Un grupo internacional de astrónomos ha hallado un planeta en torno a Próxima Centauri, la estrella más cercana al Sol. Denominado Próxima b, el planeta se halla en la zona de habitabilidad, o región en torno a una estrella donde las condiciones permiten albergar agua líquida, y se calcula que su masa es algo mayor que la de la Tierra. El hallazgo, realizado en el marco de la campaña de observación Pálido Punto Rojo, se publica este miércoles en la revista Nature, según señala en su web el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), cuyos investigadores han tenido una participación mayoritaria en el descubrimiento.
“Dedicamos dos años a diseñar la campaña Pálido Punto Rojo, que ha observado Próxima Centauri desde enero hasta marzo con telescopios de cuatro observatorios. Aunque la señal era prometedora desde el principio, revisamos su consistencia cada noche: es verdaderamente emocionante saber que hay un planeta parecido a la Tierra en torno a la estrella más cercana a nosotros”, señala Guillem Anglada, investigador de la Universidad de Queen Mary (Londres), que encabeza el trabajo.
Los investigadores buscaban detectar el ligero tirón gravitatorio que un posible planeta ejercería sobre la estrella, que la obliga a dibujar una pequeña órbita y se traduce en oscilaciones en la luz de la misma. Se trata, sin embargo, de movimientos de muy poca amplitud: “Hemos observado que Próxima se aleja y acerca de nosotros a una velocidad de cinco kilómetros por hora, similar a la velocidad a la que caminamos, con un patrón regular cada 11,2 días”, apunta Pedro J. Amado, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía que participa en la investigación y que coordina el proyecto CARMENES para la búsqueda de planetas de tipo terrestre desde el Observatorio de Calar Alto.
El análisis de los datos indica la existencia de un planeta con una masa mínima equivalente a 1,3 veces la terrestre, y que gira en torno a Próxima Centauri cada 11,2 días a una distancia de unos siete millones de kilómetros. Esta distancia supone tan solo un 5% de la existente entre la Tierra y el Sol, pero Próxima es mucho más fría que el Sol y, por ello, la zona de habitabilidad se halla mucho más cercana que en el caso de nuestra estrella.
Estrellas enanas rojas
Se piensa que en torno al 70% de las estrellas de nuestra galaxia son enanas rojas como Próxima, más débiles y pequeñas que nuestro Sol. “Este tipo de estrellas enanas presentan, además, periodos de actividad repentinos cuya señal puede confundirse con la de un planeta. Para excluir esta posibilidad fueron claves las observaciones realizadas por el Observatorio SPACEOBS con el telescopio ASH2, operado por el Instituto de Astrofísica de Andalucía”, señala Cristina Rodríguez López, científica del IAA-CSIC que colabora en la investigación.
La posibilidad de que exista vida en los planetas en torno a las estrellas enanas rojas es, a día de hoy, objeto de debate entre la comunidad científica: la zona de habitabilidad se halla tan próxima a la estrella que, aunque el planeta goce de la temperatura adecuada, puede verse afectado por las fulguraciones de la estrella, que producen gran cantidad de radiación ultravioleta y de rayos X. Sin embargo, es necesario analizar la atmósfera de estos planetas con observaciones directas.
“Próxima b constituye el candidato idóneo para estudiar las características de los planetas en torno a enanas rojas y, por extensión, para la búsqueda de trazas que puedan indicar la existencia de vida”, apunta Amado (IAA-CSIC). De hecho, el proyecto Starshot, apadrinado por Stephen Hawking, plantea el envío de una flota de naves minúsculas al sistema estelar triple Alfa Centauri, del que forma parte Próxima, para buscar planetas potencialmente habitables. “En el marco de este proyecto, Próxima b constituye el único planeta que se podría visitar en el plazo de una generación”, concluye Amado (IAA-CSIC).
El hallazgo de Próxima b ha sido posible gracias al uso combinado de telescopios de cuatro observatorios, entre los que ha resultado fundamental el instrumento HARPS del telescopio de 3,6 metros del Observatorio Europeo Austral (ESO), así como los datos del instrumento UVES (ESO) recogidos a lo largo de dieciséis años y reanalizados dentro de esta campaña. El descubrimiento se enmarca en el proyecto Pálido Punto Rojo, que permitió seguir la campaña de observación a través de la web.