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Dación en pago ya

Las cosas que nos preocupan. Los miedos tradicionales se preocupan demasiado de lo que dice la gente en las redes sociales. Las redes sociales se preocupan demasiado de las noticias oficiales. Nada parece lo que viene siendo. Parece que lo prometido será deuda. En estos días feroces, en esta guerra no tan fría, se confunden los mensajes, Premio Nacional capicúa a quien tenga las ideas claras. La gente bumerán devuelve las oraciones cínicas, los métodos de distracción sufren síndromes escandinavos, espabilan las estrategias, asimila la involución el siniestro baile de las troikas, es lo que tiene el cambio o no.

Arde la memoria en la noche más larga. Sisan los drones, vuelan los ladrones, entran ganas de salir en retirada, cada uno a sus aposentos, y reunirse con los héroes de la música y la poesía, desterrar la tele, hacer oídos sordos a los discursos con ibuprofeno y coger por la sombrita privatizada. Por el contrario, nos empeñamos en ser mucho más que dos, en la calle del dolor, y negamos la tozuda y tiránica realidad que pintan de negro los promotores de la decepción.

La consigna de esta semana, “no se puede”, abrirá paso al “no te muevas”,“ya nos encargamos nosotros”. Falsa alarma, los señores del olvido desmienten que vayan a reintegrar los días de asuntos propios a la gente, protagonista de las monsergas, víctima de los hechos consumados, la gente que camina en pos del rescate de tanto verbo robado: vivir, comer, trabajar. Tiempo para escuchar y para callar, para contrastar la palabrería con los datos, demoledores estadísticas sobre vivienda, asistencia social, exclusión infantil, desigualdad.

Los desalojos forzosos, las colas fantasmas del paro, la sangría del autónomo, la hipoteca voraz, la cultura por los suelos, la pensión menguante del abuelo, los chavales secando fardos, las mujeres subiendo la cuesta, los niños desaprendiendo a comer en la escuela de la vida, la gente hablando de traiciones, banderas, porfías, atenta al devenir. Perdieron cuarenta mil millones de machacantes en la operación militar bancaria. Instauraron la oficina del pobre, y ahora prometen, todos en comandita, auxiliar a los proscritos, entretener a los abandonados, al tiempo que practican la crueldad. Habrá que burlarse de las leyes mostaza y exigir lo que se tercie, no sin antes recordarle al demonio que el demonio es él. Dación en pago ya. Vamos al turrón.

El discurso ceremonioso de la desolación y la consiguiente solidaridad en defensa propia y vergüenza ajena varía en función del emisor, el receptor y el interés variable. Indigna sobremanera, más de quince emes, el jueguecito de la eterna campaña electoral. Si se pone a tiro el centro derecha, simulan pitiminí y anuncian recortes de gastos. En caso de convergencia con el centro izquierda o la izquierda a secas, ensayan cariños a la gente, planes de reconversión, los grandes éxitos de Podemos en diferido, y garantizan derroche de gestos. Salud dental o salud mental, cifras eufemísticas y cierre de camas, propaganda hiperbólica o vaya usted a saber. Premio a quien lo tenga claro. Mariano, por ejemplo, lo tiene claro. Y aplausos cerrados, vítores sinceros, abrazos y convidás a los que luchan por mejorar las cosas que nos preocupan, las vecinas del Cerro del Moro de Cádiz, en especial, y toda la gente que hace lo que dice y dice lo que piensa.

Volvemos sobre nuestros pasos, los derechos sociales elementales, y ratificamos el fracaso del ladrillazo, estafa inmobiliaria y ataque de austeridad. No te rindas.

Las cosas que nos preocupan. Los miedos tradicionales se preocupan demasiado de lo que dice la gente en las redes sociales. Las redes sociales se preocupan demasiado de las noticias oficiales. Nada parece lo que viene siendo. Parece que lo prometido será deuda. En estos días feroces, en esta guerra no tan fría, se confunden los mensajes, Premio Nacional capicúa a quien tenga las ideas claras. La gente bumerán devuelve las oraciones cínicas, los métodos de distracción sufren síndromes escandinavos, espabilan las estrategias, asimila la involución el siniestro baile de las troikas, es lo que tiene el cambio o no.

Arde la memoria en la noche más larga. Sisan los drones, vuelan los ladrones, entran ganas de salir en retirada, cada uno a sus aposentos, y reunirse con los héroes de la música y la poesía, desterrar la tele, hacer oídos sordos a los discursos con ibuprofeno y coger por la sombrita privatizada. Por el contrario, nos empeñamos en ser mucho más que dos, en la calle del dolor, y negamos la tozuda y tiránica realidad que pintan de negro los promotores de la decepción.