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Descabalgar a Vox, en Andalucía, por España y la Humanidad
En las andaluzas del 2 de diciembre, el partido ultraderechista Vox puede lograr representación parlamentaria por primera vez en España: un diputado por Almería. Así lo indica el sondeo del CIS. Eso lleva a un dilema a los demócratas, directamente atacados, desde los que tildan de “derecha blandita” y “progres”, a los más amenazados por sus gritos racistas, machistas y homófobos: migrantes, mujeres, gays: ¿Alertar de Vox es un error que alimenta su notoriedad y les da votos?
Entiendo el criterio de quienes plantean que en la prensa les estamos sobredimensionando. El ejemplo que repiten es el de que en las andaluzas de 2015, con 6.496.685 electores, los resultados de Vox fueron la mitad que los del partido animalista PACMA (el 0,45% y 18.017 votantes frente al 0,8% 31.735). Y, en cambio, los animalistas no encuentran espacio equivalente para exponer su ideario.
Los sondeos de voto no son infalibles. Pero el CIS da a Vox esa expectativa de diputado que no da al PACMA. El posible diputado andaluz de Vox ni determinaría la política autonómica, ni les garantizará el crecimiento en Andalucía y España. Podrían diluirse como esos partidos engendro Grupo Independiente Liberal, de Jesús Gil, que llegó a tantos ayuntamientos o la Agrupación Ruiz Mateos hasta el Europarlamento.
En los 90, descontentos del bipartidismo votaron a mafiosos, como luego dictaron los tribunales. Pero hoy dar poder a Vox –presencia institucional, financiación pública y visibilidad- es darlo a quien se reclama fascista. Su web abre con un mitin de Santiago Abascal declarando que el apelativo “facha” lo lleva al pecho como una medalla. Solo ochenta años después del golpe franquista a la democrática II República y de la barbarie nazi y fascista de Hitler y Mussolini causantes del holocausto y la II Guerra Mundial no podemos haber olvidado la semilla de odio y violencia que la ideología fascista conlleva.
No podemos ignorar las consecuencias del fascismo, por mal que los crímenes de lesa humanidad franquista se hayan perseguido por la justicia en España y explicado en las escuelas, como muestra el documental de Almudena Carracedo y Robert Bahar, El silencio de los otros, que nadie debería perderse en los cines.
VOX llega como eslabón de la cadena fascista europea y mundial del gurú Bannon: Trump (EEUU), Bolsonaro (Brasil), Salvini (Italia), Le Pen (Francia), Orban (Hungría), Morawiecki (Polonia), y la ultraderecha de “pinta suave” del canciller austriaco Kurtz, y aspirantes Wilders (Holanda), Åkesson (Suecia) y Alternativa para Alemania.
En esta campaña andaluza, en vísperas de las europeas, municipales y autonómicas de primavera, Vox lleva tan lejos su descarada defensa de la violencia como para hacer un vídeo, con su líder a caballo, apelando a la mal llamada Reconquista católica de Al-Andalus –“reconquista” tras ocho siglos, cuando de 1492 a 2018 sólo han pasado seis y ninguno admitiríamos ser “reconquistados” por los expulsados-. Vídeo testosterónico y rancio –y técnicamente malo- con el espíritu de cruzadas que abanderó el franquismo.
Acaban con “¡Andalucía por España!”, lema que ignora el tercer pilar de lo que los andaluces somos y recogió en nuestro himno Blas Infante: pueblo de vocación fraterna universal, con la humanidad. Claro que, al notario Blas Infante lo sacaron de su Casa de la Alegría, el 2 de agosto del 36, para fusilarle el 11 en la carretera de Sevilla a Carmona, esos fachas que reivindica Abascal. De estos hechos históricos, como del pasado del ex juez Serrano, candidato a presidir la Junta, de infausta memoria para tantas madres por procesos de divorcios y custodias, no hablan. Prefieren azuzar rencores de machos cazadores por la emancipación femenina, miedos de parados y trabajadores precarios a la explotada mano de obra de migrantes.
Andalucía es tierra de demócratas
Puedo confundir realidad y deseo. Si mis conciudadanos hacen diputado a uno o varios fascistas suya será la responsabilidad y mío el dolor de la decepción. Pero antes de la cita crucial en las urnas, quiero creer que los hombres y mujeres de esta tierra, sabia y vieja, orgullosa de su tradición y potencial, de su mezcla –en nuestros rasgos, nuestra genética, el dialecto, todo el arte empezando por nuestros admirados monumentos, en música y gastronomía, folclore e innovación-, sincrética y ecléctica no se van a dejar seducir por una pureza étnica cateta, de la que seríamos los primeros en quedar fuera.
La suerte no está echada. Andaluces, compañeros de trabajo, amigos, familia, tenemos como tantas veces antes que asombramos al país, opción de escribir el destino frenando a Vox en seco. Votando a partidos de izquierda, derecha, centro, convencidos o por descarte, pero dejando claro que, en las cuatro décadas tras Franco, hemos cometido y dejado cometer errores, pero hemos aprendido algo clave: que organizamos la vida en sociedad, dirimimos diferencias hablando, con calma, sin azuzar ninguna amenaza medieval. Que Andalucía es, un respeto, no tierra de fachas sino de demócratas y democracia.