Esta entrevista la empieza Luis Vega Sevillano. Casi sin dar tregua al periodista. Así: “Los tenemos en la puerta. La derecha reaccionaria, que nos hizo sufrir tanto. Ya estamos otra vez. Porque yo pasé lo que a ninguna criaturita le debe pasar. Y todas esas cosas hay que tenerlas en la memoria”.
Y la termina. Así: “Las mujeres hoy son las que están diciéndole en el mundo al fascismo que ellas también tienen derechos. Las mujeres no deben consentir que toda esa lucha que han tenido vuelva atrás. Es lo que quiere esa gente de Vox y toda esa familia de lagartos”.
Luis es víctima del franquismo. Los golpistas mataron a su madre, Catalina Sevillano, y a su padre, Francisco Vega. En 1936, en el mismo pueblo donde vive con 90 años: Paterna de Rivera (Cádiz). Ahí donde ha logrado un entierro digno para diez de los 40 “paisanos” que ejecutó el fascismo.
“Te prometí que nadie más iba a pisotearles”, le decía el domingo 14 de julio su hijo Juan Luis Vega, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Paterna y pilar básico en la exhumación de una fosa del cementerio local. Aunque los análisis genéticos no han podido confirmar que ninguna de esas diez personas sean Catalina o Francisco.
Aquel día, el propio Luis inauguró el monumento de homenaje a las víctimas del franquismo. Pese a la oposición del Obispado de Cádiz, como ha confirmado este medio, ahí está la obra con las manos alzadas al viento. Y, a esos diez, nadie más los va a pisar.
Luis sigue pensando a diario en el asesinato de su madre y su padre. “Todos los días”, 83 años después, confiesa en esta entrevista para eldiario.es Andalucía. “Mis niños, mis niños”, repite la memoria de Luis aquella letanía de Catalina, arrastrada a la muerte por un grupo de falangistas. “Ni olvido ni perdono”, dice.
Acaba de dar un entierro digno a diez personas que sacaron de una fosa común de Paterna. ¿Qué sintió después de tantos años de lucha?
Sentí muchísimas cosas. Porque no es solamente el entierro. Ahí había personas que perdieron la vida por luchar por lo que tenemos hoy, libertad y democracia. Yo recuerdo los años de la República. Se vivía muy malamente y tenían a nuestros padres como si fueran esclavos. Por eso hicieron lo que hicieron.
Defender los derechos llevó a muchos a las fosas…
Como un caso, una familia, un padre y sus hijos, que iban a echar el jornal al campo y a media mañana empieza a llover. Cobraban 19 pesetas por peonada. Al día siguiente reclamaron al terrateniente 9 pesetas por cabeza. ¿Sabes lo que hicieron? Acabaron apuntados en los libros de todos los cortijos. En la campiña de Cádiz desde entonces ya no tuvieron trabajo. Decían que era un hombre muy reclamentista, peligroso.
Lo que deseo es que nunca más se llegue a este extremo. Como vi el otro día a las diez personas, cada una en una cajita… Eso no se lo deseo yo a nadie.
Pero no sabe si en esas diez cajas están su madre o su padre.
En la Universidad de Granada –encargada de los análisis de ADN– no dijeron que fuera cierto.
¿Tiene esperanza de que algún día le digan dónde están?
La verdad, me voy a morir con el sufrimiento ese. La esperanza nunca se pierde, pero la mía… hay poca ya. Ojalá aparecieran.
¿Va a seguir luchando?
Sí.
Tenía 7 años cuando asesinan a sus padres.
El día 18 –de julio de 1936– fue el de la sublevación, la noche de los tiros. Ya amanecimos fuera, no sé cómo nos llevaría mi padre, dormidos, a la choza de la Tragachina Vieja. Esa mujer nos acogió aquella noche.
Mi padre se fue luego a una cordillera que le dicen la Sierra Alta. Es un punto de visión, de vigilancia, desde donde se ve todo el pueblo. A la tarde se vino, no fuera a ser que lo persiguieran con bestias y lo mataran allí delante de nosotros. Ya cuando llegó mi padre quedé más contento. Al rato vino mi tío y ya estábamos todos, mis tíos, mis primos, mis hermanos y mis padres. Entonces mi padre fue cuando abrazó a mi madre, la besó y nos besó a nosotros. Por última vez. Y ya se fueron.
Al verse mi madre allí con nosotros tres, la mujer, la Tragachina Vieja, se saludó con ella y nos vinimos para Paterna. Y esa fue la perdición de mi madre. Muchas veces me lo digo solo, que se tenía que haber ido con mi hermano Francisco, que era el más chico, y dejarnos a nosotros allí. Nos hubiéramos venido solos y nos hubieran recogido como hicieron después. Pero tuvo la mala suerte de venirse a Paterna.
Vi cómo se llevaban a mi madre. Ese día… me acuerdo como si fuera ahora. Estaba en la calle y miraba a cada momento a mi casa porque todavía no habíamos comido caliente. Pero nos habían visto y se presentaron allí. Antes de llegar ya sentía los gritos de mi madre. Al entrar, uno tenía una pistola y estaba apoyado en el barandal de la escalera. Me dio un empujón y me tiró, diciendo “echa para allá, aquí no se entra”.
Vi a mi madre cómo la sacaron uno por un brazo y otro por el otro, por las escaleras abajo al arrastre. Y lo único que yo le escuchaba –tiene que parar, llora– era “mis niños, mis niños, mis niños”. No lo puedo olvidar. Hay veces que me pego hasta las tres de la mañana dándole vueltas y no me quedo dormido.
83 años después, sigue pensando todos los días en aquel momento.
Todos los días. Todos. En aquel 19 de julio del 36.
¿Y su padre?
Mi padre volvió el día 27 o 28 de octubre. Lo cogieron en El Gastor, un pueblecito de Cádiz, y la Guardia Civil dio parte a Paterna, que tenían a dos del pueblo. Les dijeron que ya había pasado todo, que no les iba a pasar nada. Se tenían que haber ido a Francia, como hicieron tantos. Lo llevaron a confesar ante el cura, los sacaron a las diez y a las once y media uno de los verdugos entró en la tienda Calderón diciendo “vengo de matar a los hermanos Chalero”. Sin más juicio ni más nada.
Un niño, solo, ¿cómo sobrevivió?
Me recogió mi tía Juana, fue una segunda madre para mí. Estuve dos años con ella, pero el matrimonio discutía mucho por cuenta mía. Yo estaba pendiente. Él decía: “Juana, que son cuatro y él cinco, y nosotros dos, y yo no puedo”. Yo pensaba, “Aquí estoy estorbando”. Hasta que un día dije “mi tía ya no discute más por mi culpa”. Fue en el año 38. Con 9 años me fui solo a buscar trabajo.
Después de tanto pasado, ¿tiene deseos de venganza?
No. Venganza, no. Justicia, sí. La venganza no debe existir, debe existir la ley. Y el que haga una cosa de esas, que se siente en un banquillo. Yo podía haberme vengado con uno de los hijos de los que me hicieron tanto daño, porque eran más chicos que yo. Darles un trancazo y matarlos. Pero la venganza para mí no existe, existe la ley. Ahí debe estar la verdad.
Pero en España, el país de la desmemoria, las víctimas del franquismo no encuentran respaldo.el país de la desmemoria
Debía ser como en otros países que han pasado estas cosas. Que todavía estemos sufriendo porque no sabemos dónde están nuestros seres… Ahí se han descubierto –en la fosa de Paterna–. ¿Por qué España pone tantos impedimentos?
Porque lo que han puesto en el cementerio –la obra del escultor Jesús Cuesta Arana–, el clero ha estado dando por culo para que no se pusiera. Y es el cementerio del pueblo. El Obispo de Cádiz decía que ahí no se ponía nada. En España, lo mismo el clero que el capital, siempre ha estado en contra del trabajador.
¿Qué le diría a la gente que no entiende la lucha de las víctimas del franquismo?
Con ese señor, Pablo Casado, querría hablar. Con toda la claridad del mundo, porque estamos en democracia. Decir que en España, o Andalucía, no hay fosas… ahí han aparecido diez. Si piensa eso que dice es que es de la misma raza.
Y al otro, al de Vox, que los que nos llaman “busca huesos” no son personas, son bichos, verdugos. Se lo diría así de claro, eres un verdugo que piensa igual que tu padre. Otros no tienen culpa. Pero la persona que dice eso es que son iguales. “Busca huesos”, dice, ¿y qué busca él?
¿Y a los familiares de víctimas que siguen buscando a los suyos en fosas y cunetas, qué les dice?
Que no dejen de buscar. Luchad como he hecho yo. Machacad, machacad… hasta dar con ellos. Que puede haber la mala suerte que yo he tenido, que no han aparecido mis padres… Pero el día del entierro, por ejemplo, la gente de Puerto Real se abrazó a mí como si fueran de mi familia. Eso es lo que yo agradezco. Pero esas personas que dicen “busca huesos”, yo desearía decirles en su cara que son la semilla.
La herencia recibida... En su caso, su hijo Juan Luis es un pilar de la Memoria. ¿Por qué hace unos años le decía: “hijo, no te metas en esto”?
No quería que se metiera para que no le pasara nada. Yo no tengo miedo por mí, pero a él le podían hacer daño si sale el hijo de uno de esos verdugos. Se lo decía cuando era pequeño, habilitando para cuando fuera mayor de edad. Y él me decía: “Papá, la maleta que tú has llevado tantos años la voy a coger yo”. Ahora es mayor y es su camino. Si no hubiera sido por él, y la ayuda de mucha gente, ahí –en la fosa– no habría aparecido nada. Con la mala suerte de que no hay nada de los míos. Pero qué vamos a hacer. Hay que seguir.
Su hijo le dijo aquel día en el cementerio: “Te prometí que nadie más iba a pisotearles”.
Antes de sacarlos ya dije mucho tiempo que por qué no le ponían un barandal alrededor de la fosa, que se lo dijeran al cura –el cementerio del pueblo era parroquial–, porque veía a la gente y decía “que tengan que pasar por ahí encima, donde hay criaturas enterradas”.
¿Han notado oposición en el pueblo?
Cuando estaban trabajando –el equipo arqueológico– una mujer les dijo que lo tenían que haber dejado para otro tiempo. Le dije que los dejara trabajar tranquilos. No me contestó. Claro, sabe que yo soy uno de los dolientes y ella en su familia tiene verdugos. Estuve por decirle: “Que tú eres de la misma raza”. Pero me callé, por respeto.
¿Cree que está regresando el fascismo?
Sí. Están levantando los pies del suelo. Han estado aplastados y están como la leche cuando se pone en la candela, subiendo hasta que se sale por lo alto. Eso es malo. Que se siga, peleando, discutiendo, como sea, pero lo malo es que llegue esa gente otra vez.
Y cuáles son las herramientas…
Porque las mujeres hoy son las que están diciéndole en el mundo al fascismo que ellas también tienen derechos. Antes no. Una mujer entraba a un cortijo sirviendo y los hijos de los caciques, los capitalistas, tenían a su antojo a esas criaturitas de 14, 15 o 16 años. Abusaban de ellas. Y si tenían un crío, apáñate como puedas. Las mujeres no deben de consentir que toda esa lucha que han tenido vuelva atrás. Es lo que quiere toda esa gente de Vox y esa familia de lagartos. Es lo que quieren otra vez. Y la información, el conocimiento, enseñar lo que puede suceder, eso es lo que podemos hacer contra eso. La memoria. Que no se olvide lo que pasó.