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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Exorcismos, pederastia e inmatriculaciones cortijeras

Visto lo acontecido en las últimas semanas en la reserva espiritual de occidente, como no hace mucho tiempo se conocía a nuestro país, el Papa Francisco debe estar preguntándose aquello de qué ha hecho él para merecer esto. En menos de seis meses, Bergoglio se he encontrado con un Cardenal insumiso, una red de pederastia, dos arzobispos presuntos encubridores, un exorcista prolífico y un cabildo propietario de la Mezquita más espléndida de occidente.

Si esto ocurre en la cristianísima España, el Papa debe estar arrepitiéndose de haber aceptado ocupar la silla de San Pedro, ante lo que se puede encontrar en territorios menos proclives a los dictados de la Santa Madre Iglesia..

Cuando por fin llega al Vaticano un Papa que parece conectar con las gentes normales de todo el mundo, sus generales, comandantes y hasta soldados rasos nos ofrecen un espectáculo capaz de tirar por tierra todos los gestos con los que Francisco ha sido capaz de ilusionar al mundo.

Es cierto que si no fuera por la decidida voluntad de cambio, puesta de manifiesto por Bergoglio, muchos de esos espectáculos habrían quedado -como casi siempre hasta ahora-, sepultados por un manto de silencio; pero no lo es menos que las expectativas generadas por Francisco necesitan materializarse en hechos que, en algunos casos, serán dolorosos y traumáticos para la Iglesia,pero que de no adoptarse frustrarían, quién sabe si de una forma irreversible, la esperanzadora glasnost que parece haber traido el Papa porteño.

Si la ciudadanía ha aplaudido de una forma unánime el papel de Francisco en el caso de pederastia surgido en Granada, donde un grupo de sacerdotes lleva protagonizando abusos a menores desde hace más de dos décadas, no es menos cierto que mucha gente empieza a impacientarse al ver que pasan los días y el principal responsable eclesiástico de la Archidiócesis continúa en su puesto, gobernando con la prepotencia, discrecionalidad y soberbia que caracteriza a la iglesia granadina.

Sería de muy difícil explicación que Monseñor Martínez, el mismo que mantuvo en su parroquia a un sacerdote de Córdoba condenado por haber abusado de varias niñas, el primer prelado en sentarse en un banquillo de los acusados en la historia de la Iglesia de nuestro país, el editor de “Cásate y sé sumisa”, el protagonista de la ruina de la diócesis con sus proyectos megalómanos y el responsable de convertir la iglesia granadina en el reducto más ultra de España, continúe siendo Arzobispo un minuto más de lo necesario que es ya mismo.

Sin resolver el caso de Javier Martínez, el Papa Francisco se enfrenta a la película de terror protagonizada por el exorcista de Burgos que vuelve a llevar a la Iglesia a los tiempos de la Edad Media, sometiendo a una niña a ¡trece exorcismos! con lo que ello debió suponer de estado de terror para la pequeña.

Que en el siglo XXI, la ciudadanía tenga que creerse que “el exorcismo es un ”derecho de los fieles“, que deben ser atendidos, porque normalmente ”nos llegan con problemas mentales o problemas demoníacos muy serios“, tal y como asegura el padre Fortea, uno de los referentes mundiales en el mundo de la demología, es sencillamente un anacronismo tan absurdo como las sangrías para curar la anemia.

Tampoco parece ser muy comprensible para el personal que la Iglesia española se haya apropiado de todo tipo de bienes materiales, merced a esa figura de la inmatriculación que le permite poner a su nombre aquellos bienes que no tuvieran propietario conocido, pero ¿de verdad que bienes como la Mezquita de Córdoba no son propiedad de toda la ciudadanía? Para la Iglesia cordobesa, no sólo no es así, sino que ejercen como auténticos señoritos del cortijo, expulsando incluso al concejal de Patrimonio del Ayuntamiento que pretendía grabar una entrevista en el Patio de los Naranjos.

No parece que con situaciones como estas, la Iglesia esté haciéndose demasiado popular a ojos de la sociedad que cada día le da un poco más la espalda en nuestro país. Sobre Francisco recae la responsabilidad de invertir un estado de cosas que puede acabar con los seminarios y las iglesias, aún más vacías de lo que ya lo están; para ello necesita expulsar de Templo a clérigos pederastas, obispos encubridores, fieles consentidores, exorcistas trasnochados y cabildos cortijeros ... Y para mañana es tarde.

Visto lo acontecido en las últimas semanas en la reserva espiritual de occidente, como no hace mucho tiempo se conocía a nuestro país, el Papa Francisco debe estar preguntándose aquello de qué ha hecho él para merecer esto. En menos de seis meses, Bergoglio se he encontrado con un Cardenal insumiso, una red de pederastia, dos arzobispos presuntos encubridores, un exorcista prolífico y un cabildo propietario de la Mezquita más espléndida de occidente.

Si esto ocurre en la cristianísima España, el Papa debe estar arrepitiéndose de haber aceptado ocupar la silla de San Pedro, ante lo que se puede encontrar en territorios menos proclives a los dictados de la Santa Madre Iglesia..