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Cuando el Príncipe Hohenlohe soñó una Marbella junto a Doñana: el otro proyecto a 20 km de Trebujena que acabó en fiasco

Las Lomas de Martín Miguel | EUC Sanlúcar Club de Campo

Néstor Cenizo

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Casi 1.200 viviendas “previstas”, cinco espacios hoteleros “previstos”, tres zonas comerciales, un “espacio para equipamiento deportivo”… La urbanización Sanlúcar Club de Campo, en las lomas de Martín Miguel de Sanlúcar de Barrameda, siempre fue rica en promesas. En las comillas está la diferencia entre la promesa y la realidad de este complejo, una suerte de hermano mayor (ya casi al borde de la mayoría de edad) de la macrourbanización de Trebujena, a tiro de piedra, que ha levantado un polvorín político esta semana. Después de recibir la autorización condicionada de la Junta de Andalucía, el complejo de Trebujena recibió el portazo de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir este viernes: no tiene agua y está en terreno inundable.

Sanlúcar Club de Campo no tiene ese problema, porque se eleva en altura sobre las marismas. Pero hay una historia y una idea que las empareja. Ambas miran a Doñana y son hijas de la burbuja inmobiliaria. Ambas fueron el sueño roto de excéntricos extranjeros y millonarios, que quisieron importar a este rinconcito de Cádiz el oropel de la Costa del Sol. Y las dos cuentan con un campo de golf. El de Trebujena probablemente nunca vea la luz y el de Sanlúcar de Barrameda languidece hoy en una urbanización incompleta que arrastra todavía el estallido de la crisis inmobiliaria. “Ahora por lo menos no hay hierbajos, pero no hay verde”, admite Francisco del Olmo, presidente de la Entidad Urbanística de Conservación (EUC).

Apenas está habitada la mitad de la urbanización, que no cuenta con ninguno de los cinco hoteles proyectados ni con equipamiento alguno, más allá de un pequeño restaurante y un pub. Dos décadas después, la EUC sigue tratando de mantener a flote el enclave: presta servicios de conservación y limpieza, pretende recuperar el campo de golf y busca inversores para esas parcelas en las que la web, recién estrenada, prevé los equipamientos de alto standing que un día soñó el Príncipe de Hohenlohe.

En la página de Facebook “Plataforma de Vecinos Sanlúcar Club de Campo” se describe una realidad menos idílica, y entre denuncias de vecinos por la falta de transparencia y el uso de los fondos.

Dice Del Olmo que a Sanlúcar Club de Campo, una urbanización que salió con “el sellito del alto standing y el señorito”, siempre le perjudicó una cosa: “El mayor inconveniente ha sido el rechazo de la sociedad sanluqueña durante mucho tiempo”.

Un origen común: la desvinculación de Doñana

Si se sigue el curso de la margen izquierda hasta la desembocadura del Guadalquivir, después de Trebujena está Sanlúcar de Barrameda. Ambos municipios, en pleno estuario, están hermanados también en su cercanía a Doñana, de la que un día se separaron. Y ese es un capítulo que merece la pena explicar.

A principios de los años 90 apareció por Sanlúcar de Barrameda un famoso personaje del papel cuché. El Príncipe de Hohenlohe, el inventor de la jet set marbellí, llegó diciendo que quería construir miles de viviendas, hoteles, un campo de golf sobre una loma de viñedos y, un poco más abajo, hasta un puerto deportivo. Iba a hacer de Sanlúcar algo “setenta veces mejor que Marbella”, dijo. “Concibió algo similar a Puente Romano”, recuerda Del Olmo. ¿Cómo no abrir los ojos ante aquellas promesas? En el Ayuntamiento casi todos estaban encantados, porque aquello, decían, era riqueza. “Solo IU se debatía entre el dinero turístico y proteger el medio ambiente”, rememora Ángel Barroso, de Ecologistas en Acción, que vivió aquello muy de cerca.

Así que pusieron manos a la obra. Lo primero era cambiar la normativa urbanística municipal para clasificar como urbanizable lo que era rústico y protegido. Sin problema: el príncipe ponía el dinero para pagar los trámites, dicen que 68 millones de pesetas. Fue entonces cuando apareció un obstáculo imprevisto. Históricamente, tanto Trebujena como Sanlúcar de Barrameda (que tiene un 20% de su superficie sobre el parque nacional) formaban parte de la llamada Comarca de Doñana, de modo que se les aplicaba el Plan Director Territorial de Coordinación (PDTC) de ese espacio. Y la norma, de rango superior al PGOU, calificaba los suelos que Hohenlohe ya había comprado como “agrosistemas tradicionales de alta protección”.

En plena burbuja, aquello era un fastidio. ¿Solución? Abandonar la “comarca de Doñana” y pasar “con calzador” al ámbito de la Costa Norte de Cádiz. Al fin y al cabo, fuera no había más norma que su propio PGOU. Así que en febrero de 1996, tanto Trebujena como Sanlúcar abandonaron el PDTC de Doñana. “La propuesta sale de los dos gobiernos municipales, pero la aprueba el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía [por entonces presidido por Manuel Chaves]”, subraya Barroso. En teoría, la motivación para emanciparse era geográfica: el Guadalquivir hace de barrera natural con Doñana y las relaciones comerciales de Trebujena y Sanlúcar se dan con los demás municipios a este lado del río.

En realidad, el cambio tenía otra explicación. Está claro que Sanlúcar, Trebujena y Doñana nunca se han movido de sitio.

Los grupos ecologistas se movilizaron. Hubo bronca política y protestas sociales. De aquel entonces, Lola Yllescas (Ecologistas en Acción) recuerda que por poco no le pegaron. La cuestión llegó al Parlamento Europeo y también el Defensor del Pueblo se opuso a excluir Sanlúcar de la protección ambiental que le daba el PDTC de Doñana. Finalmente, los tribunales zanjaron la cuestión: el cambio era legal, y desde entonces, Sanlúcar no tiene nada que ver con Doñana, a efectos de planificación territorial.

Un proyecto especulativo atascado durante más de una década

Empezaba entonces una historia aún por resolver, y que es un aviso de los riesgos de proyectos en los que se entremezclan administraciones con competencias diversas y la pura especulación.

Francisco del Olmo relata al detalle los pormenores de la maraña la que durante años se ha visto envuelta la urbanización. En esa historia se entrelazan la modificación del plan para corregir los accesos al enclave, rodeado de marismas desecadas y a tres kilómetros del núcleo sanluqueño; la crisis inmobiliaria que se llevó por delante a la inmobiliaria Tenfa (que se quedó con las propiedades de Hohenlohe); y el desentendimiento del Ayuntamiento, que deriva la prestación de servicios (durante años, incluso la depuración) a los privados, agrupados en la Junta de Compensación.

Con los años, el proyecto de Hohenlohe resultó un fiasco. Así lo admitió incluso Antonio Prats, que amparó el proyecto siendo concejal de Urbanismo de Sanlúcar y delegado de la Consejería de Turismo en Cádiz. “Me equivoqué; se trataba de un proyecto especulativo que no es lo que nos vendieron”, dijo en 2008. “El pelotazo fue comprar terrenos no urbanizables muy baratos, modificar el PGOU, multiplicar el valor de los terrenos y entonces construir, con el campo de golf como cebo. Un pelotazo más de la burbuja”, resume Barroso.

Del equipamiento hotelero que iba a dinamizar la economía sanluqueña no se ha hecho nada, y la urbanización privada está a medias. “Yo llegué en 2008 y me encontré con una urbanización sin recepcionar por el Ayuntamiento, pese a que había 300 viviendas con licencia de primera ocupación. Eso es punible”, dice Del Olmo.

En 2018, un acuerdo a cuatro bandas (Junta de Compensación, EUC, Ayuntamiento y Tenfa) empezó a resolver la situación liquidando la participación de Tenfa. Todos sus activos pasaron a la Junta de Compensación, y los vecinos, que se quedaron con el campo de golf. En 2020, lo vendieron a Coaching Golf, pero la experiencia no ha salido bien, y ahora quieren recuperarlo. “Se le vendió al precio de un euro en el momento, y aplazados unos 400.000 euros en cinco años, pero ha incumplido todos los hitos. Acabamos de presentar la demanda para recuperarlo”, cuenta el presidente de la Junta.

Si lo consiguen, tratarán de buscar alguien que lo explote, o que sean los propios vecinos quienes lo hagan. “Si hay golf, el valor se incrementa un 50%. Es muy atractivo, porque mira a la campiña, se ve Grazalema, y Doñana al lado, con los meandros de la desembocadura del Guadalquivir”. Para regarlo, se previó una concesión de aguas de la Confederación Hidrográfica y la aportación de la depuradora, ambas hechas.

Los vecinos piden ayuda al Ayuntamiento

Los vecinos pagan 50 euros mensuales a la EUC, que se encarga de la limpieza y el mantenimiento. Además, abonan el IBI a Sanlúcar, de 1.200 a 1.400 euros por parcela, según Del Olmo. “Una barbaridad. Nadie paga tanto en Sanlúcar”, protesta Del Olmo, que acusa al Ayuntamiento de mirar a otro lado durante el último mandato. “Por la puerta no ha pasado un político en cuatro años. Esa es la asignatura pendiente: una colaboración, una maquinita de limpieza, por lo menos. Somos el limpiaculos del Ayuntamiento”.

La puerta, con un punto cortijero, es el recuerdo de la ensoñación del Príncipe de Hohenlohe. Pero de puertas hacia dentro, no hay casi nada de aquella Marbella gaditana que imaginó sobre una loma de viñedos que domina la marisma. La búsqueda de noticias recientes de Google arroja estos dos primeros resultados: “Así es el piso de Sanlúcar incluido en el sorteo de la venta El Paisano en su cesta de Navidad”. “Los Hohenlohe cierran la firma que pudo convertir Sanlúcar en la nueva Marbella”.

“Aquella idea no existe”, dice Del Olmo, quien, pese a todo, cree que algo está empezando a cambiar. En los últimos tiempos han llegado jóvenes profesionales, muchos médicos del hospital, a la urbanización. “En este par de años se han hecho 50 chalés. Está tomando un cariz interesante. Creo que es el año de Martín Miguel. Ahora empieza a rodar la pelota hacia abajo, eso es lo que detecto aquí”. 

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