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Andaluces, ¡El Retiro sigue cerrado!
El pasado 3 de febrero, seguro que todos lo recordamos, un avión de Air Canadá tuvo que sobrevolar durante cinco horas la ciudad de Madrid para quemar combustible antes de poder aterrizar de emergencia debido a una serie de averías. Esas cinco horas fueron retransmitidas en directo por casi todos los medios de comunicación. El mismo día sucedía algo similar, esta vez en el aeropuerto de Málaga. No busquen rastros de retransmisiones en directo.
Las cacerolas que unos pocos en Madrid golpean en su barrio, cuyos nombres de calles ahora conocemos al dedillo, resuenan en toda España por la sencilla razón de que las anécdotas de los pijos capitalinos merecen rango de titular. Probablemente ustedes no sepan casi nada de las colas del hambre en su localidad, ni de los niños que con esta crisis ya sólo comen de la caridad en los colegios que algunos profesores esforzados han mantenido abiertos, pero evidentemente estamos al tanto del menú basura que durante 60 días alimentó a los críos más desfavorecidos de la Comunidad de Madrid. Cuando pongamos el informativo de la tele tendremos la certeza de que vamos a conocer la última salida de la inefable presidenta de la Comunidad de Madrid, y cómo es la decoración de su apartahotel ilícito. Si en su momento Málaga y Granada, lo mismo que la otra mitad del país, no pasaron de fase (entre otros motivos porque la Junta no rellenó los campos adecuados de un primer formulario, entregó fuera de plazo otro y nadie se atrevió a firmarlo), a nadie le importa porque, atención, tampoco avanzó Madrid, el epicentro de la pandemia en España. Un dato sorprendente en provincias vale menos que algo absolutamente previsible en Madrid. Puede que usted no sepa exactamente qué puede hacer en esta fase en las playas de su municipio, o en los parques, pero si ve las noticias recibirá, como me pasó a mí la semana pasada, un informe exhaustivo sobre los lugares para pasear en la ciudad de Madrid. Y tengo que darle una mala noticia: ¡el parque de El Retiro aún está cerrado! Que El Retiro esté cerrado nos tiene que importar, y mucho, a los 44 millones de personas que no vivimos en el municipio de Madrid.
En Andalucía, la mayor Comunidad Autónoma de todo el país, el alumnado sordo de ciclos superiores tiene que examinarse el mes que viene, pero la Junta ha eliminado el servicio de las intérpretes de lengua de signos. Ese mismo Gobierno, aprovechando la crisis del coronavirus y que, bueno, como esto no es Madrid casi nadie mirará mucho, acaba de dar vía libre a otro proceso de ladrillazo en nuestros parajes. Continúa así con la intentona que, con un parlamento vacío, trató el mes pasado de modificar toda la legislación vigente en materia urbanística y medioambiental. Hasta el Gobierno central ha tenido que recurrir semejante barbaridad. Que Madrid compre mascarillas defectuosas no importa tanto como que Andalucía lo haya hecho hasta con cuatro lotes.
Sí, ya sé, resulta más juguetón sacar la última ocurrencia de Ayuso. Bueno, si a chistes vamos, aquí el trifachito, que insisto, gobierna sobre más población que nadie en todo el país, también tiene algunas: desde aquella de asegurar que celebraríamos la Semana Santa “porque tiene fecha prevista” hasta la más reciente de solicitar, como una de las medidas perentorias e inaplazables, la apertura de las iglesias, antes incluso que la de comercios. Podríamos seguir interminablemente.
Nadie duda de la importancia que para todo el país puede tener mucho de cuanto acontece en la capital, incluso en la Comunidad que la acoge. Pero echen un ojo a tantos de esos medios que se llaman nacionales, y luego pregúntense por qué, si lo son, nos informan a todos los españoles de cuándo, por fin, podremos pasear por El Retiro.
El pasado 3 de febrero, seguro que todos lo recordamos, un avión de Air Canadá tuvo que sobrevolar durante cinco horas la ciudad de Madrid para quemar combustible antes de poder aterrizar de emergencia debido a una serie de averías. Esas cinco horas fueron retransmitidas en directo por casi todos los medios de comunicación. El mismo día sucedía algo similar, esta vez en el aeropuerto de Málaga. No busquen rastros de retransmisiones en directo.
Las cacerolas que unos pocos en Madrid golpean en su barrio, cuyos nombres de calles ahora conocemos al dedillo, resuenan en toda España por la sencilla razón de que las anécdotas de los pijos capitalinos merecen rango de titular. Probablemente ustedes no sepan casi nada de las colas del hambre en su localidad, ni de los niños que con esta crisis ya sólo comen de la caridad en los colegios que algunos profesores esforzados han mantenido abiertos, pero evidentemente estamos al tanto del menú basura que durante 60 días alimentó a los críos más desfavorecidos de la Comunidad de Madrid. Cuando pongamos el informativo de la tele tendremos la certeza de que vamos a conocer la última salida de la inefable presidenta de la Comunidad de Madrid, y cómo es la decoración de su apartahotel ilícito. Si en su momento Málaga y Granada, lo mismo que la otra mitad del país, no pasaron de fase (entre otros motivos porque la Junta no rellenó los campos adecuados de un primer formulario, entregó fuera de plazo otro y nadie se atrevió a firmarlo), a nadie le importa porque, atención, tampoco avanzó Madrid, el epicentro de la pandemia en España. Un dato sorprendente en provincias vale menos que algo absolutamente previsible en Madrid. Puede que usted no sepa exactamente qué puede hacer en esta fase en las playas de su municipio, o en los parques, pero si ve las noticias recibirá, como me pasó a mí la semana pasada, un informe exhaustivo sobre los lugares para pasear en la ciudad de Madrid. Y tengo que darle una mala noticia: ¡el parque de El Retiro aún está cerrado! Que El Retiro esté cerrado nos tiene que importar, y mucho, a los 44 millones de personas que no vivimos en el municipio de Madrid.