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España es Madrid o el debate de la nación como pleno municipal

26 de julio de 2022 20:11 h

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Gracias al debate del Estado de la Nación ahora sabemos que aquello de que Madrid es España, ese delirio de Díaz Ayuso del que tanto nos reímos, lo comparte también el presidente del Gobierno. Cuarenta y cuatro millones de personas que en España no vivimos en Madrid capital nos pudimos enterar de que por allí tienen un problema con una promoción urbanística en una zona que llaman Campamento. Por muy calcado que ese problema sea a cualquier otro de cualquier otra ciudad, Pedro Sánchez consideró que ninguno más merecía el estatus de cuestión de estado, así que anunció en el debate de la nación que iba a desbloquear la operación urbanística.

A 44 millones de residentes en España se nos quedó la misma cara que si a los madrileños, y a casi todo el resto del país, les hubieran anunciado en el debate del Estado de la Nación que el consejo de ministros, por fin, paralizaba la tramitación para la torre del puerto, que ustedes no saben qué es. Para Pedro Sánchez, a todos nos tenían que resultar de vital interés los problemas de una barriada de Madrid, pero no, por ejemplo, que en un dique de Málaga se vaya a construir un rascacielos con gravísimos costes medioambientales para la bahía. Ese de la torre del puerto es un proyecto que ha despertado un enardecido rechazo popular en Málaga, y en última instancia su tramitación, como la de Campamento, depende del Gobierno central. Nadie en Málaga, ni en cualquier otra ciudad que no fuera Madrid, habría entendido que el debate de la nación se convirtiera en un pleno municipal.

Por si fuera poco, en su estrecha concepción de la nación, Sánchez también anunció la gratuidad para los trenes de cercanías y media distancia. ¿Saben qué provincia encabeza el ránking de ciudades con más de 50.000 habitantes sin tren? Málaga, sí, que por increíble que parezca no tiene conexión ferroviaria de su capital con ninguna de las otras tres ciudades más pobladas, Marbella, Mijas y Vélez-Málaga. De hecho, Andalucía, la Comunidad más poblada de todo el país, encabeza igualmente ese ránking autonómico, de modo que hubiera sido pertinente que el presidente explicara que igual esa medida de la gratuidad estaba principalmente destinada, otra vez, sí, a Madrid. De hecho, podría haber anunciado que por fin se cumplía la promesa de conectar esas ciudades por tren, algo que lleva décadas esperando un rimbombante desbloqueo como el de Campamento. Da igual; si se desbloqueara, nunca se anunciaría, con toda lógica, en un debate del Estado de la Nación.

De todas formas, lo más sonrojante fue que anunciara que iba a meter un impuesto especial a la banca y las eléctricas: especial porque solo va a durar dos años, como si el problema con sus beneficios indecentes fuera temporal

Se conoce que a Sánchez el problema con esa promoción urbanística le parece una cuestión de Estado más relevante que las vergonzosas muertes de Melilla, por las que su ministro Grande-Marlaska va a tener que dar explicaciones en Bruselas. Por supuesto, es mucho más relevante que su decisión de duplicar el presupuesto en armamento mientras España arde sin dotaciones suficientes de bomberos.

En el fondo, la batería de medidas que Sánchez anunció parecía más bien una pedrea con la que repartir miseria y recoger antes de que saliera el gordo. De lo contrario, en lugar de ese problema local de Madrid con algunas viviendas, nos habría explicado cómo iba a revertir el modelo especulativo que en España convierte la vivienda en un producto de mercado, y no en un bien social. También qué va a pasar con los inmuebles de la SAREB, con las subidas de las hipotecas, con la insuficiente ley de los alquileres, con la vivienda social, etc.

Del mismo modo, a la vez que anunciaba la gratuidad de los cercanías y medias distancias, hubiera estipulado el aumento de la frecuencia, como resultaba evidente. Además, por fin habría decretado que el AVE no puede tener precios para unos pocos, que se van a recuperar todas las líneas perdidas y a construir otras necesarias.

De todas formas, lo más sonrojante fue que anunciara que iba a meter un impuesto especial a la banca y las eléctricas: especial porque solo va a durar dos años, como si el problema con sus beneficios indecentes fuera temporal, y no estructural gracias a una legislación que sí supone, y de qué manera, una cuestión de Estado.

Al final, entre problemas que eran locales y otros estructurales que no abordaron, pareció que más que el debate del estado de la nación estábamos ante el debate del estado del gobierno. Y como sigan así va a ser igual que el impuesto especial: temporal.

Gracias al debate del Estado de la Nación ahora sabemos que aquello de que Madrid es España, ese delirio de Díaz Ayuso del que tanto nos reímos, lo comparte también el presidente del Gobierno. Cuarenta y cuatro millones de personas que en España no vivimos en Madrid capital nos pudimos enterar de que por allí tienen un problema con una promoción urbanística en una zona que llaman Campamento. Por muy calcado que ese problema sea a cualquier otro de cualquier otra ciudad, Pedro Sánchez consideró que ninguno más merecía el estatus de cuestión de estado, así que anunció en el debate de la nación que iba a desbloquear la operación urbanística.

A 44 millones de residentes en España se nos quedó la misma cara que si a los madrileños, y a casi todo el resto del país, les hubieran anunciado en el debate del Estado de la Nación que el consejo de ministros, por fin, paralizaba la tramitación para la torre del puerto, que ustedes no saben qué es. Para Pedro Sánchez, a todos nos tenían que resultar de vital interés los problemas de una barriada de Madrid, pero no, por ejemplo, que en un dique de Málaga se vaya a construir un rascacielos con gravísimos costes medioambientales para la bahía. Ese de la torre del puerto es un proyecto que ha despertado un enardecido rechazo popular en Málaga, y en última instancia su tramitación, como la de Campamento, depende del Gobierno central. Nadie en Málaga, ni en cualquier otra ciudad que no fuera Madrid, habría entendido que el debate de la nación se convirtiera en un pleno municipal.