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Claves para entender los resultados en Andalucía: el mal menor

20 de junio de 2022 00:06 h

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Cerca de terminar la campaña electoral, Moreno lanzó un órdago a los andaluces y descargó en la ciudadanía la responsabilidad de que Vox no entrase en el Gobierno de Andalucía. ¿Un chantaje? ¿Un reto? Los andaluces y andaluzas han respondido que no, que no quieren que entre la extrema derecha a gobernar la comunidad.

Un joven votante me contaba esta semana que él votaba izquierdas, pero que se estaba pensando votar a Moreno. “Lo que le he escuchado en campaña no parece tan de derechas, y la alternativa (que entre Vox) es muchísimo peor”. Su apuesta era el caballo ganador, el mal menor. Y su lógica retrata el razonamiento que ha llevado a más de 300.000 personas que votaban socialista a dar su papeleta al PP. Las encuestas dibujaban un panorama con un PP en alza, con Vox como amenaza, con un PSOE noqueado y sin terminar de recuperarse, y una izquierda a la que le ha costado mucho sacar la cabeza de sus batallas (casi campales) antes de las elecciones.

Esta es una de las razones del rotundo resultado del PP pero no la única.

El famoso relato que han construido los populares ha funcionado, tanto durante la legislatura como durante la campaña. En estos tres años y medio han conseguido tres objetivos.

1.- Han logrado no “dar miedo” en una Andalucía tradicionalmente de izquierdas. En el entorno del presidente ya decían al principio en San Telmo que no podían entrar en Andalucía “como elefante en cacharrería”. El PP, de hecho, ha utilizado muchos de los mensajes que ya usó el PSOE en otras ocasiones; el último, el que utilizó durante el debate lanzando “un pacto con los andaluces”, una frase habitual de la ex presidenta Susana Díaz. Algunos socialistas aseguran que el PP “ha hecho de PSOE andaluz mejor que el PSOE andaluz”.

2.- Han eclipsado a Ciudadanos, su socio de Gobierno, cuyas carteras fueron las que más tuvieron que confrontar con la extrema derecha en el Parlamento andaluz. El PP ha sacado partido de los logros y méritos y ha dejado un papel a Juan Marín (que el propio Marín ha aceptado) de voz de las crisis. Ha habido un abrazo del oso, y una utilización de los naranjas. Tanto ha sido así que ni siquiera ha tenido en cuenta su opinión para la fecha electoral (Marín se mostró en todo momento en desacuerdo con la convocatoria de junio).

3.- Además, han mantenido al presidente Moreno lejos de las polémicas y, si me apuras, de los focos. “Encapsulado”, si usamos el verbo que más se ha utilizado en Andalucía esta legislatura. Elías Bendodo ha asumido la tarea de poner cara y respuestas a las preguntas incómodas de los periodistas, y el presidente solo ha comparecido en muy contadas ocasiones.

Y un cuarto elemento. La propaganda ha sido abrumadora. Los mensajes reiterativos, sencillos y eficaces. En los que han repetido hasta la saciedad las palabras “milagro económico”, “bajada de impuestos” y “gestión”.

'España nos roba' ha funcionado. Y el PP más andalucista de todos los tiempos ha ondeado más banderas blanquiverdes que nunca

Ha llegado la campaña y han vuelto a acertar. Su adversario no ha sido Juan Espadas ni los socialistas andaluces, que han estado perdidos hasta su renovación como oposición. El adversario que ha puesto delante Moreno y su partido ha sido el Gobierno de la nación, explotando el agravio a Andalucía (otra estrategia muy socialista). Así, todo lo bueno que pasa (incluidos los datos del paro) son logros del gobierno andaluz, mientras que todas las penas han llegado, a juicio de los de Moreno, del Gobierno de Sánchez. España nos roba ha funcionado. Y el PP más andalucista de todos los tiempos ha ondeado más banderas blanquiverdes que nunca.

Moreno (escondiendo las siglas de su partido) ha logrado presentarse como el mal menor para muchos votantes de izquierdas que han visto una verdadera amenaza de Vox dentro de las instituciones. De hecho, han conseguido hacer olvidar al electorado que llegaron a la presidencia con los votos de la extrema derecha, que aprobaron tres presupuestos con los votos de Vox y que nos han cambiado hasta el lenguaje. Pero a pocos meses de las elecciones el presidente ha pronunciado por primera vez palabras como feminismo, ha dicho con claridad que lucharán contra la violencia de género y ha reivindicado la subida de presupuesto en educación y sanidad (aunque sin detallar las partidas que vienen del estado ni los récords en derivaciones a la privada, por ejemplo). Esos mensajes han ablandado la corteza de un centro izquierda muy muy preocupado con el avance de la extrema derecha.

Ahora se abren muchas preguntas: ¿Significa esto de verdad un cambio de ciclo? ¿El voto prestado volverá a sus fueros en las municipales y las nacionales? ¿Seguirá el PP trabajándose ese perfil “moderado” o aprovechará la mayoría absoluta para implementar sus políticas sin cortapisas? ¿En un tiempo en el que el bipartidismo pierde fuerza, será un peligro o una garantía la mayoría absoluta? ¿Habrá ahora diálogo o desaparecerá al no estar condicionado por nada?

¿Usarán los partidos los resultados andaluces para sus intereses nacionales? ¿De verdad son tan extrapolables los resultados de Andalucía a lo que sucede en el ámbito nacional? ¿Los malos resultados harán estallar las coaliciones de izquierdas o les darán motivos para consolidarse? ¿El PSOE está listo para hacer de oposición? ¿Los resultados van a mover la silla a Espadas o sus compañeros de partido le darán la oportunidad de construir su proyecto durante estos cuatro años? ¿De verdad Vox ha tocado techo o se ha quedado durmiente esperando la siguiente crisis?

Esta semana se esperan muchos movimientos. Pero, de momento, el PP ha ganado holgadamente apelando al mal menor.

Cerca de terminar la campaña electoral, Moreno lanzó un órdago a los andaluces y descargó en la ciudadanía la responsabilidad de que Vox no entrase en el Gobierno de Andalucía. ¿Un chantaje? ¿Un reto? Los andaluces y andaluzas han respondido que no, que no quieren que entre la extrema derecha a gobernar la comunidad.

Un joven votante me contaba esta semana que él votaba izquierdas, pero que se estaba pensando votar a Moreno. “Lo que le he escuchado en campaña no parece tan de derechas, y la alternativa (que entre Vox) es muchísimo peor”. Su apuesta era el caballo ganador, el mal menor. Y su lógica retrata el razonamiento que ha llevado a más de 300.000 personas que votaban socialista a dar su papeleta al PP. Las encuestas dibujaban un panorama con un PP en alza, con Vox como amenaza, con un PSOE noqueado y sin terminar de recuperarse, y una izquierda a la que le ha costado mucho sacar la cabeza de sus batallas (casi campales) antes de las elecciones.