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Cabalgan, luego ladramos
Para que vean que no soy un pitufo gruñón, voy a intentar ponerme positivo para ayudar, en la medida de mis capacidades, a despejar la difícil disyuntiva que tiene la izquierda española en general y la andaluza en particular sobre la investidura de Mariano Rajoy y la formación de un gobierno digno para España, que son dos cosas diferentes. Así, tras un ponderado análisis de la situación, sin llegar a la profundidad abisal a la que llegan nuestros carísimos líderes políticos, vengo a concluir que quienes nos persiguen con saña y nos han hincados los colmillos en las partes blandas son, definitivamente, podencos. O como mucho, galgos.
Lo tienen igual de claro algunos líderes del PSOE, que todavía no han llegado al nivel dos y siguen en la pantalla uno, dilucidando si fue antes el huevo o la gallina. Dice al respecto nuestra más amada presidenta, Susana Díaz, acompañada por algún que otro barón, que es mejor que siga al mando el PP, que 85 diputados propios no dan para gobernar, y lleva razón, según y cómo. Que si añadimos los de Podemos y Ciudadanos y hasta los del PNV, ahora que están por no malmeter con el rabo de la txapela, hay más que de sobra para que el PP deje de hacernos un tacto rectal diario.
A este respecto mucho es de agradecer la postura de los socialistas granadinos y de algunos malagueños salerosos, que han expresado su apoyo a Pedro Sánchez tras identificar claramente a quienes nos dan tarascadas en los lomos traseros: no son galgos ni podencos, son doberman disfrazados de pachón gallego. Y que siempre será mejor aguantar de compañeros de viaje a unos escandalosos foxterrier que seguir soportando mordiscos en las nóminas. Además, hablando de Iglesias, hay que recordar que perro ladrador, poco mordedor.
Miedo, tengo miedo
Aunque peor lo tienen en Podemos, que ante la ausencia de problemas graves en la sociedad española, siguen todavía con el fecundo debate de si hay que seguir dando miedo o es mejor dar caramelitos a los niños para conseguir llegar a La Moncloa. Yo les aconsejaría lo de los caramelitos, por probar una cosa distinta, que el miedo ya ha dejado temblando a PP, pero de risa, sobre todo después de que el tal Pablo propiciara con su voto que Rajoy siga de presidente otros cinco años más.
Mucho más allá ha llegado la lideresa de Podemos Andalucía, sor Teresa de Cádiz, que ha introducido el importantísimo debate de si el congreso regional del partido debe celebrarse cuando lo mandan los gerifaltes de Madrid o cuando les salga a ella de los mismísimos soviets. Para clarificar la discusión, la señora Rodríguez se nos ha puesto en plan zen y ha afirmado que no “no se trata de que el pueblo confíe en nosotros, sino de que confíe en sí mismo”. No jodas, Jodorowski. Por si fuera poco, ha añadido: “No se trata de seducir, sino de empoderar”. Va a ser eso. Ya respiran los líderes del PP más tranquilos, que ellos ya vienen empoderados de serie.
Y mientras en la izquierda seguimos ladrando, ellos siguen cabalgando, a nuestros lomos. Por ejemplo, con la última sentencia de los tribunales europeos, que han dicho que es muy injusto que las indemnizaciones por despido de los trabajadores interinos y temporales sean menores que las de los currantes fijos. Y que habría que igualarlas. Ya hay mentes preclaras en la patronal y en el PP -y perdonen la redundancia- que se muestran proclives a acatar rápidamente la sentencia. Hay que igualarlas, pero por debajo, hasta llegar al contrato único que propone Ciudadanos: el del convenio del algodón en Alabama, que las indemnizaciones salen a devolver para los dueños de las plantaciones.
Nos preparamos, pues, para que Rajoy gobierne de nuevo o para unas nuevas elecciones en las que el PP ganará otra vez, una vez autodestruido el PSOE y con un Podemos empoderado prosiguiendo con su asalto a los cielos por etapas. Ya han llegado a los Cerros de Úbeda.
Para que vean que no soy un pitufo gruñón, voy a intentar ponerme positivo para ayudar, en la medida de mis capacidades, a despejar la difícil disyuntiva que tiene la izquierda española en general y la andaluza en particular sobre la investidura de Mariano Rajoy y la formación de un gobierno digno para España, que son dos cosas diferentes. Así, tras un ponderado análisis de la situación, sin llegar a la profundidad abisal a la que llegan nuestros carísimos líderes políticos, vengo a concluir que quienes nos persiguen con saña y nos han hincados los colmillos en las partes blandas son, definitivamente, podencos. O como mucho, galgos.
Lo tienen igual de claro algunos líderes del PSOE, que todavía no han llegado al nivel dos y siguen en la pantalla uno, dilucidando si fue antes el huevo o la gallina. Dice al respecto nuestra más amada presidenta, Susana Díaz, acompañada por algún que otro barón, que es mejor que siga al mando el PP, que 85 diputados propios no dan para gobernar, y lleva razón, según y cómo. Que si añadimos los de Podemos y Ciudadanos y hasta los del PNV, ahora que están por no malmeter con el rabo de la txapela, hay más que de sobra para que el PP deje de hacernos un tacto rectal diario.