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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Se acabó

Último día del año. Por mucha prisa que te des, lo que no hayas hecho ya no lo harás. Lo siento, no te queda tiempo. Atrás quedaron todos tus buenos propósitos y tus proyectos llenos de ilusión. Pero tranquilidad, esto no es motivo para el agobio, sino más bien al contrario: es un alivio. Puedes levantar las manos y decir hasta aquí he llegado. El próximo año ya verás, pero hoy ríndete. Se acabó, que cantaría María Jiménez.

Y la verdad es que sí, que es un alivio poder pasar página a uno de los años más tristes de las últimas cuatro décadas, las de la democracia. Un año cuyos principales protagonistas han sido la crisis (otra vez), la corrupción (Bárcenas, EREs y Casa Real trinitariamente), el asunto ese de la independencia catalana y el único cumplimiento del programa electoral del PP tras dos años de gobierno: la retro-reforma de la ley del aborto.

Menudo balance. Para salir corriendo. Así que respira hondo, destensa los músculos del cuello y relaja el rictus. Ya está. Ya ha pasado.

Si no consigues relajarte tienes la opción de la química. Déjate de remilgos. Los problemas materiales te han influido en el ánimo y te están poniendo en el filo de la depresión. Quiero que sepas que no eres el único: en la última década se ha duplicado el consumo de antidepresivos en España. El agobio. El agobio... Tómate algo y déjalo atrás. No se trata de que seas feliz, sino de que bloquees tu infelicidad. No la veas. No la sufras. Ignórala.

Si aún así no lo consigues, fíjate en tu presidente. Él lo tiene bien claro. Suave. Hace unos pocos días Rajoy hizo su esperadísimo balance anual, bien retransmitido, comentado, anotado, glosado y destripado hasta la saciedad en debates televisados y periodísticos.

El nuevo mantra-argumentario parece ser “Lo peor ha quedado atrás”. No es un brote verde, que conste, que de esos ya los españoles quedamos empachados. Se trata de “un fundado derecho a la esperanza”.

Dijo en su comparecencia tras el último Consejo de Ministros del año: “El año que viene dejaremos atrás el miedo. Si 2012 fue el año del ajuste y 2013 el de las reformas, 2014 será el del inicio de la recuperación” (Por cierto, en el mismo Consejo de Ministros, se aprobaba la congelación del salario mínimo interprofesional, pero tú no te preocupes, porque como tú no tienes trabajo, eso a ti no te afecta. Como tampoco te afecta que la luz “sólo” haya subido finalmente un 2,4% en lugar del obsceno 11% inicialmente previsto. De cualquier manera no ibas a poder pagarla.)

Y ya está todo dicho. No hay más. Como si Mariano se hubiera tragado una caja de trankigilasa esa mañana. En su discurso no hubo lugar para la policía entrando en la sede del PP buscando una información que el juez reclamaba y no se le daba. No hubo un momento para el amigo Bárcenas, con las buenas tardes que le ha dado. No hubo ni un breve apunte de hacia dónde irá la prometida bajada de impuestos (sí, ya sé que entramos en un año electoral y que esta práctica de bajar impuestos para arrimar al electorado es muy común, pero dime tú a mí cómo va a sentar en Europa que un país que está como está, que ha fracasado en la lucha contra el fraude fiscal, diga ahora que va a renunciar a una parte de la recaudación. A mí las cuentas no me salen, imagino que a ellos tampoco.)

Ni siquiera hubo un hueco en su discurso para el agradecimiento a la ultraderechista Le Pen, la única en Europa que ha aplaudido públicamente la retro-reforma de la ley del aborto. Hay que ver, con lo simpática que es esa señora fascista.

Relájate. Si lo hace él, ¿por qué tú no?

¿Sabes qué pasará si no lo haces? Que empezarán a decirte que eres un amargado, un pesimista que sólo ve la botella medio vacía. Que no te das cuenta de lo grande que es este país de Campofrío, que tiene tantísmo bueno que ofrecer. Que por quedarte en la crítica de todo lo que hay por mejorar (que tampoco es tanto), estás dejando de ver todo lo bueno que hay. Y tú no quieres que eso ocurra. Sólo te faltaba eso.

Relájate. Y disfruta. Que tengas un buen año.

Último día del año. Por mucha prisa que te des, lo que no hayas hecho ya no lo harás. Lo siento, no te queda tiempo. Atrás quedaron todos tus buenos propósitos y tus proyectos llenos de ilusión. Pero tranquilidad, esto no es motivo para el agobio, sino más bien al contrario: es un alivio. Puedes levantar las manos y decir hasta aquí he llegado. El próximo año ya verás, pero hoy ríndete. Se acabó, que cantaría María Jiménez.

Y la verdad es que sí, que es un alivio poder pasar página a uno de los años más tristes de las últimas cuatro décadas, las de la democracia. Un año cuyos principales protagonistas han sido la crisis (otra vez), la corrupción (Bárcenas, EREs y Casa Real trinitariamente), el asunto ese de la independencia catalana y el único cumplimiento del programa electoral del PP tras dos años de gobierno: la retro-reforma de la ley del aborto.