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Una, grande y libre
“Madrid es España dentro de España”, lo dijo Isabel Díaz Ayuso, pero da la sensación de que no se refería tanto a la España de fuera como a la de dentro, a aquella que algunos aún guardan en el interior del ropero de la memoria y la nostalgia.
Hablar de la libertad bajo la amenaza del socialismo o del comunismo no es nada nuevo, recuerda mucho a ese Madrid guardado que presumía de una España “grande y libre” levantada sobre la pequeñez de una dictadura capaz de hacer pasar la violencia por justicia y la mentira por verdad, justo cómo muchos intentan ahora con el ejercicio que secuestra la libertad para llamar a la mentira “libertad de expresión”.
La libertad no es un enunciado, como no lo es el resto de los Derechos Humanos ni la democracia. El capitalismo liberal lo sabe y por eso ha sido hábil en organizar su sistema de poder y opresión en nombre de la libertad, y llamar a las circunstancias que favorecen a los poderosos “mano libre”, y a las claves económicas que someten a quienes menos tienen “mercado”, como si todo fuera anónimo y neutral, y así hacer de la libertad una opción limitada sólo a los pocos que pueden elegir.
Por ello les da miedo la Igualdad y no juegan con ella en sus proclamas, porque la libertad es fácil de camuflar entre contextos y circunstancias, pero la desigualdad se lleva tatuada en la piel de la historia.
La libertad no es hacer, sino poder hacer en igualdad de oportunidades, y si quien puede hacer solo es una parte de la sociedad habilitada sobre su estatus, no hay libertad como derecho, tan solo posibilidades creadas a partir de elementos contextuales.
Ir por libre no significa tener más libertad; demuestra la falta de compromiso con una sociedad plural y con una ciudadanía que sí se compromete con las limitaciones y restricciones a la hora de desarrollar su convivencia pensando en el bien común.
Como destacó Claus Offe en Modernity and the State (citado por Zygmunt Bauman en su Modernidad líquida), una de las características de la sociedad actual es evitar el compromiso social en nombre de la libertad individual, que es justo lo que hace la presidenta de la Comunidad de Madrid y lo que ahora reivindica el PP. Ir por libre no significa tener más libertad, todo lo contrario, demuestra la falta de compromiso con una sociedad plural y con una ciudadanía que sí se compromete con las limitaciones y restricciones a la hora de desarrollar su convivencia pensando en el bien común y en el resto de las personas de la comunidad. Al igual que se compromete con el respeto a los Derechos Humanos, no como ahora ha decidido el Gobierno de Murcia al entregar la Consejería de Educación a la ultraderecha y su 'pin parental', para que muchos niños y niñas de la región no aprendan Igualdad, y vean la sociedad como si fuera un club privado en el que cada grupo de personas puede imponer sus normas y su etiqueta.
El individualismo del neoliberalismo, como reflejo del modelo androcéntrico, ha llevado a priorizar a unas personas sobre otras en términos de valor, y a darle prioridad a la economía sobre la vida como se observa en las graves consecuencias que las decisiones adoptadas están teniendo en la vida de los madrileños y las madrileñas. Curiosamente, aquí ninguno de los que defiende esta estrategia habla de “cultura de la muerte”, como no paran de repetir ante la Ley de Eutanasia o la interrupción voluntaria del embarazo; aquí de lo que se trata es de hacer caja en términos de euros y votos.
Así, entre vinos y tapas, todo parece más alegre, y quien confunde la cultura con el espectáculo, como dice nuestro poeta Luis García Montero, no es de extrañar que piense también que cambiar cañas por UCI es un buen negocio. Quizás dentro de poco la veamos crear una “Consejería de la Libertad” o una “Consejería del Amor”, como propuso su antecesora, Esperanza Aguirre, al referirse al Ministerio de Igualdad para restarle importancia y trascendencia a su creación.
La presidenta de Madrid parece que quiere una Comunidad “grande y libre”, pero sólo para unos pocos; las demás personas que se jodan o que se vayan al médico.
“Madrid es España dentro de España”, lo dijo Isabel Díaz Ayuso, pero da la sensación de que no se refería tanto a la España de fuera como a la de dentro, a aquella que algunos aún guardan en el interior del ropero de la memoria y la nostalgia.
Hablar de la libertad bajo la amenaza del socialismo o del comunismo no es nada nuevo, recuerda mucho a ese Madrid guardado que presumía de una España “grande y libre” levantada sobre la pequeñez de una dictadura capaz de hacer pasar la violencia por justicia y la mentira por verdad, justo cómo muchos intentan ahora con el ejercicio que secuestra la libertad para llamar a la mentira “libertad de expresión”.