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Contradicciones y otros periodismos

26 de septiembre de 2021 20:59 h

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Como con el chiste del cojo y del toro que se había escapado, la detención del morlaco Puigdemont en plenos Países catalanes, el Alguer, tenía una víctima señalada y celebrada: la mesa de diálogo. En esto coincidía toda la prensa especializada en política y la especializada en líos. La otra víctima, como es habitual, la justicia española y su reputación.

Conocido el hecho policial corrieron lágrimas unánimes de alegría entre la derecha mediática y la de izquierda jacobina. Pero, actuada la parte no policial, la justicia italiana, el huido president de la Generalitat catalana quedó libre a la espera de acontecimientos, de los que nada bueno espera el Tribunal Supremo, como suprema institución, ni la justicia patriótica como excreción de la dicha justicia.

En esto ya el periodismo se dividió. Y ello en pleno debate y exigencia democrática de separación de poderes y su división: unos pedían al Gobierno -el poder ejecutivo- que interviniese en Bruselas; otros clamaban que por qué había intervenido. Un día, los expertos de este país, incluidos los que creen, desde la visión cojonuda de España, que Europa es una distopía, diría Machado, nos tendrán que aclarar quién es ese sr. Bruselas, si es la Comisión, si el Parlamento o si el Tribunal de Justicia. Pero habrá que esperar su máster. En otro caso, igual nos descubren que hay una puerta trasera para llegar a ellos, como Ignacio Cosidó nos descubrió que había una gatera al Tribunal Supremo. 

En esto, en ausencia de Betis, me distraía y divertía viendo un partido en Madrid, en concreto con una valla que publicitaba Meatless Farm. Ya ven, una gente que hace hamburguesas con carne de guisante y se publicita, en inglés, en la corte del chuletón. Los ganaderos ya reconocen el efecto nocivo de la ganadería intensiva para el medio ambiente, la UE camina fiscalmente por esa senda pero ya da igual. Los periodistas son de chuletón excepto si Florentino dice otra cosa, que verán ustedes cómo nos vamos a poner de guisantes.

Anda todo el gobierno de aquí y de allá ocupado con la mesa de diálogo de Catalunya como si todo nos fuera en ello. Es cierto, el diálogo es todo en democracia, incluso antes. He visto estos días un documental sobre el general Joan (Juan) Prim i Prats, militar y político catalán de Reus, progresista, asesinado, por cierto. Su vida merece la pena ser conocida pero lo traigo para resaltar que en sus tiempos, no nacionalistas, el problema catalán latía con fuerza; para los más interesados, remito a mucho antes, a estudiar la experiencia catalana del conde-duque de Olivares. Casi nada ha cambiado, la visión de España sin cojones en la mesa sigue sin ser comprendida y así nos va. 

Sánchez Castejón echa toda su carne (no de guisantes) en la bilateralidad con Catalunya, en el diálogo, hace bien pero no cuando no entiende que el problema catalán no es de avenates sino más profundo y que depende no solo de Catalunya sino de la visión que desde el Estado se tiene de ellos, los catalanes. Debería ver lo de Prim y releer sus discursos en las Cortes, que fue colega diputado y presidente. Para esa pedagogía sobre Catalunya podría empezar por sus colegas barones jacobinos que siguen atorados en la visión mesetaria de España que tan atrasados y anticuados nos tiene desde siglos. 

En fin, que el puente aéreo sigue existiendo, el aéreo puede que fine ante la emergencia medioambiental y la mejoría del tren pero el simbólico puente, exclusivo, Madrid-Barcelona, sigue fuerte y resistiendo el cambio climático político necesario para que el Estado español sea otra cosa.

En su visión, desde Madrid, en Moncloa, se han olvidado de los demás y han enseñado sus flancos débiles. Porque hay otras bilateralidades y multilateralidades posibles que podrían no pasar por la capital del reino.

El presidente andaluz Moreno Bonilla ha descubierto en su cajón un Estatuto de Autonomía, no cepillado -palabra del oyente Guerra- ni afectado apenas por el Tribunal Constitucional-, aunque sí apulgarado por inutilizado por su gobierno y por el anterior socialista; en él se contempla la bilateralidad. Y ya, converso o culoveo, la ha pedido.

La multilateralidad vendrá a partir el encuentro del dicho Moreno Bonilla con el socialista y president de la Generalitat valenciana, Ximo Puig, para hablar de una caduca, como el CGPJ y más, financiación autonómica. El PP lo sabe y empieza a mover peones periféricos; los barones de la disidencia jacobina del PSOE no le harán asco. Tiempos de berrea. 

A Juan Espadas, alcalde de Sevilla, y candidato socialista a la presidencia de la Junta de Andalucía, le han hecho un roto importante en la túnica. Corre y corre, con mucha moderación y prudencia, eso sí, detrás de Moreno Bonilla, pero cuando se corre detrás tanto tiempo se acaba llegando el segundo. 

El presidente de Gobierno español está muy ocupado en las grandes cuestiones externas y las más espectaculares internas y parece confiado en que entre sus éxitos de gobierno, que los tiene, y su bilateralidad catalana está todo hecho. Veremos.

Desde Madrid todo se ve distinto y así nos lo quieren hacer ver desde su lupa pero todo es posible. La metáfora está en la isla de La Palma. Símbolo ardiente y eruptivo de la cultura cortesana  de la prensa filomena. Solo vienen cuando hay espectáculo, ha sido y es patético contemplar a sesudos periodistas públicos y privados de la corte descubrir que La Palma es una isla volcánica, más allá de la Castellana, y echarle carrerillas a la lava, como los nenes a las olitas en las orillas de las playas de provincias. 

Es una pérdida, un desperdicio, no aprovechar la dignidad de los palmeros y la profesionalidad y rigor sin postín de los periodistas canarios y la RTV de Canarias. Podrían aprender de una vez, llevarse notas de vuelta, y no considerar a la España periférica solo un espectáculo.

Como con el chiste del cojo y del toro que se había escapado, la detención del morlaco Puigdemont en plenos Países catalanes, el Alguer, tenía una víctima señalada y celebrada: la mesa de diálogo. En esto coincidía toda la prensa especializada en política y la especializada en líos. La otra víctima, como es habitual, la justicia española y su reputación.

Conocido el hecho policial corrieron lágrimas unánimes de alegría entre la derecha mediática y la de izquierda jacobina. Pero, actuada la parte no policial, la justicia italiana, el huido president de la Generalitat catalana quedó libre a la espera de acontecimientos, de los que nada bueno espera el Tribunal Supremo, como suprema institución, ni la justicia patriótica como excreción de la dicha justicia.