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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Felicitar por adelantado

5 de junio de 2022 21:01 h

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Los periodistas tendemos a marchar a paso ligero en la vanguardia de los acontecimientos. Somos capaces de consolidar hechos que aún no han ocurrido, declarar hitos históricos prácticamente en días alternos, anticipar escenarios –unos cuantos a la vez, que no se diga que no lo avisamos–, y conjeturar cálculos a años vista sin mover una ceja. Debe ser cosa de la ansiedad por dar los primeros la noticia, y de esa competitividad que (pese al almibarado lisonjeo que exhibimos en las redes) a veces nos corroe el alma como una carcoma. Eso también. Acaba de empezar la campaña andaluza y ya vamos por el sexto borrador de la estrategia de las generales del otoño de 2023, y hemos compilado todo tipo de conspiraciones, algunas muy majaras. En poco tiempo saldrá una quiniela del futuro gobierno y hasta el destino de los derrotados.

Nos puede la impaciencia. Si bien no solo a los periodistas. En una búsqueda casual me ha saltado una crónica mía con el siguiente encabezado: “Por adelantado, muchas felicidades”. Mariano Rajoy se abrazaba a Javier Arenas y ambos, en medio del gentío de banderas, celebraban en Cádiz la hazaña de haber logrado cerrar el círculo de la ocupación por parte del PP de casi todo el poder institucional en España, cuyo broche final era cruzar el umbral de San Telmo. Hablamos del 19 de marzo de 2012, y había un inconveniente, un detalle básico en el que Rajoy, eufórico, no reparó: faltaban siete días para los comicios y cuando se cerraron las urnas y llegó el momento, la ventaja de los populares sobre el PSOE fue de poco más de un pírrico punto y tres escaños. Los segundos se coaligaron con Izquierda Unida. Fin de la proeza.

Como esta escena hay muchas. Sin ir más lejos, durante las pasadas elecciones andaluzas (2018), en las que ningún sondeo arrojó una pista del barquinazo que se iba operar en la balanza de bloques, que devino en el primer Ejecutivo del PP (junto a Ciudadanos y Vox) de la democracia. Lo que se conoce como ni oler el poste. Los más sorprendidos fueron, no necesariamente por este orden, el agraciado, ahora llamado Juanma –entonces conocido como Moreno Bonilla, miren la hemeroteca–, para el que su partido tenía el recambio; y la damnificada, Susana Díaz, quien anduvo vagando sumida en la perplejidad un año largo, como fuera de época, mientras el PSOE se quedó en blanco, sin saber qué contar, superado por el estrés, igual que un estudiante ante un examen.

Forma parte de la leyenda el incierto paradero de la pancarta que el equipo de Arenas preparó en 2012 para desplegarla desde la sede de San Fernando de Sevilla, desaparecida en un santiamén, a la par que los gestos se iban torciendo hacia la melancolía

En las previas de ambas elecciones, las parroquias de las dos formaciones y aledaños iban igualmente por adelantado, como Rajoy. Unos, los más lanzados, habían elegido rápidamente cometido en las administraciones que manejarían los suyos, y empaquetado bártulos para aligerar la mudanza, esperando la confirmación del cargo a estrenar. Otros empezaban a revolotear y hacerse los encontradizos, tanteando vacantes y posibilidades, y podando arteramente lo que no convenía de sus currículos. Como el rencor es humano, un tercer grupo incluso fantaseó secretamente con la idea de enviar a quienes se habían pavoneado en el poder a estampar sellos en su pueblo o leer contadores de la luz. La esposa de un candidato cortó toda la vinculación jurídica con su despacho para ejercer como primera dama y tuvo que recomponer.

Forma parte de la leyenda el incierto paradero de la pancarta que el equipo de Arenas preparó para desplegarla desde la sede de San Fernando de Sevilla, desaparecida en un santiamén, a la par que los gestos se iban torciendo hacia la melancolía. Desde hace años, cada vez que se publica una encuesta, los medios suelen titular como si fuera un hecho consumado, con el añadido –en ocasiones, en el sumario– de “según” la empresa tal. Si recurrimos a Google, así como si hubiéramos caído del espacio, nos sale que “Juanma Moreno” ha ganado 10 o 15 veces, y eso que restan 13 días para saber qué va a pasar con seguridad. No es que quiera yo esbozar una tesis, pinchar globos ni desmentir nada, pero, vamos, que esperar a que las cosas pasen no es una mala idea. Y además, que está visto que felicitar por adelantado trae mala suerte.  

Los periodistas tendemos a marchar a paso ligero en la vanguardia de los acontecimientos. Somos capaces de consolidar hechos que aún no han ocurrido, declarar hitos históricos prácticamente en días alternos, anticipar escenarios –unos cuantos a la vez, que no se diga que no lo avisamos–, y conjeturar cálculos a años vista sin mover una ceja. Debe ser cosa de la ansiedad por dar los primeros la noticia, y de esa competitividad que (pese al almibarado lisonjeo que exhibimos en las redes) a veces nos corroe el alma como una carcoma. Eso también. Acaba de empezar la campaña andaluza y ya vamos por el sexto borrador de la estrategia de las generales del otoño de 2023, y hemos compilado todo tipo de conspiraciones, algunas muy majaras. En poco tiempo saldrá una quiniela del futuro gobierno y hasta el destino de los derrotados.

Nos puede la impaciencia. Si bien no solo a los periodistas. En una búsqueda casual me ha saltado una crónica mía con el siguiente encabezado: “Por adelantado, muchas felicidades”. Mariano Rajoy se abrazaba a Javier Arenas y ambos, en medio del gentío de banderas, celebraban en Cádiz la hazaña de haber logrado cerrar el círculo de la ocupación por parte del PP de casi todo el poder institucional en España, cuyo broche final era cruzar el umbral de San Telmo. Hablamos del 19 de marzo de 2012, y había un inconveniente, un detalle básico en el que Rajoy, eufórico, no reparó: faltaban siete días para los comicios y cuando se cerraron las urnas y llegó el momento, la ventaja de los populares sobre el PSOE fue de poco más de un pírrico punto y tres escaños. Los segundos se coaligaron con Izquierda Unida. Fin de la proeza.