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A los debates se llega con el marcador conocido
A los debates se llega con el marcador conocido. Ganadores, perdedores son personajes ya repartidos en un casting previo. La sorpresa está ausente. Aunque a veces es indisciplinada haciendo un cameo: ese es el encanto del debate. Un baile de expertos donde nadie espera nada pero donde el error, más que el acierto, es posible.
El debate es la puesta en escena de un relato. La misa de la democracia. Cada candidato debe colocar el suyo. Su relato.
La decisión esencial es qué personaje interpreto en la liturgia de los atriles. La interpretación conlleva cinco cosas y una decisión. Las cinco: un guión, vestuario, presencia, voz, gestualidad. Una decisión. La apuesta por una narrativa de cambio o experiencia, la gestión como marco o la esperanza como objetivo.
El debate lo ha ganado el PSOE porque IU estuvo decente en la defensa de su personaje. Y una IU más fuerte, que lo asignado en las encuestas, es mejor que un musculado Podemos para el escenario postelectoral del PSOE.
Arenas era moreno pero es que Moreno fue Arenas vintage, sobreactuado en los gestos incluso para un caucus en Iowa. Con una corbata verde, innecesaria explicación el porqué de la elección del color, pero sí recordar que es un tonalidad que no suele dar buen tono al rostro televisivo.
La estética Bonilla se aleja del nuevo emprendedor, de la star up. Y no es que este mal o bien, es que no concuerda con su narrativa de cambio. De nueva sociedad, de salto hacia adelante y muestra un personaje cuya presencia y gestualidad no se adecúa al relato que ofrece. Minando su credibilidad. La forma es fondo en televisión. Kennedy ganó aquel famoso debate en televisión y Nixon, en la radio. Dos lenguajes, dos códigos.
El mensaje que lanza es “no soy creíble”. Digo mi guión pero no mi convicción. Las formas son fondo. Moreno se estudió este power point. Sacó gráficos, busco la agresividad pero se saltó esta diapositiva: hay que preguntar, sí, pero responder también.
Y no responde a la Presidenta si llevará imputados, lo hace a la tercera insistencia y dejando dudas aún. Así Moreno no representa el personaje que encarna su relato de cambio. A partir de ahí, todo lo demás da igual. Es como cuando habla de clientelismo o tópicos mirando a los andaluces.
El error es siempre del partido, no del votante. Sin este giro en su estrategia más les vale pedir el final al árbitro ya.
Maíllo necesita una respuesta. Su personaje en la misa adecuó su vestimenta al clásico socialista tras un evento que se despoja de la corbata. Era una pista. Dónde pone la caña de lo que considera un caladero de votos: el socialista huérfano. Bien. Personaje y narrativa engarzados. Sin olvidar que el caladero de socialistas disgustados puede ser un razonable lugar de pesca pero también debiera serlo el entorno de Podemos.
Pero le sigue faltando una respuesta. Moreno lo intentó agrupar con Díaz pero se mantuvo. Su voz es demasiado estridente, hablaba para la clase, parecía que regañase, a veces. Efecto púlpito. Bien para mitin no para televisión. Su lenguaje no verbal, contenido, relajado.
Recalcó su no profesionalidad política frente a sus compañeros. Eso le distancia, pero si vas en un barco con tormenta fuerza 4, ¿elegirías a un profesional o a un neófito? En fin, argumentar es un verbo muy promiscuo. Hay para todos los gustos.
Su primer minuto debió ser el último. Sus propuestas concretas, buscando la distancia con Moreno, eran innecesarias. Ya sabemos dónde está. Midiendo el desencuentro con Díaz. Duro con la corrupción, bandera que no aporta a nadie.
Pero a falta de una respuesta, una ficha. Esa que sus asesores le tenían que haber preparado a la pregunta de la previsible pregunta de la presidenta: y si hemos estado juntos en un gobierno, ahora ¿por qué somos tan malos? Le faltó esta respuesta y mira que es fácil, pero eso es trabajo de los asesores.
La presidenta puso frente a las cámaras su narrativa. La defendió con su estética, el rojo de la fuerza, la pasión, la blusa relataba su estado y con los que hace: ella no es un político hablando, es un político haciendo. Con aquella magnifica estrategia de Clinton y su war room que también se relata en El poder Político en escena de L.A. Una presidenta cercana, lo es; hiperactiva, también. Por eso, la crítica de Moreno sobre no bajar del coche oficial, un clásico, en esta ocasión no es usable por falsa y es un error, otro, de los asesores de Moreno porque minan su credibilidad. Si todo el mundo ve a una presidenta día tras día con gente por las calles no digas lo contrario. Habrá otras cosas para criticar pero no esa. Haz críticas falsas y luego nadie sabrá distinguir la verdad.
Tiró de storytelling, como Moreno con su familia; ninguna novedad. Ya lo dijo Obama, el mago del relato, en su posesión: “Soy un hombre cuyo padre hace 60 años ni hubiera sido atendido en un restaurante y hoy estoy aquí jurando como presidente”
Usó bien los gestos, sin la sobreactuación de senador por Arkansas que poseía a Moreno, tomó notas y no sacó gráficos; claro, es la presidenta.
Su personaje no sueña, muestra la realidad de su gestión. Su narrativa de continuidad de esta reserva espiritual del Estado de Bienestar no necesita el gráfico: lleve mañana a su niño al colegio y tocará mis gráficos. La realidad frente al cartón. Andalucía frente a la España recortada. Andalucía defiende lo que el PP desmonta en España. Dadme un mantra y te daré una religión. Personaje y narrativa encajado. Target movilizado.
Posiblemente para muchos sea no dejarse avasallar, pero que con los recursos tópicos de Moreno como “tranquilícese”, abandonase su posición de en modo presidenta que había avalado hasta entonces con datos y metáforas (ese es el camino, la historia sencilla, la comparación) no creo que le aporte. El estilo chulesco, del verbo Arenas, de Moreno quedaría aún en mayor evidencia.
Lo dijimos al principio: al debate se llega con la posición ganada y es importante no equivocarte en los detalles, la llegada, la estética y la salida. Nos faltan detalles: ¿cómo se saludaron al llegar? ¿A la salida? (Un llamado a Canal Sur en este punto).
El debate está en el terreno de los sentimientos, desposeído de razón no es un proceso judicial: es televisión. Como tal debe entenderse, con sus códigos.
El debate además tiene otros escenarios y hay que pelearlos: las redes, las encuestas digitales, la opinión del día después, los editoriales. Queda mucha campaña, 12 días y ojalá que 500 debates, sean como sean. Hablar, debatir y confrontar en democracia es magnífico.
A los debates se llega con el marcador conocido. Ganadores, perdedores son personajes ya repartidos en un casting previo. La sorpresa está ausente. Aunque a veces es indisciplinada haciendo un cameo: ese es el encanto del debate. Un baile de expertos donde nadie espera nada pero donde el error, más que el acierto, es posible.
El debate es la puesta en escena de un relato. La misa de la democracia. Cada candidato debe colocar el suyo. Su relato.