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El circo de Rafael Nadal

31 de enero de 2022 20:14 h

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No hay que descartar que la decisión de la Fiscalía Anticorrupción de solicitar el levantamiento del archivo del Caso Pitufeo se encuentre relacionada con el cacareado tongo del Benidorm Fest. La corrupción escribe torcida con los renglones derechos y puede saltar su liebre donde menos se le espera.

Con Gwendolyne o Las flechas del amor vivíamos mejor, o al menos lo parecía, quizá porque la libertad estaba en Carabanchel o en La Modelo y el BOE y el NODO eran la verdad absoluta. Ahora, lo único cierto es que hemos conseguido el insólito logro de no ganar el Festival de Eurovisión desde 1969, lo que tiene mérito en el país de Serrat y de Sabina, de Triana y de Los Héroes del Silencio, de Rocío Jurado y de José Carreras, de Ana Belén y de Rozalén, de Lluis Llach y de León Benavente, de Tanxugueiras y de Andrés Suárez, de Camarón y de Rosalía, de Extremoduro y de Javier Ruibal. Y también es mérito que siga siendo más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja a que un ladrón de guante blanco ingrese en prisión.

Y, lo más sorprendente (o ya no tanto) que los pufos ganen, en cambio, concursos o elecciones. O que la gente confunda, o que ya dé igual, ser “derecho que traidor,/ ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador/Todo es igual, nada es mejor./Lo mismo un burro que un gran profesor”. Antonio Costa, que no debe haberlo hecho mal en Portugal para conquistar la mayoría absoluta tras dos mandatos anteriores, lo ha hecho a costa de su izquierda dividida y de una derecha sensata que se ha desplomado a merced de los ultras. Santos Discépolo debe haber resucitado para remasterizar su “Cambalache”: “Siglo veintiuno, cambalache problemático y febril/El que no llora no mama y el que no afana es un gil”. No sé si habría ganado el eurofestival, pero habría arrasado en la OTI, de no haber desaparecido ese pintoresco concurso precisamente con el siglo anterior.

De todos aquellos lodos, los extremos de hoy: ¿qué podemos esperar sino regetoneros y populistas, que es ahora como se llama a los fachas de antes? En un mundo que lee menos que cuando éramos analfabetos, entontecido por el plasma, votamos a los mismos que bajan impuestos a los ricos y les quitan médicos a los pobres. Nada nuevo bajo el sol, a fin de cuentas: con la misma firmeza que Neville Chamberlain se valió de la paz para mantener su cargo en el 37, Boris Johnson se aferra a los tambores de guerra en Ucrania para que su propio partido no le desahucie del número 10 de Downing Street. Donald Trump se prepara para la revancha y hasta son capaces de votarle los mismos que lamentan los muertos a manojitos por la Covid-19 y por un sistema insalubre de salud que no pudo cambiar ni Hillary Clinton.

Enrique Morente, al que no imagino recibiendo zero points en el día del orgullo eurovisivo, le dedicó unos cantes a Lula cuando salió elegido presidente. Le pregunté, entonces, qué haría si le defraudaba: “Pues escribirle otra letra”, zanjó el maestro

Al menos, el ex presidiario Lula da Silva tal vez sea capaz de arrebatarle el trono de Brasil a Jair Bolsonaro, el de un beso, un contagio, en las tumultuosas campañas electorales. Enrique Morente, al que no imagino recibiendo zero points en el día del orgullo eurovisivo, le dedicó unos cantes a Lula cuando salió elegido presidente. Le pregunté, entonces, qué haría si le defraudaba: “Pues escribirle otra letra”, zanjó el maestro.

¿Qué letra vamos a escribir en un país, como el nuestro, donde el 15-M iba a ser el kilómetro cero de nuestra democracia, pero toda aquella energía terminó derivando, al cabo de unos años, en las encuestas que sitúan a Vox como tercera fuerza electoral? De la libreta azul en la que José María Aznar jugaba a poner ministros a la que Barcenas tenía para hacer las cuentas de la vieja con la caja B de su partido, transcurría y transcurre una nación de logreros y tiralevitas, trajes regalados y deportivos que aparecían sorprendentemente en el garaje de un influencer que no era youtuber como no lo son tampoco todos los que se llevan el dinero a Andorra, incluyendo el tres per cent, o a cualquier lugar donde no vengan los Gobiernos a molestar con impuestos.

Eméritos deslocalizados en Abu Dabi; tiros de doñablanca a costa de los EREs; la Santa Madre que no sabe ni contesta sobre el día de los inocentes que dejaron de serlo; obispos reconvertidos en notarios por decreto ley --quizá por aquello de que es un templo es la Casa del Padre--, el jarrón chino de la utopía hecho añicos porque sus partidarios siguen más atentos a sus diferencias que a sus similitudes, con el feminismo, el movimiento LGTBi y los trans a pique de un repique de guerras púnicas y un Gobierno cambembo que no es capaz de sacarle rédito a los buenos resultados del empleo o de los fondos europeos, quizá porque sencillamente no tenga quien le escriba.  

Casado continúa dando mítines a las vacas extensivas, intensivas o las de leche merengada, tolón, tolón, en lugar de dárselos al presidente de la FAEs o al presidente de la CEOE, a punto de entrar en el eje del mal como la reforma laboral salga adelante

Entre tanto, Pablo Casado continúa dando mítines a las vacas extensivas, intensivas o las de leche merengada, tolón, tolón, en lugar de dárselos al presidente de la FAEs o al presidente de la CEOE, a punto de entrar en el eje del mal como la reforma laboral logre salir adelante. Como la derecha española no es la portuguesa, seguro que logran estupendos resultados electorales en Castilla y León, en Andalucía, en España toda, la malherida España, que de carnaval vestida nos la siguen poniendo.

A este paso, tampoco se extrañen de que Chanel gane en Turín con una letra que más bien pareciera sacada de la poesía de la experiencia: “La reina, la dura, una bugatti,/ el mundo está loco con este party/Si tengo un problema, no es monetary/Yo vuelvo loquito a todos los daddies/Yo siempre primera, nunca secondary/Apenas hago doom, doom/Con mi boom, boom/Y le tengo dando zoom, zoom/Por Miami”. Todo un homenaje al yanito que se habla en Gibraltar, quizá como el Tratado respecto al Peñón que la Unión Europea y Gran Bretaña tienen previsto firmar antes de Semana Santa y cuya nueva ronda de negociaciones comienza esta semana.

Así las cosas, siempre nos quedará Rafael Nadal. Y no solo por su épica victoria en Australia, sino por haber dicho, no hace mucho, una rotunda frase a contracorriente de los tiempos que corren: “A mí no me interesa participar en este circo de hipocresía y radicalización”. Aunque participe. Aunque todos juguemos un papel bajo la lona y no siempre podamos elegir si somos trapecistas o payasos, domadores o simples malabaristas de un sueldo fijo y una inflación galopante, de la que, seguramente, de un momento a otro, también echarán la culpa a los MENA. 

No hay que descartar que la decisión de la Fiscalía Anticorrupción de solicitar el levantamiento del archivo del Caso Pitufeo se encuentre relacionada con el cacareado tongo del Benidorm Fest. La corrupción escribe torcida con los renglones derechos y puede saltar su liebre donde menos se le espera.

Con Gwendolyne o Las flechas del amor vivíamos mejor, o al menos lo parecía, quizá porque la libertad estaba en Carabanchel o en La Modelo y el BOE y el NODO eran la verdad absoluta. Ahora, lo único cierto es que hemos conseguido el insólito logro de no ganar el Festival de Eurovisión desde 1969, lo que tiene mérito en el país de Serrat y de Sabina, de Triana y de Los Héroes del Silencio, de Rocío Jurado y de José Carreras, de Ana Belén y de Rozalén, de Lluis Llach y de León Benavente, de Tanxugueiras y de Andrés Suárez, de Camarón y de Rosalía, de Extremoduro y de Javier Ruibal. Y también es mérito que siga siendo más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja a que un ladrón de guante blanco ingrese en prisión.