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Apocalypse Red
“Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia”, terminó Juan Goytisolo su discurso del Premio Cervantes ante el ministro Wert y los reyes -osadía castigada por el alcalde de Alcalá (PP) no acompañándoles a almorzar-. Pero los resultados de las autonómicas andaluzas y las encuestas sobre municipales y regionales del 24 de mayo obligan a plantear si, en palabras de Cernuda, confundimos 'La realidad y el deseo'.
Distinto sería clamar: “Digamos bien alto que debemos”. Porque “poder o no poder”, esa es la cuestión a demostrar. Aún no hemos podido y la tendencia empeora. Estamos en alerta roja. Y en un doble sentido:
Por una parte, en las primeras elecciones celebradas tras la sorpresa de los cinco eurodiputados de Podemos, las andaluzas del 22 de marzo, se ha logrado un 21,7% de votos y 15 diputados que sumados a los 5 de IU -que pasa del gobierno al descalabro- semejan los resultados de la coalición comunista en 1994. Sin derrotismo, llegar al Parlamento como tercera rotunda fuerza es meritorio. Pero si algo achaca Podemos a IU es la falta de ambición al conformarse décadas con el papel de pepito grillo, siempre en la oposición, frente al bipartidismo. “Podemos ha nacido para gobernar”, hemos oído a Iglesias, Errejón, Bescansa, Monedero... Aunque ya Alegre reconoció en campaña que en Andalucía la opción quedaba lejos. Como han confirmado los sufragios.
En el plano nacional, encuestas como la de Metroscopia para El País o My word para la Ser apuntan una caída de seis a diez puntos desde enero y la eclosión de Ciudadanos (C’s) que relega a Podemos al cuarto lugar.
La irrupción de este férreo competidor -que preocupa a la formación morada; como muestra el artículo de Pablo Iglesias en EL PAÍS sobre que Podemos es el cambio frente a C’s, recambio de la casta- lleva a la segunda y literal acepción de “Alerta roja”:
En el mejor de los supuestos soñados por la masa ciudadana progresista que, del 15-M a hoy, desea vencer al régimen neoliberal que PP-PSOE garantizan en España y la mayoría tecnocrática en la UE, es decir, en la hipotética y hoy lejana noche de triunfo electoral de Podemos no se podría celebrar un triunfo de la izquierda porque expresa y pertinazmente se ha abandonado esta bandera.
E IU, que la enarbola, no lucha por la victoria, sino por la supervivencia.
Durante los primeros meses de existencia de Podemos, el renegar del eje “derecha-izquierda” y reemplazarlo por “arriba-abajo” (“corruptos-puros”) ha funcionado. Lo ideológico ha sido tachado de rancio y hueco. “IU entiende ser de izquierdas como darse golpes de pecho” -me decía recientemente un dirigente andaluz de Podemos. “Lo importante no son las palabras, sino la política que se hace”.
Pero las palabras son clave. No lo digo como periodista o novelista sino como ciudadana. “De izquierdas, republicana, feminista” son términos con que me defino y justo porque me han traído más problemas que alegrías sé su valor. Si no causaran urticaria en pieles varias se diría que son inocuos. Igual que si el arte fuera sólo un cuadro o libro gordo que adorna el salón no se explicaría que las dictaduras lo censurasen. Causan dermatitis porque implican una concepción distinta y alternativa de lo llamado “realidad”.
Es incierto que, como dice Pablo Iglesias, cambio sea sólo el que nos gusta a los de izquierdas. Tanto como eso que afirma Rajoy de que “los seres humanos normales votan al PP”. El respeto a las opciones contrarias es la esencia de la democracia. Lo que cada grupo debe hacer es explicar su propuesta con la pedagogía necesaria para atraer apasionadamente a la mayoría conciudadana hacia la transformación ofrecida.
Ojalá Podemos, como nuevo partido de las izquierdas de España, asumiera su realidad -de cuadros y votantes- y consciente de que la mayoría electoral española es de centro-izquierda, en vez de escorarse a la tibieza, optara por persuadir de que la justicia social, el ideal alcanzable de más igualdad -que existe en países tan poco extremistas como Austria, según Salvados nos acaba de mostrar- se encarna en “políticas rojas”.
Porque la cuestión es ya que la táctica de la indefinición está fallando, que la desideologización juega a favor de C’s, porque la derecha siempre ha clamado la muerte de las ideologías para imponer un neoliberalismo supuestamente no ideológico sino inevitable, incuestionable, de sentido común y sin alternativas desde la caída del muro de Berlín y, con él, del bloque comunista.
¿Tienen Podemos e IU (y Equo, “Ganemos”, “En Común”, etc.) un plan B si las municipales y regionales demuestran que o juntos (en sólo 5 de las 52 capitales) o separados no se ha podido? ¿Qué prevé Alberto Garzón, líder de IU, tan valorado si no logra ni grupo parlamentario en las generales de noviembre? ¿Será una tormenta de ideas su curso de verano en El Escorial? ¿Y el de Podemos? ¿Un movimiento que se reclama “de gente frente a la casta” conserva capacidad de reacción ante cambios en el panorama, tácticas que no despegan o se vuelven en contra o está tan anquilosado como los partidos de aparato siempre empeñados en mantener y no enmendar sus fallos?
Vamos a comprobarlo este mismo año. Aún estamos a tiempo de escapar al desengaño y hacer las ilusiones realidad. A tiempo de poder. Si no lo aprovechamos, como tantas veces antes, nos seguiremos lamentando mientras esperamos.
“Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia”, terminó Juan Goytisolo su discurso del Premio Cervantes ante el ministro Wert y los reyes -osadía castigada por el alcalde de Alcalá (PP) no acompañándoles a almorzar-. Pero los resultados de las autonómicas andaluzas y las encuestas sobre municipales y regionales del 24 de mayo obligan a plantear si, en palabras de Cernuda, confundimos 'La realidad y el deseo'.
Distinto sería clamar: “Digamos bien alto que debemos”. Porque “poder o no poder”, esa es la cuestión a demostrar. Aún no hemos podido y la tendencia empeora. Estamos en alerta roja. Y en un doble sentido: