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El satélite de los alumnos de un instituto de Cádiz orbita en la final nacional del concurso de la Agencia Espacial Europea

El I.E.S Santo Domingo competía con otros 12 institutos andaluces en la fase regional, cuyo lanzamiento se celebró el pasado 7 de mayo en Mairena del Alcor (Sevilla)

Sara Rojas

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A principios de curso, un equipo formado por ocho estudiantes y pilotado por tres profesores del IES Santo Domingo –en El Puerto de Santa María (Cádiz)– decidió sumarse al desafío CanSat, el concurso que promueve la Agencia Espacial Europea y que consiste en simular un satélite real adaptado al tamaño de una lata de refresco para su posterior lanzamiento.

Ese minisatélite orbita ya en la final de la competición, después de que el jurado lo haya escogido para representar a Andalucía en la fase nacional que se va a celebrar los próximos días 16 y 17 de mayo en Murcia. Junto a ellos, los vencedores de cada comunidad autónoma volverán lanzar sus minisatélites, compitiendo esta vez por alzarse como mejor CanSat 2024 de España.

El equipo que representa a Andalucía en la final, Daphsat, se ha diferenciado de los otros doce institutos andaluces que participaron en la fase regional por incorporar organismos vivos dentro de su satélite. “Ante la inminente llegada de los viajes espaciales y la colonización de otros planetas”, los estudiantes de 4º de la ESO y 1º de Bachillerato del Santo Domingo se propusieron liderar la misión de estudiar “la resistencia de la vida a las condiciones que se experimentan durante un viaje espacial”, tal y como explica Juan Diego Díaz, el profesor de física y química que ha coordinado el proyecto del instituto gaditano.

Un viaje espacial a modo de experimento científico

Con el propósito de servir como modelo biológico preliminar “para evaluar cómo los organismos responden a las condiciones de un planeta diferente a la Tierra antes de realizar estudios más complejos con seres humanos”, introdujeron en su CanSat tres tubos de ensayos a modo de cabinas independientes en las que alojaron a los viajeros de su particular viaje espacial.

En la primera de ellas se colocaron las daphnias (también llamadas pulgas de agua). Este diminuto crustáceo es el que da nombre al proyecto y fue escogido porque su cuerpo transparente deja ver el corazón y permite “medir las pulsaciones estableciendo el nivel de estrés al que son sometidas durante el viaje espacial”, según indica Mariana, la alumna de 4º que se ha encargado de tomarle el pulso a las daphnias tras el lanzamiento.

Los resultados recogidos por los estudiantes señalan que, en efecto, viajar al espacio “puede afectar a un organismo vivo al aumentar el nivel de estrés”, sobre todo, en aquellos con patologías de corazón. Tanto es así que el ritmo cardíaco de las daphnias se disparó tras el viaje espacial, pasando de 57 pulsaciones por minuto en reposo a 148 inmediatamente después de aterrizar.

Además de calibrar el nivel de estrés al que se ven sometidos los organismos vivos durante el viaje, la misión Daphsat perseguía estudiar “las condiciones atmosféricas que se encontrarán a la llegada a su destino”. Así pues, depositaron en los otros dos tubos de ensayo otro tipo de crustáceo “muy sensible a los cambios ambientales”: artemias en fases distintas de su desarrollo, uno con adultas y un tercero con nauplios (las larvas de estos crustáceos).

Tras el aterrizaje, comprobaron que las adultas sobrevivieron al viaje, pero las bebés registraron una mortalidad del 10%, concluyendo que “a la hora de mandar organismos más complejos al espacio, no es aconsejable hacerlo en fase de desarrollo porque son más sensibles a los cambios del medio atmosféricos a las que se pueden ver expuestos”.

El interior del satélite del Santo Domingo contenía también una serie de sensores para poder analizar “las condiciones exteriores y la habitabilidad del planeta colonizado”. Para ello, Marcos, estudiante de 4º, diseñó una interfaz gráfica que permitía medir en tiempo real parámetros como la presión atmosférica, la humedad, la temperatura del aire, la concentración de dióxido de carbono, la concentración de partículas orgánicas volátiles y la radiación ultravioleta.

Trabajadores de la NASA por un día

Días después de proclamarse campeones de Andalucía en la edición 2024, todavía con la emoción que insufla la victoria, Juan Diego rememora desde el orgullo el trabajo desempeñado por sus alumnos: “Son unos máquinas, el proyecto es suyo, los profesores hemos guiado y organizado el trabajo, pero lo han hecho todo ellos solos”. Desde la interfaz gráfica que ha creado Marcos, pasando por el diseño 3D a manos de Candela, la creación de la antena y puesta a punto de la electrónica de la que se ha ocupado Pablo, el diseño del paracaídas a cargo de José Luis, la creación del logo bajo el criterio de Lucía, la página web impulsada por Marta o la puesta a punto de la misión secundaria que han coordinado Mariana y Manuela.

El equipo –supervisado también por los docentes Óscar Rodríguez y Rafael Saldaña– se puso en marcha el pasado mes de octubre. Desde entonces, ha estado trabajando sin descanso, propulsado por la voluntad e inquietud de los alumnos que se prestaron voluntariamente a participar en el proyecto. Cada jueves por la tarde –“no han fallado ni uno”– se reunían en el laboratorio de física del IES Santo Domingo, reconvertido en su propio taller aeroespacial.

También le han dedicado algo de tiempo en sus casas y las últimas semanas redoblaron esfuerzos para la puesta a punto del proyecto, como confiesa Pablo, quien asegura que “no nos costaba porque era algo que nos gustaba”. Especialmente a él, que desde pequeño “soñaba con ser astronauta”.

Por eso, el premio que se lleva este estudiante de Bachillerato es haber presenciado en directo el momento del lanzamiento del cohete, en el que iban insertos los satélites participantes. “Fue una pasada verlo despegar tan cerca”, reconoce Pablo aún con la fascinación clavada en la garganta al recordar “el sonido, la velocidad que alcanza” algo que “siempre he querido ver en persona”.

Otras integrantes del equipo como Candela y Mariana se sumaron al proyecto movidas por su inclinación a apuntarse a todo (y más si tiene que ver con la ciencia). Conocían el proyecto porque su instituto ya había participado antes en dos ediciones del desafío CanSat, siempre con Juan Diego a la cabeza, dada su predilección a “meterse en jaleos” y su capacidad de enganchar a los alumnos. Hasta ahora, nunca habían logrado colarse en la fase nacional. Y Candela siente que esa distinción es una “recompensa” al trabajado realizado durante meses.

Ahora el equipo Daphsat al completo comparte el sueño de volver a lanzar su minisatélite y de hacerse con un billete para participar en el programa Ingeniero espacial por un día a nivel europeo, que se va a celebrar en junio en Noordwijk (Países Bajos), con el que será premiado el gran vencedor. Con todo, el jefe del proyecto asegura que todo el esfuerzo invertido “no lo hacemos para ganar, sino por el aprendizaje y por vivir la experiencia”. Y por seguir alimentando el interés por la ciencia desde las aulas.

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