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Campo de Tejada, el corazón del garbanzo blanco: la cooperativa que dignifica el trabajo a cielo abierto

Foto de familia junto a la chimenea, que es el símbolo de la cooperativa.

Sara Rojas

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El crecimiento de esta sociedad agrícola con 45 años de historia se ha traducido en el desarrollo de sus socios y socias y de la comarca en la que se inserta, a caballo entre Sevilla y Huelva. Formada por 1.200 agricultores y por un equipo de 42 trabajadores, funciona como “una casa” con distintas secciones y un niño “mimado” por todos: el garbanzo.

La historia de la cooperativa agrícola Campo de Tejada es la de “una gran familia” que sigue “marchando unida” por tierras andaluzas desde 1979. Entonces, un grupo de agricultores sembró en Escacena del Campo (Huelva) la semilla de lo que es hoy una firma de referencia en el sector del cereal y, sobre todo, del garbanzo blanco lechoso. 

A los 186 asociados con los que echó a andar esta sociedad hace 45 años les unía el deseo y la necesidad de almacenar y comercializar sus productos agrícolas de forma conjunta. Con el tiempo, fue creciendo hasta sumar un total de 1.200 agricultores y agricultoras, procedentes de 38 municipios de Huelva, Cádiz y Sevilla, que sienten la cooperativa “como una familia”. 

Así lo expresan socios tan veteranos como Ricardo Escobar, hijo de uno de los fundadores, que heredó la cartilla de su padre en 1983. Cuando Ricardo habla de la empresa a la que ha dedicado buena parte de su vida desde que dejó el ejército para entregarse al campo, sus ojos brillan de emoción y agradecimiento. “Si no fuera socio de esta cooperativa, hubiera vendido lo poco que tenía”, dice mientras recorre las instalaciones de la antigua fábrica de corcho, que fueron adaptadas hace décadas para cumplir su función actual de almacenes agrícolas. 

Con esta afirmación, Ricardo pone en valor este tipo de sociedad cooperativa por “el respaldo” que supone para los trabajadores del campo. En ese sentido, Antonio Tomás Morales, gerente de Campo de Tejada desde hace 16 años, afirma que “hoy en día es imposible sobrevivir en el campo sin estar asociado”. 

Se refiere a que, más allá de facilitarles todos lo necesario para el cultivo (esto es, semillas, fertilizantes y demás productos fitosanitarios), la cooperativa les proporciona un servicio de asesoría para que puedan sortear el “obstáculo” que encuentran muchos de ellos en la burocracia y, concretamente, en la tramitación de la PAC (Política Agrícola Común).

Una apuesta por la diversificación 

Al lema de “lo mejor que tiene la cooperativa son sus socios”, Ricardo añade “y un equipo de trabajadores que es fabuloso”. En la actualidad, han conseguido consolidar una plantilla estable de unos 42 trabajadores, ampliable durante la campaña. 

La agricultura sigue siendo el corazón que bombea esta “casa”, como la describe José Miguel Montero, uno de sus empleados más avezados. Pero la inquietud y ambición que lleva esta familia en el ADN la llevó a apostar por diversificar sus actividades. Así pues, desde 1993, empezaron a incorporar otras secciones a la netamente agrícola: una sección de créditos, otra de semillas, servicio de telefonía, estación de servicio, una sección de asesoría técnica y jurídica, así como una tienda agrícola y un pequeño supermercado. 

De todos estos servicios no solo se benefician los asociados. De hecho, la tienda la visitan a diario personas de fuera del pueblo que encuentran en ella chacina, aceite de oliva, vinos y quesos, además de los productos más reconocidos de Campo de Tejada. Ejemplo de ello es Belén, una vecina del municipio onubense de Villalba que cada 15 días pasa por la cooperativa para llevarse un cargamento de garbanzos que reparte entre sus compañeras de trabajo. “Es un encargo”, explica esta clienta antes de pasar por caja, sosteniendo en los brazos incontables paquetes de garbanzos. 

“Mis hijos se han criado aquí” 

A cargo de la tienda se encuentra Pepa Carmona. Llegó a la cooperativa en 1986 y durante 15 años vivió allí, en la casa del guarda, junto a su marido. “Mis hijos se han criado aquí”, asevera desde el otro lado del mostrador. También José Miguel Montero, el expendedor, ha crecido en este entorno, pues se incorporó como trabajador a los 18 años y ya ha cumplido medio siglo. Con la sonrisa que dedica cada día a los clientes, describe así la empresa en la que lleva más de media vida trabajando: “Somos una familia porque aquí lo compartimos todo”. Y en efecto lo son porque muchos de ellos comparten lazos de parentesco, además del día a día y la pasión por el campo.

Gracias a la diversificación que ha introducido la cooperativa, José Miguel cuenta con un puesto fijo y Campo de Tejada se ha convertido en la “estructura económica más importante que hay en Escacena del Campo y en los municipios colindantes”, como sostiene orgulloso el gerente. “Cuarenta y dos familias viven de esto”, remarca Antonio Tomás antes de afirmar, apoyándose en los datos, que el crecimiento de esta sociedad ha llevado aparejado “el desarrollo de los socios y de toda la comarca”. 

El producto estrella

La cooperativa recibe el nombre de la histórica comarca Campo de Tejada, situada a caballo entre las actuales provincias de Huelva y de Sevilla. En este enclave único para el cultivo se dan las condiciones idóneas para cosechar una de las variedades de leguminosa más preciadas por los consumidores: el garbanzo blanco lechoso. 

La singularidad del terreno –compuesto por los llamados “suelos de barro” con alto contenido en arcilla y potasio– y la cercanía del océano Atlántico otorgan al garbanzo “una finura” inigualable. De ahí que once de los municipios que integran esta sociedad produzcan amparados por el sello de calidad IGP (Indicación Geográfica Protegida) ‘Garbanzo de Escacena’. La única certificación de calidad de legumbres que existe en toda Andalucía.

Por esta razón, el garbanzo es el niño “mimado” del que presume la familia Campo de Tejada. Al ser el “producto estrella” de la cooperativa, invierten buena parte de sus esfuerzos y recursos en cuidarlo. Con ese afán, en 2006 iniciaron un proyecto de investigación junto al Instituto de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica (IFAPA) y la Universidad de Córdoba, con objeto de conseguir una variedad del blanco lechoso más resistente a las enfermedades que suelen atacar a los cultivos.

En Campo de Tejada, el programa de mejora del garbanzo está en manos de Inmaculada Izquierdo. Esta bióloga gaditana mantiene intacta la pasión por la investigación tras 17 años al frente del laboratorio de la cooperativa onubense. Reconoce que al principio le costó adaptarse a un entorno “tan poco dado a abrirse a la mujer”. Pero pronto se sintió acogida por sus compañeros. Y, después de “trabajar mucho”, ahora se percibe “muy reconocida” en la empresa. De su lado, Antonio Tomás –quien también es biólogo– destaca como aspecto diferencial de esta entidad que las mujeres representan “un peso importante”.

Cribado, clasificación y envasado

Aunque todo el mundo la conoce como “la cooperativa de los garbanzos”, lo cierto es que este producto tan solo representa un 8% del volumen de producción y facturación anual de Campo de Tejada. Frente a las 1.500 toneladas de garbanzo que producen al año, de cereal obtienen alrededor de 22.000 toneladas y de girasol unas 7.000, según indica el gerente.

Otro de los rasgos característicos de esta compañía es que los agricultores entregan el 100% de su producción. De esta forma, depositan su “confianza plena en la cooperativa” para que sean sus trabajadores quienes lleven a cabo la tarea minuciosa de cribado, clasificación y envasado. 

Para ello cuentan durante todo el proceso con maquinaria de última tecnología, pues están convencidos de que “hacer más eficiente la producción y reducir el gasto solo se puede conseguir con tecnología”, como manifiesta quien dirige esta entidad avalada por el premio ‘Impulso de la Calidad’ que le concedió en 2022 la Consejería de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía.

Hasta hace poco era Agustín, el encargado de la cooperativa, quien calibraba la textura del garbanzo de forma manual, a través de sus dedos. Hoy han delegado esta labor en un instrumento denominado texturómetro, que agiliza el procedimiento de cribado en el laboratorio. A pocos días de jubilarse, Agustín confiesa que “va a ser duro” despedirse del lugar en el que ha pasado los últimos 22 años.

Retos del presente y el futuro

“Hemos sido capaces de seguir aquí porque nos hemos adaptado a los nuevos tiempos”, concluye Ricardo, quien al posar la mirada en la chimenea de la antigua fábrica recuerda que pronto van a celebrar el 50 aniversario. 

Entre los retos que les deparan hasta entonces, el gerente subraya que van a tener que dar respuesta al “problema del relevo generacional” que sufre esta comarca, con una “población envejecida” que se refleja en la edad media del socio (65 años). Apuestan también por ampliar la familia, uniendo fuerzas con otras cooperativas. 

Y así, sin dejar de cosechar confianza, fieles a los valores que plantaron los fundadores en 1979 y abiertos a continuar innovando, los miembros de la sociedad Campo de Tejada seguirán trabajando para allanar el camino de quienes dedican su vida a esa otra “fábrica sin techo”, como ellos llaman al campo.

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