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La follonera de rompe y rasga
Hace un año largo que Macarena Olona se colocó la flor de mujer morena y pisó con garbo tierras andaluzas para anunciar su candidatura a la Junta, con esa voz de doblaje de los años cincuenta que le sale cuando enfatiza, que es siempre. No fue un día de San Eugenio yendo hacia el Pardo, como en el pasodoble cañí, sino un día de Andalucía, el 28-F, en la Plaza de San Francisco de Sevilla, mientras en el Teatro de la Maestranza el Gobierno autónomo rendía homenaje solemne a la comunidad y sus símbolos, y premiaba con medallas a sus ilustres sobresalientes. Macarena de Graná se marcó un auto sacramental (precisamente en el mismo lugar donde se hacían siglos atrás) contra el Estado de las autonomías y la Constitución que lo sostiene, embutida ya en su papel de follonera de rompe y rasga a lo Romero de Torres.
El PP andaluz hizo como si nada. Albergaba esperanzas de que ella y su partido mudaran de parecer. De modo que Moreno exprimió aquí y allá su pose de atemperado para achicar los embates iracundos de los ultras, quienes andaban amenazando, además, con un diluvio de ranas si no se atendían sus exigencias. Como tantas veces en la legislatura, los aliados de Vox los normalizaron, aún sabiendo que edulcorar tales dislates era echar leña a una locomotora que corría a toda máquina y quería ser gobierno. Ahora, sin embargo, el séquito de lisonjeros de Juanma, esa nueva clientela del poder que se desgañitó denunciando a la anterior, sostiene que es el PSOE, y la izquierda en general, quienes fomentan a Vox, porque así movilizan el voto. Miren que profundidad. Con este razonamiento tendríamos que concluir que indepes y abertzales son arietes en brazos del PP para aventar a los suyos hacia las urnas.
El discurso es de una simpleza apabullante: todo lo que perjudica a Juanma, contubernio
El discurso es de una simpleza apabullante: todo lo que perjudica a Juanma, contubernio. La realidad es que Macarena Olona está en primer tiempo de saludo para entrar en el Gobierno andaluz cual Elizabeth Taylor en la Cleopatra de Mankiewicz desde febrero de 2021, con sus soflamas y sus encuestas peligrosamente favorables. Es un hecho, una posibilidad más que probable (si de verdad nos creemos los sondeos y no solo la parte beneficiosa). Ni táctica del miedo, ni que viene el lobo ni que deja de venir. Abascal y Olona lo han pregonado a los cuatro vientos para los que quieran escuchar. Otra cosa es que al PP de Moreno no le convenga porque pone perdido su traje electoral de moderado con el que aspira atraer el apoyo del centro izquierda.
Macarena Olona no necesita de la connivencia de nadie para destacar con su mochila de rencores. Como Isabel Ayuso, que cada dos días sale a la palestra pública a excitar a los adversarios, forma parte de una élite profesional de la política que ha hecho del envenenamiento de la convivencia una estrategia. El grado de animadversión que despiertan en los votantes contrarios (habrá que ver si en esta ocasión eso foguea la participación, no tan deprisa) es mérito de ellas y de sus aparatos de propaganda. Sabemos que el señalamiento, el odio, es un método calculado, un alarde de astucia publicitaria con teóricos renombrados y una larga y trágica historia, de la que no es ajena la frivolidad bobalicona con la que los recogen los medios. Sustituir la rivalidad por el enfrentamiento a garrotazos les ha resultado rentable.
El esfuerzo de hormiguitas laboriosas para presentar a Vox como razonable ha sido exitoso: parte de su electorado contempla la alianza con buenos ojos. Ahí lo llevan
Los populares argumentan que han decidido ignora a Olona y se hacen los muertos para no darle pábulo. Puede ser. Supongo que también pesa el por si acaso (futura socia). De cualquier manera, ya podrían haberse ahorrado estos tres años de defensas encendidas y de pactos. El esfuerzo de hormiguitas laboriosas para presentar a Vox como razonable ha sido exitoso: parte de su electorado contempla la alianza con buenos ojos. Ahí lo llevan. Para el resto, la llamada izquierda desencantada (en palabras de Moreno), tratar de ocultar a Macarena Olona, en plan elephant in the room (elefante en la habitación), va a ser harto complicado. Ni despachando la observancia de la ley en su desvergonzado empadronamiento como “una cuestión administrativa”, ni inventando retorcidas maniobras de la izquierda confabulada con los ultras. Tendrán que ir pensando en otra cosa. Y no es por desalentar, pero, sinceramente, creo que la opción de que Macarena Olona se deje encasquetar una tupida capucha durante la campaña está totalmente descartada.
Hace un año largo que Macarena Olona se colocó la flor de mujer morena y pisó con garbo tierras andaluzas para anunciar su candidatura a la Junta, con esa voz de doblaje de los años cincuenta que le sale cuando enfatiza, que es siempre. No fue un día de San Eugenio yendo hacia el Pardo, como en el pasodoble cañí, sino un día de Andalucía, el 28-F, en la Plaza de San Francisco de Sevilla, mientras en el Teatro de la Maestranza el Gobierno autónomo rendía homenaje solemne a la comunidad y sus símbolos, y premiaba con medallas a sus ilustres sobresalientes. Macarena de Graná se marcó un auto sacramental (precisamente en el mismo lugar donde se hacían siglos atrás) contra el Estado de las autonomías y la Constitución que lo sostiene, embutida ya en su papel de follonera de rompe y rasga a lo Romero de Torres.
El PP andaluz hizo como si nada. Albergaba esperanzas de que ella y su partido mudaran de parecer. De modo que Moreno exprimió aquí y allá su pose de atemperado para achicar los embates iracundos de los ultras, quienes andaban amenazando, además, con un diluvio de ranas si no se atendían sus exigencias. Como tantas veces en la legislatura, los aliados de Vox los normalizaron, aún sabiendo que edulcorar tales dislates era echar leña a una locomotora que corría a toda máquina y quería ser gobierno. Ahora, sin embargo, el séquito de lisonjeros de Juanma, esa nueva clientela del poder que se desgañitó denunciando a la anterior, sostiene que es el PSOE, y la izquierda en general, quienes fomentan a Vox, porque así movilizan el voto. Miren que profundidad. Con este razonamiento tendríamos que concluir que indepes y abertzales son arietes en brazos del PP para aventar a los suyos hacia las urnas.