Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
Ante el colapso, compromiso, cultura y cambio
Cualquiera de nosotros que pise este verano una playa tendrá que espantar los fantasmas de niños palestinos reventados por obuses israelíes cuando jugaban al fútbol en la otra orilla de nuestro mar; quien ingrese a su hijo en un hospital sabrá que en Gaza, a los niños en UCI pediátrica las bombas los rematan. No se puede transmitir mejor el horror del exterminio que como lo hace Yolanda Álvarez (TVE) al abrir micro y cámara a víctimas como las de la masacre de la escuela de la ONU para que nos griten, pidan, exijan, abronquen con toda justicia.
No podemos irnos de vacaciones -¿ni quejarse desempleados y malpagados que no pueden soñar con veranear?- mientras arrasan a esos hermanos.
Sin embargo, nos vamos. Hasta surcamos espacios aéreos de países en conflicto sin paramos a pensar más que en nuestro exótico destino. Salvo cuando nuestro avión se ve atrapado en el fuego cruzado, como en Ucrania. Parece que no ha sido el caso en Mali. Pero no habría sido raro.
Vivimos en una pequeña comarca de sol e inconsciencia. Andalucía, España, Europa, “el mundo Occidental”, un lunar en la cara del planeta. La excepción, no la regla.
Y hasta la excepción apesta. En nuestro minúsculo país es evidente la descomposición del sistema monárquico bipartidista post-franquista. Sufre corrupción (Urdangarín, Gürtel, EREs, Cajas, Palau, Pallerols, ITV...) y metástasis de involucionistas medidas políticas: ley mordaza, pucherazo encubierto de Cospedal, penalización del aborto de Gallardón.
Hay tantos frentes abiertos, del orden internacional al doméstico (con lacras estatales como el brutal paro estructural, desahucios, hambre y pobreza infantil) que es alto el riesgo de sentirse abrumado y paralizado.
Las elecciones europeas, no obstante, han supuesto cierto movimiento de tierra: varapalo al PPSOE, respaldo a IU o UPYD e inesperada emergencia de Podemos. El mini-seísmo aún reverbera en intentos de convergencia de la izquierda y aparición de nuevas siglas municipalistas para los comicios de mayo. ¡El resultado electoral hasta ha forzado el cambio de secretario general socialista y proclamas pro-regeneración en PSOE y PP, aunque sea de forma retórico-engañosa! Lo de la abdicación del rey, “nada que ver, nada que ver”.
La magnitud de los problemas es tal y el esfuerzo para cambiar en serio la organización político-social urge tanto, que una cuestión de base parece condenada a postergarse a perpetuidad: los ciudadanos hemos desertado de la cultura en masa. No confiamos ya -¿hace cuánto?- en que lectura, arte, aprendizaje, reflexión, cuestionamiento, trascendencia nos mejore un ápice, ni pueda servirnos para construir juntos un sistema más ecuánime y digno.
Entre los perversos efectos de la melopea de burbujas inmobiliarias y orgías financieras del “mundo desarrollado” está el haber abrazado el credo de que las aspiraciones máximas son juventud, belleza, dinero, fama, deseo y sexo (más el segundo que el primero) y para celebrarlo cocina creativa y caldos maridados.
El sistema educativo se ha querido mero ascensor al empleo con que pagar esa vida perfecta. De ahí que haya apostado por saberes instrumentales y desterrado asignaturas como la filosofía o lenguas clásicas -muertas, asesinadas, enterradas- que no servían para más que germinar espíritus críticos. Innecesarios. Peor aún, incómodos.
La producción cultural (películas, discos, libros...) ha sido reducida a objeto de consumo. En un proceso consentido por el Emisor (que integra autores y también productores -de cine y música- y editores -de literatura) y recibido de buen grado por el Receptor, público tan ansioso de evasión como incapaz de soportar la introspección. ¿Hace falta matizar que hablo “en general”?
Como artículo industrial, el libro, el CD, el DVD es tanto más exitoso cuanto más vendido, independientemente de su contenido. De ahí la fuerte tentación de impulsar discos, películas, novelas (¿Teatro, ensayo, poesía se han extinguido? ¿Alguien lloraría su pérdida?) que puedan llegar de niños a ancianos, con facilidad, sin quebrantos. Obras que recuerden éxitos recientes, repitan los resultados pecuniarios y den aplausos como un eco del triunfo, eternamente reverberando. Ruido y sólo ruido, al fin y al cabo.
Cuando se ha pasado por el aro, ¿con qué legitimidad decir al ciudadano que la cultura no es como un refresco, que uno puede tomar o rechazar, sino el agua, nuestro elemento, del que estamos formados casi al 80%? Con la misma con que los periodistas de Canal 9 pedían a los valencianos que lucharan por sus puestos de trabajo pues como TV pública había servido a su libertad durante años, aunque jamás informaran del accidente del metro que dejó 43 muertos, ni de la corrupción de la Generalitat perversamente reconvertidos en propagandistas del poder regional.
Venimos de un ayer lamentable. Tan reciente, que aún tenemos los zapatos metidos en el fango. Pero pasemos de contemplar el panorama con espanto a volver el espejo a nosotros y preguntarnos ¿cómo lo hemos consentido? Y, más aún ¿qué vamos a hacer para poner pie en pared? Todo puede cambiar, de abajo arriba, si levantamos el nuevo sistema sobre cimientos distintos. Nada prueba mejor que estamos en la senda que el nerviosismo de los partidos y medios del Régimen Antiguo.
Si el calor del verano no nos amodorra, sino que nos procura el descanso y tiempo de reflexión imprescindibles para emprender los profundos cambios necesarios, el curso 2014-2015 podrá ser un gran año. Abramos los ojos a las noticias del mundo y sigamos manifestándonos, pero busquemos también reencontrarnos con el cine, la música, la lectura -no importa en qué formato- de géneros diversos y autores que nos fecunden. Pensemos, escribamos, pintemos, compongamos, proyectemos obras en las que indaguemos en nuestros sueños y miedos, que merezca la pena compartir con nuestros congéneres aunque no ganemos fortunas con ello, contemplemos la naturaleza, paseemos y conversemos con amigos y compañeros, asumamos soledad y silencio, crezcamos, realicémonos como seres provistos de un poderoso potencial. Y ya de regreso, ¡duro con los nuevos cimientos, que hay que levantar esto!
Cualquiera de nosotros que pise este verano una playa tendrá que espantar los fantasmas de niños palestinos reventados por obuses israelíes cuando jugaban al fútbol en la otra orilla de nuestro mar; quien ingrese a su hijo en un hospital sabrá que en Gaza, a los niños en UCI pediátrica las bombas los rematan. No se puede transmitir mejor el horror del exterminio que como lo hace Yolanda Álvarez (TVE) al abrir micro y cámara a víctimas como las de la masacre de la escuela de la ONU para que nos griten, pidan, exijan, abronquen con toda justicia.
No podemos irnos de vacaciones -¿ni quejarse desempleados y malpagados que no pueden soñar con veranear?- mientras arrasan a esos hermanos.