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Cuotas y cuitas

“Es machista y ofensivo que una mujer entre en política por cuotas”. Lo ha dicho María de los Dolores de Cospedal y, curiosamente, al mismo tiempo afirma que su partido, el PP, es el que “tiene más mujeres en puestos importantes”. Y no deja de ser curioso, por no decir incoherente, que cuestione un criterio cuantitativo, como es garantizar una presencia mínima de mujeres en la política, y luego eche mano de otro argumento exclusivamente numérico para reivindicar el compromiso del PP con la igualdad.

Y no son casualidad ni un error sus palabras. La estrategia del PP respecto a la Igualdad es clara, su cuita son las cuotas porque su objetivo no es hacer política en esta línea, sino desmontar la imagen de los partidos de izquierda comprometidos con la igualdad. Da la sensación de que al PP y a un importante sector de la sociedad le interesa más romper la imagen de compromiso del PSOE e IU con las políticas de igualdad, que desarrollar una serie de iniciativas que permitan alcanzarla de forma real, no sólo testimonial.

Las palabras de Cospedal ponen voz a esa amplia parte de la sociedad que piensa que las mujeres no han ocupado más puestos de responsabilidad a lo largo de la historia por incapacidad. Nunca se han parado a considerar los muros que la desigualdad ha puesto para retenerlas en las tareas domésticas, ni las oportunidades que les ha quitado para conseguirlo. Un dato, en un estudio de Nora Catelli (2001), el número de chicos estudiando secundaria en España en 1910 era de 37.000 y el de chicas sólo 314. Como es fácil de imaginar, resulta muy difícil que 10 años después las mujeres de esa generación pudieran tener las mismas oportunidades que los hombres, sobre todo si consideramos que las 314 chicas que lograron una formación similar a la de los chicos, luego se encontraron con todas las barreras de la discriminación y de la crítica social por faltar a su obligación principal como “madres, esposas y amas de casa”; claro, salvo que fueran marquesas.

Sorprende que desde un partido de Gobierno se mantenga el argumento de que las mujeres que valen pueden llegar a cualquier responsabilidad (lo cual significa que las que no llegan es porque no valen), y que las cuotas suponen tratarlas como números no como personas. Y sorprende por dos razones fundamentales. En primer lugar porque entiende que el objetivo de medidas son las cuotas en sí mismas, cuando sólo se trata de un instrumento para corregir la desigualdad que todavía existe, y una forma de borrar los mitos que oscurecen la conciencia. Y en segundo lugar, porque una afirmación de ese tipo da a entender que los omnipresentes hombres llegan a las posiciones de poder por su capacidad, mientras que las mujeres lo hacen por cuota, lo cual no deja de ser un refuerzo del mensaje que lanza el machismo.

Las mujeres no están en igualdad respecto a los hombres en ninguna de las esferas sociales por no haber podido, no por no haber sido capaces. Su capacidad la demuestran a diario y la han demostrado a lo largo de la historia superando todas las dificultades y la violencia que han intentado su confinamiento hogareño. Y a pesar de ese intento de secuestro emocional e intelectual, han llegado hasta aquí para demostrar que las razones de su discriminación están en la voluntad de una ideología que ha entendido que lo masculino se declina en plural y lo femenino se inclina en singular.

Son esas ideas las que se rebelan contra la cuota que exige que como mínimo haya una presencia del 40% de mujeres u hombres, algo que en la práctica se traduce en que se garantice ese porcentaje para las mujeres, puesto que los hombres siempre lo han superado. En cambio nunca han querido ver que cuando hay un 100% de hombres o un 90% de presencia masculina en los órganos de poder y decisión más diversos (políticos, empresariales, sindicales, medios de comunicación, financieros, académicos…), también se trata de una cuota, la cuota impuesta por la desigualdad.

La conclusión es clara: están en contra de las cuotas decididas democráticamente para la Igualdad, y a favor de las cuotas impuestas de la desigualdad. Y lo están porque piensan que las mujeres no son capaces y porque a los hombres les sobran facultades. Esas son sus cuitas, al menos eso es lo que se deduce de sus planteamientos.

Escribo todo esto en Argel el “Día Internacional de la Mujer”, al tiempo que escucho la música de Saffak Alik en la película “El marido de la peluquera”, justo al día siguiente de la creación en Argelia del “Observatorio para la Violencia contra la Mujer”. Un claro ejemplo de la necesidad de mirar a la realidad sin la venda de los mitos en la mirada, y con el compromiso de adoptar políticas y medidas activas para corregir la desigualdad y promocionar la igualdad.

“Es machista y ofensivo que una mujer entre en política por cuotas”. Lo ha dicho María de los Dolores de Cospedal y, curiosamente, al mismo tiempo afirma que su partido, el PP, es el que “tiene más mujeres en puestos importantes”. Y no deja de ser curioso, por no decir incoherente, que cuestione un criterio cuantitativo, como es garantizar una presencia mínima de mujeres en la política, y luego eche mano de otro argumento exclusivamente numérico para reivindicar el compromiso del PP con la igualdad.

Y no son casualidad ni un error sus palabras. La estrategia del PP respecto a la Igualdad es clara, su cuita son las cuotas porque su objetivo no es hacer política en esta línea, sino desmontar la imagen de los partidos de izquierda comprometidos con la igualdad. Da la sensación de que al PP y a un importante sector de la sociedad le interesa más romper la imagen de compromiso del PSOE e IU con las políticas de igualdad, que desarrollar una serie de iniciativas que permitan alcanzarla de forma real, no sólo testimonial.