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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Andalucía no es Madrid

6 de julio de 2022 20:28 h

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La educación privada ha alcanzado el nirvana en la Comunidad de Madrid. Tras 27 años de gobiernos del PP, la pública ha perdido el triple de alumnos que la media nacional y solo el 40% de los niños estudia en estos centros. Desde hace años desgrava comprar uniformes, aprender inglés o las guarderías privadas. También es la segunda región de Europa que más segrega por renta (detrás de Turquía). Y acaba de llegar al paroxismo merced a las ayudas del dinero de todos para familias con ingresos por encima de los 100.000 euros. En sanidad es igualmente avanzadilla. Presume de la apertura de 13 hospitales que, sin embargo, no han redundado en aumento de camas porque se han ido cerrando las que había. Está a la cola en gasto por habitante y PIB y Ayuso ha ordenado la clausura de 20 servicios de urgencia de atención primaria.

Lejos de ocasionar un retroceso electoral, pese a que el deterioro de lo público cruza las líneas rojas en cualquier chequeo, la presidenta de Madrid ha renovado con éxito y a bombo y platillo su proyecto político. Los expertos alertan del peligro de que los madrileños acaben por interiorizar que lo público es deficiente e inviable y acepten mansamente un patrón de mercado que, a la postre, perjudica a los que menos tienen y ensancha la brecha con las capas altas. Me pregunto qué consecuencias podría suponer la traslación exacta de este modelo --que tanta admiración suscita en Moreno Bonilla--, en Andalucía, donde la renta per cápita es casi la mitad y, la tasa de desempleo, cerca del doble; además de otras diferencias estructurales que marcan un abismo.

Hasta hace muy poco, Andalucía albergaba su fortaleza en los sistemas públicos de salud y de educación. Durante lustros hubo un consenso ciudadano respecto a la inmutabilidad de ambos, pero han empezado a mutar en la pasada legislatura

Madrid cuenta con muchas ventajas respecto al resto del país que responden a un océano de variables, entre ellas la capitalidad, la concentración de empresas (el 65% del Ibex), la sobrefinanciación, o que la propia actividad genere un efecto dominó de dinamización y atracción de capacidades e inversiones. Otro factor es la lógica centralista que dejó en herencia la Gran Recesión, y que ha obligado a emigrar hasta allí al talento de la periferia en busca de oportunidades. En todos los ámbitos, desde lo político y económico, a lo cultural y universitario. De manera que no es únicamente la España rural la que se vacía; las comunidades autónomas han sufrido la diáspora de jóvenes rumbo a Madrid para prosperar (o sobrevivir), una hemorragia del sector más cualificado.

Andalucía está a pie de página en los indicadores que miden la riqueza. En el último informe del INE, los municipios andaluces ocupan los lugares más bajos, al igual que los barrios, justo lo contrario de lo que le ocurre a Madrid. Entre la localidad más rica (Pozuelo) y la más pobre (Níjar) existe una agujero de 19.000 euros. No obstante, hasta hace muy poco, Andalucía albergaba su fortaleza en los sistemas públicos de salud y de educación. Durante lustros hubo un consenso ciudadano respecto a la inmutabilidad de ambos, un escudo de protección, pero han empezado a mutar en la pasada legislatura. La sanidad privada bate marcas con el mayor crecimiento de pólizas en las mutuas, mientras que los conciertos doblan los de años anteriores. La educación ha seguido una senda parecida, con pérdida de unidades públicas y subida notable de las concertadas. La cuestión es si la comunidad podrá sostener este tipo de sobrecoste, entre seis y ocho veces superior a la gestión pública.

Una de las cosas más formidables que escuchamos en Andalucía en el mandato que se queda atrás es que la política fiscal, la que decide qué impuestos se pagan, quién y cuánto, no encierra ninguna corriente de pensamiento político

Una de las cosas más formidables que escuchamos en Andalucía en el mandato que se queda atrás es que la política fiscal, la que decide qué impuestos se pagan, quién y cuánto, no encierra ninguna corriente de pensamiento político y carece de cariz ideológico. Lo solía repetir con una sonrisa Juan Bravo, el consejero de Hacienda saliente, nuevo hombre fuerte del área económica de Feijóo (ahí lo lleva), mientras desmenuzaba las teorías económicas conservadoras de la Escuela de Chicago, la curva de Laffer y las bondades de la meritocracia como si fueran el paradigma de la justicia social. Un concepto que, por cierto, empleó Juan Marín para glosar la supresión del impuesto de sucesiones a las herencias por encima de un millón de euros. Gajes de estar siempre a la que saltaba.

En los prolegómenos del primer estreno de un Gobierno del PP en Andalucía con mayoría absoluta, el presidente Moreno ha reincidido en su voluntad de copiar a Ayuso y competir con Madrid nada menos que en dumping fiscal, (claro que él lo ha expresado de manera distinta) como si estuviera en igualdad de condiciones con la capital del reino. La distancia entre Pozuelo y Níjar lo dice todo. Sin el llamado colchón social (salud y educación públicas, transporte y comedores escolares, universidad gratis y un largo etcétera) muchos que ahora alcanzan a trompicones el fin de mes dejarán de hacerlo. Ni siquiera con campañas de agravio de esas que sabe fabricar tan hábilmente Bendodo. Andalucía no es Madrid. 

La educación privada ha alcanzado el nirvana en la Comunidad de Madrid. Tras 27 años de gobiernos del PP, la pública ha perdido el triple de alumnos que la media nacional y solo el 40% de los niños estudia en estos centros. Desde hace años desgrava comprar uniformes, aprender inglés o las guarderías privadas. También es la segunda región de Europa que más segrega por renta (detrás de Turquía). Y acaba de llegar al paroxismo merced a las ayudas del dinero de todos para familias con ingresos por encima de los 100.000 euros. En sanidad es igualmente avanzadilla. Presume de la apertura de 13 hospitales que, sin embargo, no han redundado en aumento de camas porque se han ido cerrando las que había. Está a la cola en gasto por habitante y PIB y Ayuso ha ordenado la clausura de 20 servicios de urgencia de atención primaria.

Lejos de ocasionar un retroceso electoral, pese a que el deterioro de lo público cruza las líneas rojas en cualquier chequeo, la presidenta de Madrid ha renovado con éxito y a bombo y platillo su proyecto político. Los expertos alertan del peligro de que los madrileños acaben por interiorizar que lo público es deficiente e inviable y acepten mansamente un patrón de mercado que, a la postre, perjudica a los que menos tienen y ensancha la brecha con las capas altas. Me pregunto qué consecuencias podría suponer la traslación exacta de este modelo --que tanta admiración suscita en Moreno Bonilla--, en Andalucía, donde la renta per cápita es casi la mitad y, la tasa de desempleo, cerca del doble; además de otras diferencias estructurales que marcan un abismo.