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Calzonazos
El diccionario de la RAE es muy claro: “…el que se deja persuadir o dominar por su pareja”. En el caso que nos ocupa, la pareja es Vox y el calzonazos, Alberto Núñez Feijóo, en nombre y representación del Partido Popular.
Ya está claro que son pareja, además, cohabitan en ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autonómicos. En ellos, ya no es posible distinguirlos, el PP y Vox son lo mismo, como advierte el dicho: dos que se acuestan en el mismo colchón se vuelven de la misma condición y esa condición es el extremismo de derechas y el reverdecer del franquismo.
En amplios sectores, no todo el PP se ve como natural, al fin y al cabo fue un partido fundado por ministros franquistas, pero en el electorado empieza a doler, de ahí que con la ayuda del latifundio mediático empiecen a insistir en una diferenciación, inexistente en la práctica, entre ambas fuerzas de la derecha radical.
El asunto no es baladí, ni siquiera es solo una cuestión electoral, la trasciende y preocupa entre nuestros socios europeos y demócratas que vieron en la democracia española una derrota del fascismo, aquí franquismo, sin revoluciones, una transición ciertamente moderada.
No es de extrañar que el New York Times se haya hecho eco de la preocupación y alarma entre los políticos europeos demócratas por la posibilidad de que un partido de extrema derecha y antieuropeo, Vox, pudiera formar parte, por primera vez desde la muerte de Franco, de un Gobierno central.
Pero lo más preocupante no es que haya un partido de extrema derecha o votantes franquistas, siempre los ha habido, sino que sea la derecha convencional española la que les abra las puertas y los introduzca en las instituciones dentro de su Caballo de Troya, construido al efecto por las corrientes subterráneas del Estado. Es cierto que esa extrema derecha es una escisión del PP pero no lo es menos que, hasta el momento, entre nuestros socios europeos se daba por hecho que la derecha española había superado el franquismo.
En las últimas horas, Vox ha presentado todo su programa de máximos, van de cara, y a Feijóo, como dice la RAE, se le ve persuadido y dominado por su pareja. Y no es solo por lo que podría venir sino por lo que ya ha venido. Nunca las partes fueron tanto el todo. El todo de un posible gobierno PP-Vox son las partes en funcionamiento en ayuntamientos y gobiernos autónomos ya observados, en donde el programa de la extrema derecha se impone.
Mientras que Feijóo y los suyos, incluyo a la derecha socialista, hablan de derogar el sanchismo, no se percatan que lo que pretende la formación de extrema derecha es derogar la democracia y reinstaurar el franquismo. Los que se declaran constitucionalistas deberían leerse toda la Constitución y reinar sobre su Disposición Derogatoria, la que elimina de nuestras vidas democráticas la Ley de los Principios del Movimiento Nacional o el Fuero de los Españoles, entre otros restos del franquismo.
Acabar con las libertades, las políticas sociales, restablecer la censura, eliminar el Estado de las Autonomías y sus instituciones, la prensa libre, ilegalizar partidos, perseguir a los diferentes, negar la igualdad entre el hombre y la mujer y la violencia ejercida sobre ellas, jibarizar la cultura plural y la riqueza lingüística, salir de la UE, porque eso significa, entre otras cosas, no aplicar en España la Política Comercial Común, la Política Agrícola Común, la Política de Inmigración; es decir, volver a tiempos preconstitucionales, retomar el aislamiento del franquismo.
Mientras, Alberto Núñez Feijóo calla, permite que se amenace con romper el pacto constitucional y la democracia, romper con Europa, se deja dominar, pacta ahora y lo haría en un futuro, un auténtico calzonazos político.
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