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Colócanos, colócanos…

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En su discurso tras la renovación como presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno citó al cantante Carlos Cano: “Andalucía es un proyecto de vida en el que se puede ser feliz”. Y tanto. Que se lo digan si no a los excargos de Ciudadanos -partido expulsado de la política autonómica en las urnas-, a los que ha situado en puestos bien remunerados. La manera en la que Moreno ha liquidado a Ciudadanos en Andalucía con el talonario público concuerda también con este estribillo de “Las murgas de Emilio el Moro” del añorado cantautor: “Colócanos, colócanos, ay por tu madre colócanos”.

El plan de empleo a los naranjas va más allá del reconocimiento, como dice el presidente, al “partido hermano” en el Gobierno de la pasada legislatura. Es el clásico puente de plata a la mar de Jorge Manrique. Empezó a construirse durante la pandemia de la Covid, en la que, a diferencia de sus correligionarios de Castilla León y Madrid, el PP andaluz quiso “encapsular” en lugar de expulsar a los naranjas, hasta hacerles invisibles como partido en un Gobierno de coalición. Y visibles como partido a la gresca y con un líder chistoso con anécdotas como la de enseñar a cocinar torrijas durante el confinamiento. El fin era el mismo, pero el método florentino le dio al PP andaluz mejores resultados: una mayoría absoluta y la desaparición de Ciudadanos del Parlamento. El penúltimo al que Moreno ha colocado es al de las torrijas, Juan Marín, exvicepresidente de la Junta y la cara más popular de Ciudadanos Andalucía.

Tras el estallido del globo de Albert Rivera en 2019, la guerra interna de Ciudadanos por el poder se vivió en Andalucía entre familias, con Marín y su cuñado, Manuel Buzón, enfrentados a la saga de Fran Hervías, exsecretario de Organización que acabó por adelantarse a sus adversarios en la fuga al PP. Mientras Moreno exhibía cápsula y estabilidad, los naranjas andaluces se revolvían entre navajas y pistolas como en las series turcas, en las que quien te quiere matar acaba como hermano o amante, o al revés. Podría compararse con Shakespeare y su ‘Hamlet’ (o el maravilloso contrapunto de ‘Hamnet’ de Maggie O’Farrell), pero no, “Tierra amarga” cuadra más.

Marín acepta el "regalo" de Juanma Moreno y dice sin rubor que no es un cargo político, sino institucional, como si lo institucional no fuera político

Antes que Marín, Moreno ya buscó hueco a dos de sus adversarios en Ciudadanos, el que fuera su portavoz en el Parlamento, Sergio Romero, (en el Instituto Andaluz de la Juventud en Cádiz) y la exconsejera de Igualdad, Rocío Ruiz (en el Consejo Audiovisual por el PP). También a Teresa Pardo, a quien Marín quiso situar la pasada legislatura como consejera de Igualdad para defenestrar a Rocío Ruiz. Marín no logró auparla al Gobierno, pero sí como portavoz en el Parlamento tras apartar a Romero, con un cabreo de este tan monumental que acabó por romper el carnet del partido. Pardo ha sido nombrada delegada de Justicia de la Junta en Málaga. El programa de colocación de Moreno incluye a otros excargos y asesores naranjas. No cuenta la que sigue de consejera, Rocío Blanco, que nunca pareció de Ciudadanos, sino del PP, hasta integrarse a velocidad de AVE al comité ejecutivo de Núñez Feijóo.   

Lo de Marín, persona muy sentimental e histriónica, es un cúmulo de contradicciones sin complejos, como su dedo acusador contra el enchufismo y los chiringuitos, referidos siempre al PSOE, con el que gobernó en Sanlúcar de Barrameda y apoyó en la Junta de Susana Díaz. Con el PP, además de vicepresidente y consejero de Turismo y Justicia, se colgó lo de Regeneración Democrática como escudo de armas. Ahora es un escudo desarmado, al acabar como presidente del Consejo Económico y Social, órgano asesor del Gobierno andaluz, y con sueldo de casi 5.500 euros brutos mensuales. Es decir, un chiringuito según su jerga. Marín acepta el “regalo” de Juanma Moreno y dice sin rubor que no es un cargo político, sino institucional, como si lo institucional no fuera político.

La nueva estrategia florentina de Moreno en la macro colocación de este rebujo de excargos desavenidos parece encaminada no solo a dejar sin cabezas visibles a Ciudadanos en Andalucía; sobre todo, a que no haya brotes naranjas en las elecciones municipales

La nueva estrategia florentina de Moreno en la macro colocación de este rebujo de excargos desavenidos parece encaminada no solo a dejar sin cabezas visibles a Ciudadanos en Andalucía; sobre todo, a que no haya brotes naranjas en las elecciones municipales de mayo. Ciudadanos ha sido clave en la gobernanza de capitales como Málaga, Córdoba y Almería a favor del PP, pero también de la de Jaén a favor del PSOE. Moreno, una vez probado el elixir de la mayoría absoluta, aspira a mayorías absolutas en las municipales y no quiere cabos sueltos como los de Granada, en donde Ciudadanos primero pactó con el PP y luego devolvió la Alcaldía al PSOE.

En un mitin de campaña en esa Granada de Carlos Cano en noviembre de 2018, Moreno calificó de “perro de presa” y “perro de compañía” de Susana Díaz a Juan Marín; y prometió “acabar con la maquinaria de enchufismo socialista”. Marín no es rencoroso y le telefoneó la misma noche electoral del 2 de diciembre: “Juanma, tenemos que hablar”. Luego vinieron los días de pareja encapsulada, el síndrome de Estocolmo y, tras las elecciones de junio pasado, las murgas de Emilio el Moro: “Colócanos, colócanos…”. Tirititrán. 

En su discurso tras la renovación como presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno citó al cantante Carlos Cano: “Andalucía es un proyecto de vida en el que se puede ser feliz”. Y tanto. Que se lo digan si no a los excargos de Ciudadanos -partido expulsado de la política autonómica en las urnas-, a los que ha situado en puestos bien remunerados. La manera en la que Moreno ha liquidado a Ciudadanos en Andalucía con el talonario público concuerda también con este estribillo de “Las murgas de Emilio el Moro” del añorado cantautor: “Colócanos, colócanos, ay por tu madre colócanos”.

El plan de empleo a los naranjas va más allá del reconocimiento, como dice el presidente, al “partido hermano” en el Gobierno de la pasada legislatura. Es el clásico puente de plata a la mar de Jorge Manrique. Empezó a construirse durante la pandemia de la Covid, en la que, a diferencia de sus correligionarios de Castilla León y Madrid, el PP andaluz quiso “encapsular” en lugar de expulsar a los naranjas, hasta hacerles invisibles como partido en un Gobierno de coalición. Y visibles como partido a la gresca y con un líder chistoso con anécdotas como la de enseñar a cocinar torrijas durante el confinamiento. El fin era el mismo, pero el método florentino le dio al PP andaluz mejores resultados: una mayoría absoluta y la desaparición de Ciudadanos del Parlamento. El penúltimo al que Moreno ha colocado es al de las torrijas, Juan Marín, exvicepresidente de la Junta y la cara más popular de Ciudadanos Andalucía.