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Diplomado en Protocolo
La versión andaluza de la confrontación sísmica del PP de Alberto Núñez Feijóo con el Gobierno de Pedro Sánchez es naíf, o quizás no lo sea. Un ejemplo: el conflicto de protocolo suscitado por Juan Manuel Moreno con el Gobierno de la Nación en la final de la Copa del Rey en Sevilla. Moreno protestó airado porque en la recepción a Felipe VI y en el palco con motivo de la final que ganó el Athletic de Bilbao, la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, apareció como segunda autoridad del Estado, es decir a la derecha del monarca. El estruendo de las aficiones vasca y mallorquina en la capital andaluza solaparon la pataleta del presidente Moreno. Más eco tuvo su ausencia del Senado en el debate organizado por el PP para destruir a Pedro Sánchez con la ley de Amnistía. Es más, lo que tuvo eco fue el que a la misma hora de la batahola pepera en la Cámara Alta contra Sánchez, este y Moreno inaugurasen juntos y sonrientes (¿?) las obras de una nueva línea del metro en Sevilla.
Moreno ha preferido estar con Pedro Sánchez… resumían en Madrid. ¿Era así? Creo que no. Tanto una como otra anécdota desvelan una cada vez menos reprimida rivalidad que, sin la grosería y barro del PP madrileño, libran los partidos por la hegemonía en Andalucía. Faltan dos años para las elecciones autonómicas, pero en dos meses se celebran las europeas. Andalucía es el territorio que más votos aporta, 6,6 millones. El PP confía en la marca Moreno para ganar en Andalucía y distanciarse del PSOE lo más posible. Ferraz sabe que el tirón de Juan Espadas es flojo, y encomienda a María Jesús Montero y Pedro Sánchez contener la fuga de votos socialistas.
Varios apuntes sobre la primera piedra del metro: La línea en construcción se sitúa en Pino Montano, uno de los barrios populares de Sevilla con más votos socialistas. La financiación del proyecto corre a cargo a partes iguales por el Gobierno y la Junta, pero ya estaba guionizado por el PP andaluz que Moreno y el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz (PP), teatralizaran el proyecto como un logro de sus siglas. Antes del acto pasearon por el vecindario y tomaron café en un bar para engordar esta idea. Los socialistas andaluces se quejan de la habilidad de Moreno para colgarse la medalla de las inversiones estatales, tanto las de infraestructuras viarias como las sanitarias. Algunas obras y mejoras sanitarias de la Junta se han hecho con financiación extra del Gobierno central por la pandemia. Sanz, como otros alcaldes del PP con la Junta socialista en el pasado, esgrime el agravio como arma política, ahora con el Gobierno central. Sánchez es “el más anti sevillano de los presidentes”. En el atril de Pino Montano, Pedro Sánchez reivindicó con datos que su gobierno ha doblado la inversión en Sevilla de la que destinó su antecesor, Mariano Rajoy.
El despliegue de Moreno y su gobierno se vio empequeñecido por la presencia casi por sorpresa de Pedro Sánchez. Había informado de su asistencia un día antes. ¿Es por eso que no fue Moreno al Senado? ¿Es por esto que fue Sánchez a Pino Montano? Sánchez y Moreno rivalizan en mano tendida
Hubo gestos fríos y sonrisas forzadas. El despliegue de Moreno y su gobierno se vio empequeñecido por la presencia casi por sorpresa de Pedro Sánchez. Había informado de su asistencia un día antes. ¿Es por eso que no fue Moreno al Senado? ¿Es por esto que fue Sánchez a Pino Montano? Sánchez y Moreno rivalizan en mano tendida. Otro apunte: Si Moreno hubiera ido al Senado se vería confrontado por Juan Espadas, portavoz del PSOE en la Cámara Alta con el marrón de la amnistía. Espadas, el gran ausente en Pino Montano. Como alcalde de Sevilla, fue quien impulsó, junto a su sucesor Antonio Muñoz, el acuerdo para desbloquear la continuidad del metro de Sevilla después de una década paralizado. En su partido hay quien piensa que sin su paso a la política regional, Sevilla podría seguir teniendo un alcalde socialista.
Sobre la amnistía, Moreno ha mantenido un perfil bajo en el PP. Su táctica hasta ahora es mantenerse alejado y al margen de la línea agresiva y desproporcionada de Isabel Díaz Ayuso. Del PP madrileño, a Moreno solo le interesaba copiar su modelo fiscal y sanitario. La rebaja de impuestos a rentas altas no le ha producido ningún rasguño en su popularidad, aunque entre en contradicción cuando reclama más financiación al Estado. La entrega de dinero público a la sanidad privada como un plan para que acabe con las listas de espera sí le está suponiendo un costurón de imprevisible tamaño. Sobre todo, porque el plan no está funcionando. Estas últimas semanas no han sido boyantes para Moreno con la sanidad como talón de Aquiles. Se le ve descentrado y Pedro Sánchez no ayudó a aplacarle los nervios. Su gran anuncio en Sevilla (luego de Pino Montano, en Dos Hermanas, otro feudo socialista y ya sin Moreno de testigo) fue la supresión de las ‘Golden Visa’, el pasaporte para ricos. Moreno argumenta su éxito en la rebaja de impuestos en la captación de grandes fortunas. En enero empezó a preparar la séptima.
Moreno había acompañado a Felipe VI en otras finales en Sevilla como segunda autoridad con el ministro de Cultura y Deportes (Miquel Iceta) como tercera. A este precedente se agarra Moreno. Un argumento endeble
Todo esto fue después del gran enfado de Moreno en la final de la Copa del Rey. Moreno había acompañado a Felipe VI en otras finales en Sevilla como segunda autoridad con el ministro de Cultura y Deportes (Miquel Iceta) como tercera. A este precedente se agarra Moreno. Un argumento endeble. El ordenamiento general del Estado sobre el régimen de precedencias de los cargos en los actos oficiales establece que en los de una comunidad autónoma, que no son organizados por esta, el vicepresidente del Gobierno de la Nación tiene precedencia sobre el presidente del Consejo de Gobierno de esta comunidad, aunque no el ministro, que iría detrás. La polémica no es nueva. Soraya Sáenz de Santamaría ya la sufrió siendo vicepresidenta en el Gobierno de Rajoy. El real decreto se aprobó el primer año de gobierno de Felipe González, 1983, con Alfonso Guerra como el más poderoso de los vicepresidentes.
La Casa Real puso orden: A la derecha del monarca mantuvo a María Jesús Montero como segunda autoridad; y pidió al representante de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), organizador de la final, que cediera a Juan Manuel Moreno su puesto a la izquierda de Felipe VI. Para quitarle el enfado y no desautorizarlo. El presidente andaluz es un estudioso en asuntos de protocolo, disciplina de la que es graduado por la Universidad Camilo José Cela de Madrid. Nunca se acuesta uno sin aprender algo nuevo, aunque sea de lo suyo.
La versión andaluza de la confrontación sísmica del PP de Alberto Núñez Feijóo con el Gobierno de Pedro Sánchez es naíf, o quizás no lo sea. Un ejemplo: el conflicto de protocolo suscitado por Juan Manuel Moreno con el Gobierno de la Nación en la final de la Copa del Rey en Sevilla. Moreno protestó airado porque en la recepción a Felipe VI y en el palco con motivo de la final que ganó el Athletic de Bilbao, la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, apareció como segunda autoridad del Estado, es decir a la derecha del monarca. El estruendo de las aficiones vasca y mallorquina en la capital andaluza solaparon la pataleta del presidente Moreno. Más eco tuvo su ausencia del Senado en el debate organizado por el PP para destruir a Pedro Sánchez con la ley de Amnistía. Es más, lo que tuvo eco fue el que a la misma hora de la batahola pepera en la Cámara Alta contra Sánchez, este y Moreno inaugurasen juntos y sonrientes (¿?) las obras de una nueva línea del metro en Sevilla.
Moreno ha preferido estar con Pedro Sánchez… resumían en Madrid. ¿Era así? Creo que no. Tanto una como otra anécdota desvelan una cada vez menos reprimida rivalidad que, sin la grosería y barro del PP madrileño, libran los partidos por la hegemonía en Andalucía. Faltan dos años para las elecciones autonómicas, pero en dos meses se celebran las europeas. Andalucía es el territorio que más votos aporta, 6,6 millones. El PP confía en la marca Moreno para ganar en Andalucía y distanciarse del PSOE lo más posible. Ferraz sabe que el tirón de Juan Espadas es flojo, y encomienda a María Jesús Montero y Pedro Sánchez contener la fuga de votos socialistas.