El 'americano feo' ha vuelto

Acababa la década de los cincuenta del pasado siglo cuando una novela revolucionó la política exterior estadounidense, país entonces traumatizado por los éxitos soviéticos del satélite Sputnik y de Laika, la perra sacrificada en aras de la conquista del espacio, que Elon Musk ha vuelto a poner de moda.

Bajo el título de “The Ugly American” ('El Americano Feo', que aquí, en su versión cinematográfica, se tradujo por 'Su Excelencia el Embajador'), la novela era a la vez una dura crítica y una explicación de porqué los estadounidenses generaban rechazo en el mundo al ser percibidos como unos imperialistas arrogantes sólo interesados en su propio beneficio. 

Se impuso la tesis de que ello fue precisamente lo que llevó a un creciente predicamento de la Unión Soviética entre muchas de las nuevas naciones que nacían por aquellos años tras liberarse del yugo del colonialismo tras el fin de la II Guerra Mundial. 

Fue así como el entonces recién llegado presidente John F. Kennedy, para cambiar esa imagen creó en 1961 los Cuerpos de Paz (Peace Corps) y la agencia de ayuda al desarrollo USAID (acrónimo de Agency for International Development, pero que también significa “ayuda”). Su finalidad, por tanto, no era otra que asegurarse aliados políticos y comerciales a lo largo del globo y evitar que cayeran bajo la órbita soviética. Ambas instituciones no son lo único que hoy el presidente estadounidense Donald Trump pretende destruir con la daga del magnate Elon Musk. 

Trump está rompiendo así con décadas de relaciones exteriores estadounidenses. Con sus "vecinos de las Américas' México y Canadá; con sus "viejos aliados" europeos, con los que está dispuesto a romper sus "lazos culturales, espirituales", políticos y comerciales, ninguneando sus intereses y maltratándolos como un mal jefe a sus empleados

Son hijas de la doctrina de la política exterior instaurada por John F. Kennedy. Una filosofía que, a pesar de los vaivenes de la acción exterior de cada presidencia, ha sustentado hasta hoy la política internacional estadounidense: abandonar la arrogancia para tratar a los aliados como socios amigos, apoyándolos política y económicamente y defendiéndolos en caso necesario. 

Kennedy enunció su doctrina en su famoso discurso inaugural de enero de 1961:

“Que cada nación sepa, tanto si nos desea el bien o el mal, que pagaremos cualquier precio, soportaremos cualquier peso, enfrentaremos cualquier dificultad, apoyaremos a cualquier amigo, nos opondremos a cualquier enemigo, para asegurar la supervivencia y el éxito de la libertad”. 

(Let every nation know, whether it wishes us well or ill, that we shall pay any price, bear any burden, meet any hardship, support any friend, oppose any foe to assure the survival and the success of liberty)

No fue ese el único compromiso de su discurso. A los europeos, “esos viejos aliados cuyos orígenes culturales y espirituales compartimos, les prometemos la lealtad de amigos fieles”.

Y “a los nuevos estados a los que damos la bienvenida a las filas de los libres, les prometemos nuestra palabra de que una forma de control colonial no habrá desaparecido simplemente para ser reemplazada por una tiranía mucho más férrea”. A lo que, añadió, que “aquellas personas que en las chozas y aldeas de la mitad del mundo luchan por romper los lazos de la miseria, prometemos nuestros mejores esfuerzos para ayudarlos a ayudarse a sí mismos durante el período que sea necesario”.

Por último, a sus “repúblicas hermanas del sur” les prometió “convertir las buenas palabras en hechos, en una nueva alianza de progreso para ayudar a los hombres y gobiernos libres a librarse de las cadenas de la pobreza... que sepan nuestros vecinos que nos uniremos a ellos para oponerse a una agresión o subversión en cualquier parte de las Américas”.

Hoy, seis décadas después, el presidente Donald Trump vuelve a tratar con altivez y arrogancia a sus amigos. Con suerte, indiferentemente de cómo se relaciona con sus enemigos, cuando no llegando a atacar los que hasta ahora eran considerados intereses comunes.

Trump está rompiendo así con décadas de relaciones exteriores estadounidenses. Con sus “vecinos de las Américas' México y Canadá; con sus ”viejos aliados“ europeos, con los que está dispuesto a romper sus ”lazos culturales, espirituales“, políticos y comerciales, ninguneando sus intereses y maltratándolos como un mal jefe a sus empleados; con su desprecio a sus socios egipcios y jordanos a los que chantajea con el palo de sus dólares; con sus aliados árabes, desde Marruecos a Arabia, a los que coloca entre la espada y la pared de aceptar el hecho consumado del éxodo forzado del pueblo palestino; con su apuesta por su viejo enemigo ruso en detrimento de su nuevo amigo ucranio al que parece estar dispuesto a abandonar a su suerte. Etcétera, etcétera, etcétera.

Así las cosas, ¿qué país estará dispuesto a confiar en semejante aliado? ¿Quién arriesgará su futuro en las manos de quien ha dejado de distinguir entre amigo y enemigo? 

Por eso es precisamente su gran adversario quien se frota las manos. Justo ahora que el mundo occidental empezaba a cuestionar la bondad de dejarse atrapar por las redes de la “férrea tiranía” del gigante chino, Trump lo coloca ante el mundo como la única alternativa a su peligrosa arbitrariedad.

El 'americano feo' ha vuelto. Sus consecuencias serán duraderas y el orden mundial ya nunca volverá a ser el mismo.