Casado lanza una campaña “referéndum” contra Pedro Sánchez: “Sólo el PP garantiza la casilla del no”

Sobre el escenario, dos líderes del PP pisan su suelo histórico electoral: uno es presidente de la Junta andaluza a pesar de ese resultado [Juan Manuel Moreno], el otro quiere ser presidente del Gobierno mejorando ostensiblemente su marca personal en las elecciones del 10 de noviembre.

Pablo Casado ha empezado esta campaña exprés en Sevilla, cuna del socialismo, de Felipe González y Alfonso Guerra, donde los populares obraron el “milagro” de arrebatarle el poder al PSOE andaluz por primera vez en 37 años. En Andalucía están en juego 61 de los 350 diputados del Congreso y 32 senadores. El PP afronta el 10N como un combate a dos contra un único adversario: el PSOE. Casado ningunea al resto de formaciones, no las menciona ni directa ni indirectamente. Casado no quiere distraerse en escaramuzas estériles contra Ciudadanos o contra Vox, con quienes aspira a conformar un bloque conservador similar al andaluz. “Estas elecciones son un plebiscito: un sí o un no a Pedro Sánchez. Frente a ese referéndum en el que Sánchez ha convertido el 10N sólo hay una casilla que garantiza el no: el PP. En la casilla del sí entran todos los demás”, dice. Es la misma idea fuerza que usaron los populares en las elecciones andaluzas del 2 de diciembre, también entonces la fórmula fue “un referéndum sobre los 40 años del PSOE en la Junta de Andalucía” y, singularmente, sobre la continuidad de Susana Díaz como presidenta.

El candidato del PP sueña con una suma aritmética a la andaluza entre su partido, Ciudadanos y Vox, un bloque de derechas compacto que supere el bloque malavenido de la izquierda. En su defecto, Casado aspira a lograr un solo escaño más que Pedro Sánchez. El hombre sonriente y con barba que saluda al grito de presidente desde el escenario del hotel Renacimiento no es el mismo que hace seis meses se estrenó como candidato del PP en las generales de abril. No es el mismo que en la campaña de las andaluzas, durante un acto en mitad de una plaza de Granada, gritó aquella frase que hizo temblar al sector más liberal y menos ultra del PP andaluz: “O los inmigrantes respetan las costumbres de Occidente o se equivocan de país. El espacio no es ilimitado en España”, dijo entonces. Y se le congeló el rostro al plácido y templado Moreno Bonilla.

El acto inaugural del PP no tenía vocación de multitudes. El hall del hotel Renacimiento se dividió con un centenar de sillas en un lateral, para personas mayores, y un espacio vacío que ocuparon los simpatizantes y los candidatos de pie. Unas mil personas, según el partido. Pero el ambiente ha mutado también, del rigor mortis de las elecciones de abril -cuando todas las encuestas vaticinaban el descalabro de Casado- a la euforia reinante de ahora. Las juventudes populares coreaban al candidato como en un partido de fútbol y el aludido no dejaba de sonreír. “Me da miedo preguntar si sois del Betis o del Sevilla. Sois del PP, el mejor equipo de todos”, dice, desatando carcajadas.

El presidente Moreno también está cambiado, se siente más cómodo con este Casado. “En abril nos metimos en un traje en el que no nos reconocíamos”, admite, aliviado, un dirigente del PP regional. Relajado y exultante en su condición de “faro y guía” para el candidato, Moreno hizo de su experiencia un molde a reproducir en Moncloa: la alianza con Ciudadanos y Vox. “España necesita un modelo de confianza y estabilidad como el que hemos conseguido crear en Andalucía. Esto ha sido un banco de pruebas para que todos los andaluces confiemos en Pablo Casado”, dijo.

El líder de los populares andaluces cargó con fuerza contra el PSOE andaluz como la vía más rápida para golpear a Sánchez. En menos de diez minutos, habló de la corrupción, la mala gestión y los incumplimientos de los socialistas. “Juanma Moreno, el mejor presidente de la Junta de Andalucía, un referente para todos. La verdad es que no me lo acabo de creer”, advierte Casado, y acto seguido desata el aplauso unánime del aforo denunciando “una red clientelar en la que jamás dejaría de gobernar la izquierda en Andalucía, aunque para ello tuviera que comprar votos y atemorizar a los vecinos, como en Huévar, como en Granada”. Aplausos y vítores entre el público.

Los populares andaluces llevan semanas denunciando un supuesto caso de compra de votos en el municipio sevillano de Huévar del Aljarafe. Su actual alcaldesa, la popular María Eugenia Moreno, (entre el público) ha llevado ante la Fiscalía unos documentos que supuestamente se dejó en el Ayuntamiento el anterior regidor socialista, una lista de vecinos a los que al parecer se les ofrecía trabajo a cambio de su apoyo en las municipales.

Casado se ha marchado de Sevilla con una inyección de optimismo y ha dejado buenas sensaciones en el PP andaluz. Sus expectativas son “excelentes”, porque parte de un resultado electoral subterráneo: 66 diputados, un 16,7% del escrutinio alcanzado en abril. En Andalucía lograron 11 diputados, los mismos que Ciudadanos, que sin embargo les sobrepasó en número de votos, dejándoles en estado de shock. Ahora el promedio de encuestas publicadas sitúa al PP próximo a los 100 escaños, reduciendo al mínimo la distancia del PSOE. Todos coinciden en que el giro de Casado hacia la moderación ha dado alas al partido. “Cuando el tono del candidato se parece más al tono medio de los españoles ganamos. En el centro, ganamos”, dice un dirigente regional.

Ahora, paradójicamente, la preocupación del PP está en el desplome que auguran los sondeos a Ciudadanos. La debilidad de los naranjas hace más fuerte a los populares, pero demasiada fragilidad puede frustrar el bloque de derechas y una alianza a la andaluza. El otro factor, Vox, crece en expectativas de votos gracias a la inyección de adrenalina que le ha supuesto el órdago catalanista y los disturbios de Barcelona.