendo flores. Esto comienza en los años 80 en una reconversión naval cuando de una manera salvaje al pulmón económico de la bahía se lo quisieron fulminar, que miles y miles de estas familias se quedaran en la calle. Gracias a esa lucha, hubo alternativas”.
Entre gritos de “Cádiz no quiere ser Benidorm”, se escucharon las palabras de Galván, que evocó cuando “nos vendieron en Europa y decidieron que la provincia de Cádiz se quedara en el sector servicios. Pudimos parar gracias a esa lucha el desmantelamiento pero nos han ido arañando el tejido industrial de la Bahía, Delphi, Visteon, Tabacalera, los compañeros de Airbus…”.
La gente, en la calle. Las aulas, previsiblemente vacías. El Gobierno central, desgastándose con el impacto de estas movilizaciones. Y el de la Junta, sin precisar todavía cuándo volverá a convocar a la mesa de negociación, después de los dos encuentros fracasados esta semana anterior, con la patronal enrocada en la negociación del convenio provincial. Y esta gente no parece dispuesta a dejar la calle con las manos vacías. “Dignidad”, fue la palabra más gritada hoy por los manifestantes.
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