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Democracia cruda
Sería mucho atribuir a la revista londinense The Economist toda la autoridad para analizar y clasificar nuestra democracia, pero escuchando cada día a la dirigencia del PP diciendo que España es una dictadura, su informe anual ha sido recibido con regocijo. El informe sitúa a España, eso sí, en último lugar entre las 24 democracias plenas.
En el informe precedente, España había bajado a la categoría de defectuosa; pero hemos ascendido, y ello a pesar de que persisten los elementos que llevaron a la sala VOR de los observadores ingleses a mandarnos a segunda división como consecuencia de la no renovación del CGPJ que hoy persiste. Nos han puesto buena nota en cosas importantes, calidad electoral, pluralismo; sin embargo, mucho peor en cultura política.
Es decir, democracia plena pero cruda, a falta de hervores importantes no explicitados en el informe; uno de ellos, el que necesita la derecha para que acepte los resultados electorales; otro, el que mejore la escasa credibilidad de los medios de comunicación. Grave esto último porque la cultura mediática es la dominante en nuestros días en la formación de otra cultura mayor, y en ella, la cultura política.
En otros índices, la credibilidad de los medios en España está bajo cero, y no porque cada uno tenga su línea editorial, la que sea, no, es porque hay medios que militan; la crispación es tan solo una emoción provocada en muchos casos por las terminales mediáticas de un poder insatisfecho. Una explosión peligrosa para la democracia: nunca se ha mentido tanto como hoy, nunca las alianzas y comunión de objetivos de ciertos medios con determinados poderes fueron tan explicitas.
En la cultura anglosajona de amplia experiencia democrática, se suele afirmar que en la libertad de expresión y prensa descansa el resto de libertades. Incluso nosotros lo sabemos y empezamos a experimentar en ello en las tempranas fechas de la Constitución de Cádiz, pero da la impresión de que la interpretación de aquella libertad ha sido mejor aprovechada por el dueño de la tinta y las esponjas de los micrófonos que para muscular la libertad en sí. El dueño y sus manijeros, activistas de pluma y la voz, sumados con entusiasmo a su labor y activismo partidista .
La libertad de informar y recibir libremente información veraz es uno de los fundamentos de la democracia y así ha sido recibida en nuestro ordenamiento constitucional. Es una libertad que deben tener y ejercer los profesionales de la comunicación; pero es, al mismo tiempo y de manera indisociable, un derecho de la ciudadanía que debe ser exigido con vigor. Sin esas dos caras del derecho a la información, insisto, nuestra democracia, la clasifique quien la clasifique, es una democracia cruda, incompleta y, en su peor expresión, defectuosa.
No es fácil, y no solo porque muchos medios hayan decidido ser militantes de causas partidarias, sino porque el periodismo libre es cada día más difícil; el ejercicio del periodismo se desarrolla mal en cautividad, una cautividad que hoy también está patente en la precariedad y la penuria económica de sus empresas. Estas últimas, en numerosas ocasiones, dependen de operadores públicos y privados que en absoluto creen en una información libre y veraz, sino más al contrario, necesitan la mentira para su supervivencia y misión.
Hoy quiero personalizar el esfuerzo titánico por defender una prensa democrática en mis compañeras y compañeros de elDiario.es/Andalucía. Nacieron aquí, en Andalucía, ellos me permiten cada semana acercarme a este rinconcito donde expreso mis ideas y opiniones con libertad. Ellas disfrutan de todas las virtudes de los periodistas vocacionales, pero, además de ejercer la democracia escrita, pelean en un mundo hostil; por eso, a sus atributos profesionales deben añadir arrojo, valentía, constancia y paciencia, mucha paciencia. El precio de la independencia.
Superamos la década, fue un 18 de febrero cuando unos jóvenes se volvieron locos, y no puedo dejar de agradecerles y felicitarles por su apuesta, cada día más grande en tamaño, profesionalmente ya lo son, un espacio de periodismo preñado de dignidad y libertad, precisamente en Andalucía, en el Sur teórico de Luis García Montero, donde el barbecho mediático nos adormece y priva de una mejor calidad democrática. ¡Felicidades!
Sería mucho atribuir a la revista londinense The Economist toda la autoridad para analizar y clasificar nuestra democracia, pero escuchando cada día a la dirigencia del PP diciendo que España es una dictadura, su informe anual ha sido recibido con regocijo. El informe sitúa a España, eso sí, en último lugar entre las 24 democracias plenas.
En el informe precedente, España había bajado a la categoría de defectuosa; pero hemos ascendido, y ello a pesar de que persisten los elementos que llevaron a la sala VOR de los observadores ingleses a mandarnos a segunda división como consecuencia de la no renovación del CGPJ que hoy persiste. Nos han puesto buena nota en cosas importantes, calidad electoral, pluralismo; sin embargo, mucho peor en cultura política.