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Palomares del Río: cinco alcaldesas, tres mociones de censura y una buena dosis de sororidad

Palomares del Río es un caso raro. Tal vez único. En cuarenta años de democracia local, sólo dos hombres lograron apartar a las mujeres del poder. Cinco alcaldesas, cada una con sus siglas, pero con un rasgo común: mujeres que tuvieron que pelear duro, unas porque les tocó gobernar en la Transición; otras, porque llegaron en la etapa más convulsa política y económicamente al heredar el primer Ayuntamiento del país declarado en quiebra. A pesar de la distancia ideológica, sus historias están llenas de lucha por la igualdad, por la búsqueda del acuerdo e incluso de solidaridad entre ellas mismas aunque se cruzaran mociones de censura. 

Carmen Pichardo (PSOE): dos guantazos y una navaja escondida

 Carmen Pichardo fue una de las 104 pioneras en coger el bastón de mando en el 79 y la única regidora de la provincia de Sevilla. Pichardo no era una recién llegada a la política. Tenía un largo historial en la clandestinidad. Su sobrina, Esperanza Capita Pichardo, recuerda que su salto a la política con el PSOE vino desde su actividad sindical previa. Si algo le movía era la defensa de los derechos de los trabajadores, pero sobre todo, de las trabajadoras. “Se rebelaba ante las injusticias”, afirma.

Trabajaba en un almacén de aceitunas en la vecina Coria del Río. No había autobús ni tenía coche. Cada día recorría a pie los cuatro kilómetros. Llevaba siempre un paraguas. No era para resguardarse ni del sol ni de la lluvia. “En él escondía una navaja. La llevaba por protección. Era una mujer con carácter que se dedicaba a la política, y era un riesgo”, explica su sobrina, que recuerda lo que le pesaba a su tía no haber podido estudiar.

Como ironiza Esperanza, “era de armas tomar y tampoco se casaba con nadie” (en su investidura, la prensa destacó que era “de profesión aceitunera y de estado soltera”). Ese genio y figura queda retratado en un episodio nada más llegar al Ayuntamiento, cuando ya contaba con 52 años. Pichardo, que fundó la agrupación socialista de Palomares, ganó en las municipales pero el ex alcalde franquista y luego edil de UCD no lo asumió. Entró un día sin pedir permiso en su despacho, discutieron y como no se marchaba, “mi tía le arreó dos guantazos y le recordó que ella era la alcaldesa porque había ganado”, rememora. Del incidente dio buena cuenta la prensa, así como del encierro que hubo de concejales de la oposición para debatir la que podría haber sido la primera moción de censura de Palomares.

Tras las anécdotas, Esperanza tiene claro que había un compromiso y una lucha firme por la democracia y por los derechos de las mujeres. “Gracias a mujeres como ella estamos hoy como estamos, y pese a estas conquistas, no nos podemos confiar”, sentencia. En su honor, Palomares tiene una calle con su nombre.

Concha Moreno (IU): El mandato de las pequeñas grandes cosas

Con solo 21 años, Concha Moreno le arrebató con mayoría absoluta a Pichardo la alcaldía. Pasó del movimiento estudiantil en la Universidad de Sevilla a enrolarse en el proyecto político de Julio Anguita. En un año ya era cabeza de lista por IU en su localidad natal. “Era muy valiente o muy inconsciente”, bromea, mientras retrata con cariño su primer mandato porque “fueron los cuatro años de las primeras pequeñas grandes cosas”.

Ni la mejora de las infraestructuras, ni la estabilidad de los trabajadores del Ayuntamiento, el impulso del tejido asociativo, el proceso participativo para la adjudicación de viviendas o conseguir el primer camión de basura para el pueblo es de lo que más se enorgullece. Su logro fueron los avances educativos. “La Junta no ayudaba nada. Arreglamos el patio del colegio, contratamos un monitor de apoyo para infantil, pero de lo que más satisfecha estoy es de la educación de adultos. Entonces se abandonaba pronto el colegio, sobre todo las mujeres, y ya empezaba a hacer falta el graduado escolar para trabajar. Cada dos por tres iba a la Consejería de Educación a pedir un profesor de adultos. Ni caso. Con unos amigos vinculados a la educación, creamos un grupo de alumnos. El 80% se presentó por libre y obtuvo su graduado. Al año siguiente, la Junta nos concedió un profesor”, narra.

Sobre el segundo mandato, Concha quiere correr “un tupido velo”. Llegaba la Expo, la presión urbanística en el Aljarafe y había muchos intereses (en 1970, Palomares tenía 1.035 habitantes y en 1992 ya eran 2.510, cifra que ha seguido creciendo hasta llegar a los 8.552 este mismo año). Según cuenta, ella estorbaba. Supuso un alto coste personal. Una moción de censura, un caso de transfuguismo, juicios y sentencias, algunas absolutorias, pusieron fin a su trayectoria. “La política no son los grandes discursos, ni el Congreso ni el Parlamento; la política municipal es la verdaderamente apasionante”, explica, mientras sigue vinculada a ésta trabajando desde la Diputación de Sevilla.

Lola Rodríguez (PP): una pancarta contra la banca y dos mociones de censura

Su carrera empezó al revés. De arriba a abajo. Pasaba consulta como médico en Sevilla, cuando quiso poner sus inquietudes políticas al servicio del PP. Vieron su potencial y en nada, Lola Rodríguez tenía escaño en el Congreso. Tras esta etapa, fue concejal en el Ayuntamiento de Sevilla, se presentó por la alcaldía de Mairena del Aljarafe y acabó siendo candidata a la alcaldía de Palomares, cargos institucionales que se sumaban a los de partido, siendo secretaria general del PP de Sevilla y luego miembro del comité ejecutivo del PP a nivel regional.

Cuando aterrizó en Palomares faltaban cinco meses para las municipales de 2011. No la conocían ni los afiliados. Estrategia puerta a puerta y una nueva sede a la que, brocha en mano, le dio los colores corporativos. Ganó y se hizo con la alcaldía de un Ayuntamiento fragmentado políticamente y declarado en bancarrota por la mala gestión de sus antecesores al calor del ladrillo. Sabía dónde se metía y se dejó los nudillos llamando a las puertas de ministros de Rajoy, de la Junta y de la Diputación.

“Llovían las sentencias del Tribunal Supremo anulando tasas urbanísticas, los trabajadores llevaban meses sin cobrar, se adeudaba la luz, se acumulaban las deudas con los proveedores. Un horror”, repasa. Y plantó cara hasta a los bancos. Colocó en la fachada del Ayuntamiento una pancarta, que le costó 120 euros de su bolsillo, acusando a una entidad de bloquear el progreso de Palomares y exigiendo al refinanciación de la deuda.

Le llamaron la atención desde el partido. “En la política no se está para perder el tiempo, me dijisteis que defendiera este pueblo y aquí estoy”, les dijo entonces. Logró la refinanciación, pero al año le llegó su primera moción de censura en lo que define como la “etapa más convulsa” de Palomares.

Pese a ello, en 2015 volvió a ganar y con un concejal más. Pero fueron las divisiones internas de su partido a nivel provincial y local las que truncaron sus expectativas. De un grupo de cinco ediles, se quedó con dos. Su pesadilla fue una campaña “brutal” y machista en redes sociales y lo peor, trolls de fuego amigo. Una nueva moción de censura. “Aquella vez lo entendí. No podíamos gobernar sólo dos personas”, admite, mientras agradece el apoyo, la sororidad, de quienes, precisamente, la desalojaban por segunda vez de la alcaldía, Ana Isabel Jiménez (PSOE) y Juana Caballero (IU), que le dijeron “vete y quítate de este lío” ante el acoso que sufrió.

Juana Caballero (IU): una alcaldesa de alta tensión

Bajo las siglas de IU, donde milita desde su fundación, Juana Caballero fue concejal en Las Cabezas a finales de los ochenta. La experiencia sirvió de excusa para darle un empujón y que se presentara en Palomares años después. “Jamás pensé en ser alcaldesa, pero me meto en todos los charcos y aquí lo hice sin botas de agua, directamente con sandalias”, suelta con retranca.

Lo pasó “fatal” en aquellos 15 meses. Sucedió a Rodríguez al frente de un Ayuntamiento arruinado sin liquidez para nóminas o para pagar la luz (2014-2015). Entre risas cuenta historias tras las que se esconde mucha desesperación.

No había dinero para cumplir con las sentencias “que iban cayendo en cascada”. Estuvieron a punto de embargar la nómina de la secretaria municipal y la suya (no cobraba del Ayuntamiento, sino como diputada de la Diputación de Sevilla); llegó a reunirse con la jueza del caso para preguntarle si podrían acabar en la cárcel. Tampoco había para pagar la luz. Ante la inminencia de un corte, amenazó. “Si cortaban el suministro, les dije que me pondría unos guantes profesionales para protegerse de la alta tensión y haría un enganche ilegal, y que sería su responsabilidad si me electrocutaba”, advirtió. No la creyeron, pero en la Junta sí y advirtieron a la compañía de que Juana era absolutamente capaz de jugársela. Tuvieron luz.

Sus máximas son que “si se pueden hacer las cosas bien, por qué hacerlas mal” y “dialogar, negociar y acordar pese a las diferencias”, como sucedió con el tripartito que gobernó Palomares tras la segunda moción de censura a Rodríguez (sería delegada de Hacienda). Como muestra un botón: llegó a convencer hasta al PP para aprobar una moción en defensa del pueblo palestino frente a Israel. “¿Tú sabes lo que es eso? Fui tan vehemente hablando de bombas contra tirachinas, que hasta Lola votó a favor”, relata divertida.

Critica el “postureo” de la política actual y la dificultad que aún tienen las mujeres. Lo lamenta desde su firme convencimiento de que gobiernan de una manera distinta. “Nos podemos pelear como el que más, pero nuestra sensibilidad es distinta. Más humanas, más cercanas, tiramos para adelante y tenemos menos tonterías”, mantiene sin pelos en la lengua.

Desde su puesto en la RTVA, considera que el saldo entre el debe y el haber de su paso por el Ayuntamiento es positivo. Además de dejar las cuentas más saneadas y resolver los problemas de la plantilla municipal, se recuperó la feria que se tuvo que suspender durante 10 años por la crisis municipal.

Anabel Jiménez (PSOE): un tripartito es posible

Llegó a la política por sus inquietudes como trabajadora social, pero también porque en su casa siempre se habló de política. Su tío, un comunista encarcelado en la dictadura, con pico y pala excavó el canal de los presos. Ana Isabel Jiménez se afilió a Juventudes Socialistas de Andalucía y luego al PSOE, y en 2015 dirigió sus pasos hacia el Ayuntamiento. Cogería el bastón de mando tras la segunda moción de censura que le plantearon a la popular Lola Rodríguez.

Aquel tripartito de PSOE, IU y UIPR funcionó. Extrajo una lección importante: “sí es posible cuando las personas lo queremos hacer posible”. El “compromiso” con un pueblo y la “lealtad” con los socios de Gobierno son, a su juicio, la clave para que las cosas funcionen. Pese a los “malos momentos” y las discrepancias, no duda en agradecer y reconocer la labor de Juana, a quien tuvo en ese tripartido como concejala de Hacienda. “Aunque nos hemos peleado en privado, nunca salí de su despacho sin que estuviéramos de acuerdo”, recalca.

Su equipo de Gobierno estaba formado por seis mujeres y un solo hombre. “Dejadme hablar, nos decía en muchas reuniones, y nosotros le recordábamos cuántas mujeres estuvieron en su misma situación y las dejaron calladas. Pero fuera de bromas, sí le dejábamos intervenir. Nosotras trabajamos con otra sensibilidad”, afirma, coincidiendo en su diagnóstico con Juana.

Ahora que ha salido elegida alcaldesa, Jiménez afronta un mandato en solitario y en minoría. “Es un honor ser alcaldesa, soy una mujer de fuertes convicciones políticas y cuando doy un paso al frente es al 100%”, mantiene. Sabe que lo tendrá difícil pero tiene como referente a sus antecesoras. Salvo a Concha Moreno, a todas las demás las conoció. Tomó nota de la “fuerte personalidad” de Carmen Pichardo, de la “superviviente” que fue Lola Rodríguez y de la “gran fuerza y compromiso” de Juana Caballero.