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Clínicas solidarias: así combate Grecia la exclusión sanitaria

Cuando Grecia quedó sumergida en el torbellino de la recesión, gran parte del país quedó fuera de toda cobertura. Como si un ingente ejército de pedigüeños surgiera de la nada. La salud, en mitad del bombardeo de dramática realidad, se convirtió casi en un artículo de lujo al que un movimiento, Solidarity Clinics, quiso poner coto. Y devolverlo a su punto de partida: el pueblo. Lo que empezó siendo una quimera en el año 2011 alcanza hoy 40 clínicas solidarias que atienden a unos 10.000 pacientes al año.

Casi un tercio de la población griega vive con el derecho a la atención sanitaria esquilmado. Sin trabajo, ni recursos, tres millones de personas convertidas en una suerte de desaparecidos forzados de la exclusión social. Cifras que dejan un rastro de catástrofe: de cada 270 niños, 100 pasa hambre. Unos 5.000 suicidios registrados en los años de crisis atroz... y una nación en venta, que se deshace de sus bienes públicos al mejor postor, y camina a trompicones bajo la sombra del dilema europeo, salvar Grecia o crear un estado fallido.

La iniciativa existe “debido al fracaso del Gobierno”, explica Electra Bethymouti, integrante del proyecto Solidarity Clinics, durante una conferencia en el encuentro internacional Culture, the City and the Commons organizado por ZEMOS98. Si las instituciones públicas cumplieran su cometido, no haría falta la respuesta de la gente, viene a decir. Reclaman “sanidad pública, universal y gratuita”. Un bien común inaccesible para muchos. En Grecia, dice, “el que no tiene dinero puede morir”.

El Gobierno, y la Troika, destrozan pilares sociales

“En los últimos años, los sucesivos gobiernos y la Troika han impuesto unas condiciones que han destrozado los pilares sociales”, cuenta. Y, de todos los derechos, “el de la salud es el que se ha derribado haciendo más ruido”. Hace un lustro, el 30% de los griegos dejó de tener acceso “a la seguridad social”. Números que coincidían con las elevadas tasas de desempleo y que, pasado el tiempo, “es algo más”.

Imágenes de reparto de comida en el centro de Atenas. “Y en las escuelas también”. Manos que se amontonan para alcanzar algo de sustento. Rostros del hambre que salpican como ráfagas de penuria el vídeo con el que Electra Bethymouti ilustra su charla sobre Solidarity Clinics.

Estos hospitales populares tienen unos objetivos claros que parten de proporcionar asistencia médica y farmacéutica primaria sin discriminación. De ahí, resulta esencial conectar una red de profesionales y cooperar e interactuar con otras clínicas solidarias autogestionadas. Ya sea dentro o fuera del país, donde también trabajan con experiencias autónomas. Toca, dicen, asegurar el tratamiento sanitario.

Dividen su función en grupos de trabajo: atención primaria, odontología, dermatología, grupo de matronas, farmacia... o conjuntos especiales de medicina alternativa, sesiones conjuntas, para diabetes, fisioterapia... Todo, con sicólogos y bajo una visión holística que aglutina en un mismo nivel los sistemas físicos y mentales.

Como no aceptan “ayuda financiera de iglesias, organizaciones del mercado, partidos políticos”, enumera Bethymouti, los recursos proceden de actividades diversas y comunitarias. “Hacemos calendarios y los vendemos por la ciudad, hacemos exposiciones en las que también participan niños que nos dan sus dibujos, celebramos conciertos... y todo el dinero que recaudamos se ingresa para la clínica”.

Los migrantes como espejo de la catástrofe

La idea nació en un momento concreto, de explosión: “tras días de huelga de 300 migrantes en Grecia pidiendo ser legales”. Una multitud se congregó “en su apoyo, entre ellos muchos médicos porque eran personas que llegaban en muchos casos en situaciones de salud críticas”, cuenta Electra Bethymouti. Al final, resuelve, “consiguieron el resultado, tener papeles”.

Y, cómo “los médicos quisieron ir más allá”, el germen de la actual red de clínicas solidarias “que operan en torno al bien común”. Como alternativa al sistema dominante constituida solo por el deseo de sus miembros, responde a necesidades sociales reales. Eso es 'commoning', refiere, autodeterminación, igualdad, democracia directa y horizontal, no satisfacer los dictados del mercado... y “ofrecer un acceso gratuito para todos”.

Al arrancar el proyecto, los pacientes “eran dos tercios de migrantes y uno de griegos, y hoy es al revés”. La situación no mejora. “La gente no tiene acceso al servicio público de salud”, subraya, por eso hacen “protestas dentro de los hospitales, porque vemos la atención sanitaria como un bien público que el Estado tiene que cuidar”.

De un tiempo a esta parte, con un drama añadido. “Trabajamos mucho con los refugiados”, dice Bethymouti. “Calculamos que en torno a medio millón de personas, la mayoría de Siria, se van a quedar en Grecia y no van a poder salir de ahí”, lamenta.

Una catástrofe más. Otra que sumar a los niños que pasan hambre, a los desempleados, los excluidos. “La pobreza es la mayor violencia que existe”, cita. De ahí la batalla ciudadana que ha construido una trinchera compuesta por una red de clínicas y farmacias solidarias. Participan más de 300 profesionales de diferentes ámbitos médicos y dan cobertura a miles de pacientes sin quedar anclados en el voluntariado tradicional. “No hacemos caridad”, avisa. Son fuerzas ciudadanas que traen alternativas a la pérdida de legitimidad, y de acción, de las instituciones.