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Cuatro razones para considerar a Trump un caso de gatopardismo

Ha comenzado la era Trump y estamos esperando que, como decían los galos de Asterix, el cielo se caiga sobre nuestras cabezas em cualquier momento. No quiero rebajar ni un ápice el esperpento que como personaje me parece Donald Trump y los riesgos que sus palabras y ahora acciones implican. Pero llevo días intentando entender qué ha pasado para que llegue este hombre a la presidencia del Imperio y al mismo tiempo  intentando rebajar los pronósticos apocalípticos que su discurso ha generado en mi estómago.  Me pregunto entonces, quizá con ánimo de convencerme,  si no será este otro caso de gatopardismo a la americana: cambiarlo todo para que todo siga igual.

Así que, entre las muchas y valiosas razones que invitan a pensar que con la Era Trump el cielo está a punto de desplomarse, me he dado a mí misma cuatro razones para alarmarme un poco menos. Razones por las que creo (a ratos) que cambiamos de estilo con flequillo naranja y verbo suelto pero que, en esencia, los problemas van a seguir siendo parecidos.

Razón 1. La realidad es que Trump es machista, racista y miente; es rico, un hombre de negocios, un showman. Pero, lamentablemente, tenemos que asumir que con él no acaba de llegar ninguno de estos problemas y realidades. En la era “pre” Trump (antes de ayer o quizás antes de los meses de campaña) hemos sufrido y sufrimos el machismo, el racismo, el poder de los ricos sobre los que menos tienen, las promesas incumplidas, la dictadura de los mercados, y la apabullante influencia de la televisión.  La diferencia radica en su manera pornográfica y exhibicionista de ponerlos todos sobre la mesa sin ningún tipo de complejo.

Razón 2. Trump no va a gobernar solo. El Congreso, el control al presidente que tienen los estadounidenses, al sistema de gobierno federal, el poder judicial o la administración pública no van a darle alas fácilmente al nuevo jefe. Ya lo han dicho Hillary Clinton y Bernie Sanders, que iban a estar vigilantes. Y con seguridad, algunos de los republicanos también. Aunque tampoco sé si esto son buenas noticias del todo. Porque los lobbies, y los famosos mercados tampoco se han marchado. De hecho, el nombre que baraja  Trump para secretario del Tesoro es el de  un antiguo socio de Goldman Sachs (Steve Mnuchin). Puro outsider, sin duda. Casi tanto como el primer secretario del Tesoro de Obama, Timothy Geithner, que ahora preside un fondo de inversiones de más de 35 mil millones de dólares.

Razón 3.  Trump ya ha ocurrido. Con matices pero ya ha pasado. Reagan llegó después de la lucha de los derechos civiles de los sesenta y de una crisis (la del petróleo) en los setenta. Un actor populista, un no político en modo salvapatrias. Trump llega tras la década multicultural de los noventa y el crack de 2007. Así que cambiamos actor por multimillonario inmibiliario. Me gusta pensar que sobrevivimos a Reagan, y llegaron otros (aunque esto sea ponerse demasiado positiva). Sólo espero que al Trump más showman le cansen pronto los palmeros europeos que le han salido en las primeras horas y que gustan de la extrema derecha. Porque la suma de todos no es que atragante, da úlcera estomacal.

Y razón 4.  Donald Trump es un hombre de negocios. Su sentido práctico se antepone a lo ideológico, busca el beneficio. De hecho, alguna de sus promesas más xenófobas, como el muro de México, tienen un claro componente de proteccionismo. Quiere no perder lo suyo (aunque no sabemos si lo suyo es lo de Trump o lo de los estadounidenses). Es verdad que le ha puesto mucha víscera a sus palabras, pero confío en que, como buen hombre de negocios, si los intereses lo requieren, cambiará de opinión si conviene. Ya ha mentido y cambiado promesas de su no programa durante la campaña sin mover un pelo de su flequillo. ¿Por qué no ahora?

Estas son cuatro razones que me permiten, al menos a mí, mantenerme de pie y expectante; mantener la inquietud a raya, aunque sea a ratos. Y pensar que se pueden combatir. Que se puede y se tiene que compensar a los Trump del mundo, a los que nos rodean e, incluso, a los retazos de Trump que todos tenemos dentro. Peleando por nuestra esquinita personal de democracia, luchando enconadamente contra nuestro yo más bárbaro, discutiendo con nosotros mismos a diario para que nuestro lado más civilizado triunfe sobre la víscera depredadora y superviviente.

PD andaluza: en este contexto, siento tener que decir que los trabajadores de Rota y Morón no tienen muchas posibilidades de mejorar sus condiciones de trabajo. Para ellos, creo que el gatopardismo se aplica y todo va a seguir igual también. No mejoraron sus condiciones con Obama y los acuerdos firmados a cambio de nada (de nada que sepamos); y no parece que vaya a pasar con la nueva administración estadounidense. Salvo… que Trump saque algo a cambio.

 

Ha comenzado la era Trump y estamos esperando que, como decían los galos de Asterix, el cielo se caiga sobre nuestras cabezas em cualquier momento. No quiero rebajar ni un ápice el esperpento que como personaje me parece Donald Trump y los riesgos que sus palabras y ahora acciones implican. Pero llevo días intentando entender qué ha pasado para que llegue este hombre a la presidencia del Imperio y al mismo tiempo  intentando rebajar los pronósticos apocalípticos que su discurso ha generado en mi estómago.  Me pregunto entonces, quizá con ánimo de convencerme,  si no será este otro caso de gatopardismo a la americana: cambiarlo todo para que todo siga igual.

Así que, entre las muchas y valiosas razones que invitan a pensar que con la Era Trump el cielo está a punto de desplomarse, me he dado a mí misma cuatro razones para alarmarme un poco menos. Razones por las que creo (a ratos) que cambiamos de estilo con flequillo naranja y verbo suelto pero que, en esencia, los problemas van a seguir siendo parecidos.