Teófila Martínez ha vuelto a ser noticia este martes por su nombramiento como presidenta de la Autoridad Portuaria de Cádiz. Después de 20 años en la alcaldía de la ciudad gaditana parecía haber quedado fuera del escaparate político, pero a sus 71 años sigue en activo y con ganas de terminar proyectos que quedaron pendientes en su etapa al frente del consistorio.
Es imposible hablar del Cádiz reciente sin detenerse en la figura de Martínez, que desde 1995 a 2015 llevó el bastón de mando y que se ganó muchos partidarios y también muchos detractores. Cuando José María Aznar apostó por ella para encabezar la lista del Partido Popular en Cádiz pocos imaginaban que conseguiría cinco mayorías absolutas en una ciudad con alcalde socialista desde 1979.
Carlos Díaz había gobernado desde las primeras municipales de la democracia, pero ya en 1995 la ciudad estaba muy estancada y la aparición de Teófila Martínez significó un importante revulsivo. Nada importó el hecho de que hubiera nacido en Santander, como muchos de los chicucos que habían llegado a Cádiz a finales del siglo XIX para regentar bares y tiendas de ultramarinos.
Y es que decían que el pueblo la votaba a ella y no a las siglas que defendía, aunque con el paso de los años el lógico desgaste hizo que esa situación fuera cambiando. Su descomunal capacidad de trabajo y su modelo de ciudad hicieron que Cádiz se modernizara y diera un gran paso adelante con proyectos urbanísticos que han quedado como gran legado.
Conforme fue ganando elecciones incrementó su peso en el partido hasta convertirse a finales de los noventa en presidenta del PP andaluz. Su ambición la llevó a aceptar con gusto la propuesta de optar al sillón de la Junta de Andalucía y fue candidata en 2000 y 2004. Esto fue el primer desencuentro con muchos de sus votantes, que consideraban una traición que le supiera a poco ser alcaldesa.
“Creo que en su día suspendiste geografía porque para ir de Santander a Madrid no se coge por aquí”, le cantaba el autor carnavalesco Juan Carlos Aragón en la chirigota Flamenkito Apaleao, en el año 2000. Esa sensación que tenían muchos de que Cádiz sólo era un trampolín en su meteórica carrera nunca se le perdonó.
En el día a día era la primera en llegar al Ayuntamiento y la última en marcharse. Los que la conocían bien recuerdan cómo llamaba a sus concejales a cualquier hora del día cuando veía algo en la ciudad que no le gustaba. Perfeccionista al máximo y persistente para conseguir lo que se proponía, supo aprovechar sus contactos en Madrid para conseguir recursos en un proyecto tan costoso como el del segundo puente, que ya se inauguró cuando ella no estaba en la alcaldía.
El puente de la Constitución de 1812 y el soterramiento de la vía férrea fueron sus dos grandes obras. Quiso acabar con la desconexión de Cádiz con el exterior y también que la ciudad no estuviera partida en dos por la vía del tren. Fueron sus dos grandes logros en años en los que vivió tanto la bonanza económica como una crisis que dejó en el cajón algunos proyectos.
Sus detractores siempre le echaron en cara una postura tibia en el Congreso cuando había que votar a favor de la carga de trabajo en los astilleros gaditanos. Y desde la oposición se ha denunciado en muchas ocasiones el gran gasto en publicidad y autobombo de una alcaldesa muy personalista.
Cuando se le preguntaba si se presentaría de nuevo a las elecciones de 2019 siempre respondía con cierta ambigüedad. Ahora se va pero deja que sea su delfín Juancho Ortiz quien se presente por el PP. Martínez se enfrenta a un nuevo reto que le obliga a despedirse tanto del Ayuntamiento como del Congreso, pero se muda a una institución que le garantiza ese protagonismo que ha cultivado durante los últimos 24 años. Cuenta con el respaldo de la Junta de Andalucía, su gran enemiga durante dos décadas, y puede tomar forma la Plataforma Logística del Sur de Europa, un proyecto con el que pretende convertir la provincia de Cádiz en el eje marítimo y centro del tráfico marítimo entre Europa, África y América.