Andalucía Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Sanidad obligará a desvelar cuánto les cuestan los medicamentos
El Gobierno anuncia reuniones con la Generalitat para estudiar la Hacienda
Opinión - El desmedido interés por Venezuela. Por Rosa María Artal

Aquí Feijóo es el único que no es presidente

0

España es una monarquía de pompa presidencialista. Desde el presidente de la comunidad de vecinos al del club de petanca. Todo es presidenciable, desde el primer ministro a los gobernadores o ministros principales de las regiones-nacionalidades. A la hora de configurar el Estado de las autonomías podría haberse elegido cualquiera de estos nombres, pero se optó por la tradición: presidente.

La coincidencia de llamar presidentes al del Gobierno de la nación y a los de las autonomías tiende a confundir. Más a sus titulares que a los ciudadanos. En un país de cultura futbolística se sabe que el presidente del Gobierno de España es de primera división y los de las comunidades de segunda o segunda B. Claro que en política está pasando como en el fútbol, que los cambios la están liando: a la segunda B se le llama ahora Primera RFFE.

La semejanza en los nombres ha servido de abono para la confrontación partidista. Algunos presidentes autonómicos se han crecido tanto que no solo tratan con rivalidad al del Gobierno si es de otro partido, sino también como un advenedizo en el cargo. Es el caso de Isabel Díaz Ayuso con Pedro Sánchez, quien por ningunear a este debe de haber llegado a colmar la paciencia de la Casa Real cuando recibió a Javier Milei con ínfulas de jefa de Estado.

Moreno guarda las formas, pero el fondo a veces suele ser parecido al de la desinhibida Ayuso con sus humos

Juan Manuel Moreno también gusta de mirarse en el espejo como presidente de la Junta de Andalucía, pero guarda la compostura de manera inteligente. “Por supuesto que me reuniré con mi presidente (Pedro Sánchez) si me llama”, ha dicho para desmarcarse de la incitación de Ayuso a que sus homólogos del PP rechacen la invitación del presidente del Gobierno. Moreno guarda las formas, pero el fondo a veces suele ser parecido al de la desinhibida Ayuso con sus humos.

Considera que incumplir su palabra de reformar la ley para un máximo de ocho años en el gobierno de los presidentes autonómicos andaluces y aspirar a un tercer mandato (12 años) se justifica porque lo contrario sería “introducir al partido (PP) y a la sociedad en un punto de incertidumbre y ahora mismo Andalucía no está para introducir elementos de incertidumbre e inestabilidad”.

Moreno vincula su continuidad en San Telmo a la estabilidad de Andalucía atribuyéndose el crecimiento económico de esta, pero deslegitima la aspiración de Pedro Sánchez a seguir en La Moncloa porque, según él, es alguien “con una obsesión con el poder, una obsesión con seguir siendo presidente”. La labor del Gobierno de Sánchez por el gran empuje de la economía española, incluida la andaluza, tras la crisis del Covid y pese a la inestable situación internacional; las mejoras salariales y de prestaciones a la sociedad; los acuerdos para la paz social, no solo la de Cataluña, no son suficientes, o no existen, para que Moreno le conceda a Sánchez el derecho de aspirar a seguir en La Moncloa. Por sus ataduras con los independentistas.

Como si Moreno, pese a su mayoría absoluta, actuara por libre y sin ataduras. Hay que reconocerle que ha conseguido, gracias a sus maneras amables y a algunos gestos, instalar en gran parte de la opinión pública el mensaje de representar la tercera vía del PP, esa que, como alguien moderado, institucional y de mano tendida, le distancia de la estrategia bocachancla de Díaz Ayuso y de la contorsionista de Feijóo. Hay algo de impostura: Moreno sigue al pie de la letra la estrategia crematoria de Alberto Núñez Feijóo para debilitar a Pedro Sánchez, supeditando con ello los intereses de Andalucía a los del PP. 

Lo que chirrió de la foto de unidad de Feijóo con sus barones fue que la teatralizara como un simulacro de Moncloa, en el que él era el presidente del Gobierno

Feijóo reunió a los presidentes regionales de su partido para una foto de unidad frente al acuerdo del PSC con ERC para la investidura de Salvador Illa. Se suponía que para coordinar una propuesta de financiación autonómica alternativa al pacto de Cataluña. Todo fue una farsa. No hubo propuesta de financiación, pero sí órdenes de derribo a Sánchez del líder del PP que sus barones han ido cumpliendo a coro en días sucesivos. Moreno, entre ellos.

Primero fue el recurso ante el Tribunal Constitucional contra la Ley de Amnistía en los mismos términos que el resto de comunidades. Siguió las críticas a la política migratoria de Sánchez. Aun adobándolas de retórica humanista, las declaraciones de Moreno responden al guion de Feijóo de dar la imagen de una España hostigada por inmigrantes subsaharianos. “No va a ser fácil aguantar mucho tiempo”, afirma. 

Sorprendente ha sido doblegarse ante la consigna del jefe de su partido de no aceptar la condonación de la deuda de la Junta de Andalucía con el Estado, que supondría mayor holgura en el gasto para inversiones o en el de sanidad. Se trata de una deuda de 30.000 millones de euros. Aún más chocante ha sido su declaración de rechazar cualquier negociación bilateral con el Gobierno sobre el reparto del dinero. Lo es porque Juan Manuel Moreno y sus consejeros han reclamado varios años seguidos la reunión de la Comisión Bilateral Junta-Estado, un órgano de diálogo incluido en el Estatuto de Autonomía de Andalucía.

El colofón del seguidismo de Moreno a Feijóo es la llamada a la rebelión de los diputados socialistas contra su jefe político

En su visita a Sánchez en La Moncloa de julio de 2022, le hizo la petición de la comisión bilateral y calificó de “agravio” que la convocara con Cataluña y no con Andalucía. Un año antes, en su primera visita a La Moncloa, reclamó lo mismo, una mesa de negociación a dos bandas para abordar, entre otras cuestiones, una mejor financiación. Las exigencias de Moreno, como las de sus antecesores, siempre han sido las de más dinero y que Andalucía reciba lo mismo que Cataluña: “No queremos ser menos”. Ahora que llega el momento, no parece esa la prioridad.

El colofón del seguidismo de Moreno a Feijóo es la llamada a la rebelión de los diputados socialistas contra su jefe político, que es presidente del Gobierno. Afea al secretario general de los socialistas andaluces, Juan Espadas, cierta flojera en defender los mismos postulados que antaño sobre la financiación de Andalucía, y le acusa de estar abducido por el sanchismo. El cierre de filas con Sánchez del comité federal, con la discrepancia de Emiliano García Page, vista con doble rasero de la reunión de Feijóo con los barones: cohesión y unidad con Feijóo en el PP y tiranía de Sánchez en el PSOE. Ese es su relato.

Lo que chirrió de la foto de unidad de Feijóo con sus barones fue que la teatralizara como un simulacro de Moncloa, en el que él era el presidente del Gobierno, con su atril y sus banderas, y los presidentes autonómicos sus ministros. Lo de menos son los memes que la imagen provocó en las redes sociales. Feijóo en la foto rebajó a los presidentes electos a ministros a dedo de su gabinete. Por un rato, fueron ministros-presidentes. Ese es el nombre que reciben los jefes de gobierno de los länders, el sistema autonómico federal de Alemania, que insinúa Pedro Sánchez para España. Un juego de palabras ilusorio. Lo único real de la foto y de las famosas reuniones del comienzo de curso: Feijóo es ahí el único que no es presidente, salvo de su partido, claro.

España es una monarquía de pompa presidencialista. Desde el presidente de la comunidad de vecinos al del club de petanca. Todo es presidenciable, desde el primer ministro a los gobernadores o ministros principales de las regiones-nacionalidades. A la hora de configurar el Estado de las autonomías podría haberse elegido cualquiera de estos nombres, pero se optó por la tradición: presidente.

La coincidencia de llamar presidentes al del Gobierno de la nación y a los de las autonomías tiende a confundir. Más a sus titulares que a los ciudadanos. En un país de cultura futbolística se sabe que el presidente del Gobierno de España es de primera división y los de las comunidades de segunda o segunda B. Claro que en política está pasando como en el fútbol, que los cambios la están liando: a la segunda B se le llama ahora Primera RFFE.