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De fugas y alcantarillas

El expresidente de la Generalitat de Catalunya Carles Puigdemont.

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En España se escapa mucho, desde hace mucho y por muchos motivos. Cada tiempo ofrece los perfiles propios de los que se escapan. Pero no es nada extraordinario, se fugan los reyes, gobiernos enteros, presidentes de gobiernos regionales y desde ahí hacia abajo todo el que ha podido o lo ha necesitado. En la clasificación de fugas también hay sus niveles, las hay políticas, fiscales y por el destino, unas son internacionales, en algunos casos consentidas y mantenidas económicamente, y otras quedan en el terreno doméstico, de andar por casa, más al alcance de los más menesterosos .

Don Eleuterio Sánchez, conocido entonces como El Lute, con el que se congració una cierta prensa dejándolo solo en bandido quizá arrepentida de tanto zaherirlo, se escapó en varias ocasiones, fugas domésticas de pobre. En 1966 se tiró de un tren en marcha huyendo de la Guardia Civil que lo llevaba a rendir cuentas por sus tropelías, por las que obtuvo, una vez capturado, una larga condena; en la retahíla y sumatorio de cargos figuraban dos años de prisión por robar una gallina.

En aquellos tiempos en los que la sola fotografía o presencia, ambas en gris, de la pareja de la Guardia Civil ya inspiraba pánico y hoy una cierta pena, era ministro de Interior, Camilo Alonso Vega, un franquista duro que, además, fue director general del mencionado cuerpo. Comoquiera que el penado pagaba condena en el penal duro de El Puerto de Santa María, un día de 1970 don Eleuterio, siempre comprometido con su libertad, volvió a escaparse.

Esta vez el ministro de Interior era el sucesor del duro Alonso Vega, Tomás Garicano Goñi. Quienes  fueran entonces los ministros de Justicia no tiene relevancia. Los jueces, todos ellos fueron a los pocos años jueces de la democracia, eran sólo la autoridad judicial, delegados del Caudillo, que congregaba los tres poderes, no dijeron ni pío.

No había, por supuesto, ni oposición ni prensa ni siquiera nadie por arriba a quien culpar - bueno, el jefe era don Francisco- ni nadie que se atreviera a criticar a don Camilo, “uno di noi”. En realidad, de aquella fuga no se podían derivar responsabilidades políticas, no había mediante una investidura, pero sí quedaba en entredicho la reputación de una dictadura que debería ser más eficaz. No se habló de responsables porque entonces ni habían responsabilidades ni se exigían.

En 2017 las competencias del ramo las tenía el ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, que, además, contaba con refuerzos importantes de la Guardia Civil, la Policía Nacional y la patriótica actuando

Con la democracia, la gente ha seguido escapándose, hay muchos casos, pero uno muy comentado ocurrió a finales de octubre 2017. Un presidente de una Comunidad Autónoma intervenida por el gobierno central en aplicación del artículo 155 de la Constitución, se escapó, dicen, en el maletero de un coche.

Entonces ya no había consejero de Interior ni mando propio de su Policía, que había sido cesado, las competencias del ramo las tenía el ministro de Interior del Reino, Juan Ignacio Zoido, que, además, contaba con refuerzos importantes de la Guardia Civil, la Policía Nacional y la patriótica actuando; las funciones de la presidencia de la Generalitat las ejercía por delegación de Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, y el ministro de Justicia era Rafael Catalá. Se les escapó pero también se le escapó El Lute a don Camilo el duro, un hombre de don Francisco, decían entonces sus herederos ideológicos para quitar hierro al asunto.

En Marbella, dicen que por una descoordinación judicial, consta el esfuerzo policial en su detención, se escapó hace poco Karim Bouyakhrichan, una fuga de postín, un conocido histórico narcotraficante habitual del vecindario de la Costa del Sol, cabecilla de “Mocro Maffia”, una peligrosa organización criminal, reclamado por la justicia de los Países Bajos. 

No consta maletero ni números de prestidigitación ni alcantarilla, pero se presume subsuelo y rezuma una cierta peste a tajea judicial; solo se esfumó, sin más, como parecen estar esfumados, con el don de la invisibilidad, muchos compañeros de profesión de Karim en la citada ciudad andaluza. Como la justicia es un poder independiente y separado, en estos casos se supone que tendría que responder el presidente del Tribunal Supremo o de la Audiencia Nacional, siguiendo la lógica de tirar hacia arriba de los exigentes de responsabilidades.

Hace muy poco, se ha vuelto a escapar un señor sobre el que recaía una orden de detención judicial, tras la que parece ser su última función histriónica. Según fuentes presenciales y los más finos observadores televisivos, el protagonista apareció en una especie de tablao donde se produjo con destreza; en el cutrerío del momento, consuela que no se vieran batas de lunares, a cada uno lo suyo, sino profusión de la simbología  vernácula de barras y una estrella. Los que exigen responsabilidades como los pimientos de Padrón, unas veces sí y otras, no, ahora sí las han exigido  pero apuntando hacia arriba afinando el tiro guiñando el ojo derecho. Un clásico. 

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