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El bazooka de Pedro Sánchez
Tal vez sea cosa de spin doctors, Pedro Sánchez ha terminado su paseo triunfal, de momento, bazooka al hombro, con un encuentro con Mario Draghi, toda una metáfora, con el dueño del bazooka del BCE, al que tanto le deben las economías meridionales de la UE.
Simultáneamente, entre aplausos, anunciaba el levantamiento exterior de las mascarillas. Antes, carta amable mediante de Oriol Junqueras, desde los obispos catalanes a Antonio Garamendi, los empresarios catalanes, algunos barones reconvertidos, hacían público su apoyo a los indultos. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, rendía visita para conjurar dudas y trapacerías de la derecha dando un sobresaliente al plan español para que así la lluvia de millones inunde las mermadas economías patrias. Por si faltaba poco, la señora Botín, una especie de ministra sin cartera, proclamaba el inicio de años de miel y rosas económicas.
Para que no faltara nada, la nueva lideresa de la ultraderecha española, con sede en Madrid, Isabel Díaz Ayuso, torpeaba metiendo al jefe del Estado en la contienda política pidiéndole que incumpliera su papel constitucional, sin arrepentimiento y con contumacia. Pablo Casado, arrinconado por el madrileñismo y colgado de la brocha, fracasaba con la cuestación de firmas anti catalanas, tras un Colón ultraderechista, y se quedaba aislado en su estrategia europea de acoso al Gobierno que, además, había recibido el apoyo explícito de la UE y sus líderes en el conflicto con Marruecos, dejando al PP con sus amistades peligrosas del vecino país autoritario del sur.
Para que no quedara resquicio alguno en la semanita de Sánchez, la Casa Blanca le echaba una manita tras el paseíllo con Biden, además se levantaban los aranceles que golpeaban las exportaciones españolas a EEUU.
En clave de poder orgánico y morbo mediático, Susana Díaz descendía a regional preferente, de momento; a Sánchez se le ponía de cara el viento del sur de Juan Espadas, un líder moderado pero con personalidad propia y leal, con posibilidades de derrotar a la derecha en el poder en Andalucía.
Todo había empezado bien días antes con los mejores datos de empleo, y todo con una ministra comunista, reconocida y eficaz vicepresidenta capaz de entenderse con empresarios y sindicatos, conjurando los malos augurios de peores relaciones en el Gobierno de coalición progresista. El liderazgo de Yolanda Díaz –la mejor valorada por el CIS– aporta solidez, seriedad, estabilidad y reputación entre la clase trabajadora, algo últimamente poco habitual en los gobiernos monocolores socialistas.
Y su tatachán en plena sinfonía, Tezanos se unía a la fiesta poniendo la guinda con un sondeo que conjuraba los malos augurios de las encuestas de cámara, publicadas con intención en las últimas semanas a empujones desde los mentideros mediáticos capitalinos. La guerra política también se libra en la demoscopia.
Podrían parecer días de rosas, podría Sánchez creerse que todo ya está hecho, que la confluencia estelar en su constelación de buenas noticias le concede dos años tranquilos y más. Sería un error.
Seguimos padeciendo las inclemencias del poder eléctrico en un pulso visible con el poder legítimo y democrático. Seguimos padeciendo la inclemencia de un poder judicial imprevisible atrincherado en el CGPJ, sobrado de reproches en el momento en que se asoma a los Pirineos. El informe negativo del Consejo de Europa –bajará la justicia española a nivel turco– no será la única mala noticia: los fallos del Tribunal Europeo de Derechos Humanos amenazan con meter en vereda a los jueces españoles por su actuación en el procés.
Pero, además, Sánchez tiene pendiente algo fundamental en todo Gobierno: cumplir con los compromisos de investidura y de coalición. La ley mordaza, la reforma laboral, la equiparación del salario mínimo según los acuerdos en la UE, la reforma fiscal, la ley de la vivienda, aplicar intensivamente Zotal en el ministerio de Interior y más están pendientes.
Harían bien sus doctores en valorar que la política no son solo sus efectos especiales sino el ejercicio responsable de las obligaciones de Gobierno, la lealtad con lo pactado y el cumplimiento honesto de los compromisos. Se juega la reputación de la izquierda en tiempos ciertamente amenazadores.
Tal vez sea cosa de spin doctors, Pedro Sánchez ha terminado su paseo triunfal, de momento, bazooka al hombro, con un encuentro con Mario Draghi, toda una metáfora, con el dueño del bazooka del BCE, al que tanto le deben las economías meridionales de la UE.
Simultáneamente, entre aplausos, anunciaba el levantamiento exterior de las mascarillas. Antes, carta amable mediante de Oriol Junqueras, desde los obispos catalanes a Antonio Garamendi, los empresarios catalanes, algunos barones reconvertidos, hacían público su apoyo a los indultos. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, rendía visita para conjurar dudas y trapacerías de la derecha dando un sobresaliente al plan español para que así la lluvia de millones inunde las mermadas economías patrias. Por si faltaba poco, la señora Botín, una especie de ministra sin cartera, proclamaba el inicio de años de miel y rosas económicas.