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Los “buenos” inmigrantes
“En lo bueno y en lo malo, vamos a estar aquí”, eran las emocionantes palabras de una persona de origen indio que ayudaba en Valencia en los días que siguieron a la destructiva Dana que ha causado estragos en el levante español.
Este reel de Instagram publicado por el diario ABC no fue el único que durante esos días dio vueltas por medios mayoritarios y de extrema derecha de España. Y aunque, en la superficie, puede parecer un buen gesto hacia la comunidad migrante de nuestro país, lo que se esconde detrás es mucho más oscuro.
En primer lugar porque nos distrae de la realidad de los partidos de derecha que se dedican día sí y día también al acoso y derribo de todo lo que huela a inmigración. El mismo Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, quería hacerle pruebas de edad a los menores migrantes.
Mazón, que gobierna la comunidad con el beneplácito de Vox, ese partido que este mismo mes de septiembre quería expulsar a todos los inmigrantes de la Comunidad Valencia y cerrar los centros de acogida, a pesar de que el mismo Papa ya ha tenido que salir a decir que eso de repudiar a los inmigrantes no está bonico ni es cristiano.
El enlace entre la "buena" inmigración y el trabajo no es casual, sino que tiene su función dentro del sistema neoliberal capitalista
Pero hoy quiero rascar un poco más en la noción del “buen inmigrante”, un tema que ha sido estudiado por académicos de ambos lados del charco. Para empezar, la profesora de la Universidad de La Rioja Ángeles Solanes Corella definía al buen inmigrante como “legal”, es decir, con papeles, e integrado. En este artículo de 2011 Solanes Corella analiza cómo para nuestra sociedad un inmigrante aceptable es aquel que tiene trabajo, puesto que la clave para conseguir los ansiados papeles está en incorporarse al mercado laboral.
“A todas las dificultades (...) para acceder a la situación administrativa regular en España y permanecer dentro de ella, hay que añadir de forma transversal las discriminaciones de que son objeto los inmigrantes en el mercado de trabajo a pesar de ser éste la llave de su estatuto jurídico y, en buena medida, de su integración”, asegura Solanes Corella.
Pero este enlace entre la “buena” inmigración y el trabajo no es casual, sino que tiene su función dentro del sistema neoliberal capitalista.
Para explicar esto me voy a venir a mi lado del charco, ya que en estos temas de inmigración, la derecha (y ultraderecha) española se copia de lo que hacen los republicanos en Estados Unidos como estudiante que olvidó que tenía examen.
Sophia DenUyl, entonces candidata a doctorado en la Universidad de Georgetown, publicó un estudio en 2021 titulado “Los daños del ‘buen inmigrante’ contra el ‘mal inmigrante’: Construcción de la identidad de los inmigrantes negros en Estados Unidos.” En este documento analiza cómo la sociedad capitalista neoliberal está de acuerdo en recibir a inmigrantes que vienen “a trabajar”.
Cualquiera que haya pasado más de 15 minutos escuchando conversaciones de barra o viendo los magazines de la mañana de la televisión ha escuchado este tipo de comentario por lo menos una vez. Muchos ven a los inmigrantes que tienen fuerza laboral con la que contribuir como de “alto valor”, según DenUyl, y quienes no tanto como de “bajo valor”.
Ya solo con esto nos tendrían que estar sonando las alarmas de que estamos considerando a los inmigrantes como mano de obra, y no como humanos.
Pero DenUyl va un paso más allá, y asegura que “perpetuando esta distinción entre el buen/mal inmigrante, los Estados Unidos pueden expandir tanto las políticas económicas neoliberales que fuerzan a la inmigración como las políticas de visas de trabajo que generan una fuerza laboral explotable”.
A ver, a ver, pero esto qué quiere decir. Nada, yo te lo explico.
El respeto los inmigrantes se lo tienen que ganar trabajando de manera casi esclava
Al criminalizar a los inmigrantes que no están para trabajar en cada momento, fomentamos un ambiente en el que en cuanto una persona de otro país supone un riesgo, por muy pequeño que sea, ya no nos importa. No tiene valor para nosotros como sociedad.
Y como esta persona extranjera no está trabajando y no tiene valor, podemos hacerle lo que queramos, incluido expulsarle, o tratarla de la manera más mezquina. Como si fuera, por ejemplo, un menor inmigrante en Canarias, por un poner.
Al hacer este análisis, lo que provocamos es que la única manera que los inmigrantes tienen de probar su valía es como mano de obra explotable y barata. Desde los asentamientos chabolistas de jornaleros en Almería y en Huelva, a los bazares de dueños de origen oriental que permanecen abiertos sin descanso, el respeto los inmigrantes se lo tienen que ganar trabajando de manera casi esclava.
Al alabar al “buen” inmigrante como ese señor indio en Valencia, que viene a trabajar sin descanso, o que realiza tareas voluntarias, estamos echando palitos al fuego de esta dicotomía del “buen” y el “mal” inmigrante, en la que el bueno de tan bueno es tonto, y el malo no solo no nos importan, sino que es mejor que se vaya, porque así los españolitos muy españolitos tendrán más y mejores trabajos.
Esta última idea, Solanes Sorolla ya la echaba por tierra en 2011, asegurando que en gran parte el crecimiento económico que se vió en España entre los 90 y la crisis de 2007, fue debido a la inmigración, “que claramente permitió la transición de los trabajadores autóctonos hacia empleos con mejores condiciones mientras que los denominados nichos laborales eran ocupados por población extranjera”.
Por eso desde aquí les digo a los señoros del ABC y a los mecánicos de Tiktok que los inmigrantes, igual que los españoles, no son ni buenos ni malos como los superhéroes de Marvel. Son personas, algunas con turbante, con hijab, o escotazo, y su valor se encuentra en mucho más que en el trabajo gratuito que puedan realizar cuando a ustedes les conviene.
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